El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Se convocó el certamen de sandeces?

¿SE CONVOCÓ EL CERTAMEN DE SANDECES?

Si estamos de acuerdo con Emilio González, “Metomentodo”, uno de mis mejores amigos y heterónimos (servidor, al menos, lo está), que sostiene que en el seso del más sandio (hembra o varón) puede haber una esquina para la genialidad (eso mismo, mutatis mutandis, vino a reconocer Plinio el Viejo, si hacemos caso a lo que podemos leer en la “Epístola a Baebio Macro” que escribió su sobrino, Plinio el Joven, quien, al referirse a su mentado deudo, anotó: “dicere etiam solebat nullum esse librum tan malum ut non aliqua parte prodesset” —“incluso solía decir que no hay libro tan malo que no aproveche en alguna parte”—; el ínclito Miguel de Cervantes demostró que abundaba con dicho criterio o parecer, pues lo recogió en el capítulo III de la segunda parte de su inmortal obra, “El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”, y, por si hubiera quedado alguna grieta por la que pudiera colarse de rondón la duda flaca, lo reiteró en el capítulo LIX de la susodicha parte), hemos de concluir y coincidir, asimismo, necesariamente, con la opinión que adujo Aristóteles, según la cual, en el cerebro del más sabio (sea de ella o de él) puede haber un rincón para la necedad.

No he leído “Lectura fácil”; ergo, no tengo (ni puedo tener) una opinión (ni buena ni mala) sobre la citada obra de Cristina (García) Morales, que mereció (a juicio del jurado pertinente) el premio Herralde de novela 2018 y se ha hecho acreedora, además, de otro galardón, el Premio Nacional de Narrativa 2019. Seguramente, los miembros (mujeres y hombres) que formaron los jurados de ambos premios no fueron los mismos, así que esa circunstancia puntual, concreta, ya dice bastante (bueno) sobre la calidad literaria de la mentada narración. Y, asimismo, como a Cristina le han premiado otros trabajos literarios anteriores, a mí eso me ha hecho pensar en un pispás, cambiando lo que debe ser cambiado, en la lección que acarrea esa paremia española que airea que “algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

Sí he leído, sin embargo, las declaraciones que, libremente (supongo), ha hecho a Europa Press desde Cuba; en las que, entre otras lindezas, ha tenido a bien incluir esta: “Es una alegría ver el centro de Barcelona, las vías comerciales tomadas por la explotación turística y capitalista, de las que estamos desposeídos quienes vivimos ahí. Es una alegría que haya fuego en vez de tiendas y cafeterías abiertas”. Y también he leído muchos de los comentarios libres que las susodichas han merecido a una legión de opinantes (ellas y ellos). Todavía no he salido de mi asombro. Si es propio de una persona bien nacida el mostrarse agradecida, y más aún tras haber recibido alegre y dichosa (supongo), a modo de confirmación, que el prestigioso galardón que le otorgaron otrora ha venido a ser ratificado con la concesión de otro ahora, qué le ha llevado a la autora granadina, residente en Barcelona, me pregunto retóricamente, a despotricar de esa guisa y a lanzar improperios contra los agentes de los Mossos d´Esquadra y del Cuerpo Nacional de Policía, sin mentar la violencia pura y dura que ejercieron los vándalos, poniendo en riesgo con sus desmanes el mayor de los bienes, la vida, propia y ajena, y otros tales, muebles e inmuebles. Han sido muchos los posibles motivos (alguno de ellos plausible, según mi perspectiva o punto de vista) con los que ha especulado mi mente, pero como no he podido llevar a cabo lo que pretendía, escucharla razonar a posteriori pormenorizadamente sobre qué porqués (¿cansancio, hartazgo?) le habían llevado a expresarse de esa manera, dada la imposibilidad (no soy “hipnoterapeuta” ni mentalista ni sofrólogo) de meterme en su conciencia para, así, poder valorar con conocimiento de causa su coherencia o absoluta falta de ella, he decidido postergar mi crítica (favorable o contraria), por si la autora polipremiada se dignaba brindarnos más explicaciones o detalles sobre las mismas. Como hasta este preciso momento, en que me dispongo a subir el presente texto a mi bitácora, no las ha dado, tras tener una (especie de) epifanía, determino que lo corone el parágrafo que sigue.

¿Por qué Cristina Morales, una mujer inteligente (eso es lo que barrunto, intuyo y/o sospecho, pues “por sus frutos los conoceréis” —aunque no los hayáis catado aún—), ha sido hacedora de dichos tan necios? Puede que no haya una sola respuesta certera, sino varias. Arriesgo las mías. Desde que el mundo es mundo para el hombre, siempre ha habido en él personas competentes en su quehacer habitual que han sido excelentes, buenas, mediocres, malas y pésimas personas. Acaso, solo para quienes hayan resultado ganadoras/es de concursos literarios, se haya abierto el plazo para poder presentarse a un certamen restringido que elija a quién suelte por su mui la estupidez más gorda. Tal vez la clave quepa hallarla en el artículo de Manuel Rivas, que lleva el sugerente título de “Un campeonato de barbaridades”, que, si no ha leído el atento y desocupado lector (sea ella o él), aún puede hacerlo en el último número de EL PAÍS SEMANAL, en concreto, en su página 10. Transcribo a continuación su penúltimo párrafo: “‘Que seas una personalidad no significa que tengas personalidad’. Lo dice Quentin Tarantino, un bárbaro del estilo, que en ‘Pulp Fiction’ quizás introduce la pregunta más pertinente en la competición grosera de la época: ‘¿Por qué creemos necesario decir estupideces para sentirnos a gusto?’”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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