SÍ, NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO
Dilecta Pilar:
Como el otro hilo (mejor, recipiente) está lleno, podemos seguir la conversación (es un decir, claro) en este, aquí.
Celebro que te gustara la urdidura (más bien, “urdiblanda”) que titulé “Yo soy yo y mis bastiones interiores”. A mí tu artículo o columna tanto lo hizo que propició que trenzara lo que publiqué. Mira que releo tres veces lo escrito, pues aún se me escapó o fue vivo un yerro que, cuando subí el texto al blog, menos mal, pude enmendar a tiempo.
Ya sabes: como dejaron escrito los latinos, “nihil humanum alienum me est” (“nada de lo humano me es ajeno”). Ciertamente, no todos haríamos todo lo que hacen nuestros congéneres o semejantes, pero, por poder ser capaces (sea esto, tanto para lo bueno como para lo malo), a nadie se le escapa que lo somos.
El cerebro humano (a pesar de todo lo que sabemos de él) sigue siendo un misterio.
“La misión” (por varios motivos o razones) es una estupenda película (lo que cuenta, hasta dónde, qué extremos irracionales, podemos llegar los seres humanos, es una advertencia para navegantes, para que cuantos oyentes y videntes, ellas o ellos, de la misma los tengamos en cuenta y escarmentemos en cabeza ajena). “La misión” es un filme que hay que rever (dos, tres, cuatro,… varias veces). Uno extrae diversas lecciones, si está atento a todo lo que él acarrea.
Hoy, martes (acabo de llegar al cíber-café “Praga”), 19, Día del Padre y del Seminario, en Tudela (Navarra) es fiesta; en Zaragoza (Aragón), no. He llamado a mi prima “Fina”, por ser la fecha de los pepes y pepas, su onomástica (y la de su esposo, José), y felicitarla, pero estaba trabajando. ¡Cuánto echo de menos los “Sanjosés” de Navarrete! Otrora allí acudían nuestros padres y siempre había por la tarde una obra de teatro, que representábamos nosotros (habiendo sido preparados para dicho menester por los formadores, claro, entre ellos, Ezequiel Julio Sánchez y Piérola), los postulantes.
Seguimos aquí, pues.
Celebro que así fuera. Al parecer, acerté, porque esa era mi pretensión, que lo urdido agradara a quien lo leyera.
Me gustaría pasar la vista por lo que trences de María Antonia. Si no tienes inconveniente, cuando lo termines, me lo mandas, para echarle un ojo (en realidad, los dos, que no soy ni estoy tuerto).
Otro (de tu amigo Otramotro).
Ángel Sáez García
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