El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Ha conseguido ser quien pretendía

HA CONSEGUIDO SER QUIEN PRETENDÍA

En algún sitio (o en varios) he trenzado (a fin de hacerme un autorretrato moral o etopeya) que, ideológicamente, me sitúo a la izquierda de la derecha y a la derecha de la izquierda, pero no en el insulso centro, sino dentro del sabroso ídem. No me considero un dualista duelista, pero echo mano de los conceptos que usan los susodichos, maniqueos, para hacerme entender o explicarme. Tiendo a ser ecléctico o sincrético; y reconozco, sin ambages, que soy un redomado agnóstico y escéptico.

Todo lo anterior viene a cuento de que, como en esta sociedad nuestra, ora crédula, ora incrédula (tal vez, por culpa de la plaga de noticias falsas que nos inunda o invade por doquier, de las surtidas colecciones de patrañas que una pléyade de mendaces, los “hunos” y los “hotros”, nos intentan colar como fetenes), se está convirtiendo en una inexcusable cláusula contractual, en una condición de obligado cumplimiento, argumentar o razonar lo evidente, hasta el mismísimo Pero Grullo, ejemplo de obviedades y espejo de simplezas, profeta de lo notorio por antonomasia, se ve empujado a explicitar sus consabidas certidumbres.

Así las cosas, acaso convenga rememorar, sobre todo, a los desmemoriados, lo que sostiene un proverbio sueco (que, por cierto, no suele hacerse el tal): que una alegría compartida es una alegría doble; y que una pena compartida es la mitad de una pena. Con otras palabras, que la persona que narra a otra la dicha que le embarga, si esta es empática, hace que esa felicidad se multiplique por dos; y, asimismo, en la misma medida, pero a la inversa, quien refiere a otra la desdicha que siente y esta se comporta, de manera cabal, demostrando sus empatía y simpatía, logra que esa tristeza se divida por dos.

Pilar se siente hoy realizada, la mujer más fuerte del orbe (por eso a nadie le extraña que el Ebro guarde respetuoso silencio al pasar por su vera, sin ser ella una calavera). Anhelaba, desde hace años, dejar de ser quien era, la mucama de su marido, quien hizo de todo para que él se mantuviera siempre a flote (“¿Puedes imaginar, Otramotro, el error y el horror de vivir con un hombre que se te agarraba a ti como una lapa y cuya existencia se movía porque tú te movías y si él, satélite, giraba en tu derredor, lo hacía porque tú lo hacías, día tras día, mañana, tarde y noche?”). Hoy, por fin, ha conseguido ser quien pretendía y ha vuelto a ir en vanguardia y a ocupar el puesto más alto en el podio. ¡Enhorabuena! ¡Felicidades!

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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