Pacos

Paco Sande

Todos somos, pura y llanamente, “inmigrantes” II

Los primeros en pasar por este solar llamado España, y desplazar a quienes quiera que fueran los primeros españoles, fueron los iberos, que, al parecer, venían de África y que dieron su nombre a esta tierra que pasó a ser conocida como Iberia, y los celtas, que venían del centro europeo y es de los que, según los nacionalistas, descendemos los gallegos, y eso debe ser verdad, porque todos los gallegos somos altos y rubios. ¡Oyche, clavaditos a los alemanes!
También andaban por aquí, por esas fechas, unos fulanos llamados los tartesios, que posiblemente procedieran de Oriente Próximo y que ocuparon el valle del Guadalquivir, les gustaba mucho el futbol y fundaron un equipo que llamaron el Betis, para jugar contra otro que se había formado un poco antes, el Sevilla, aunque ya existía otro, el recreativo de Huelva, que no se sabe cuando fue fundado,.
Luego vinieron los fenicios, que nos cambiaban cosas, como túnicas, collares de conchas y cosas así por oro y plata, y los cartagineses, que tenían una mala leche que no veas y les zurraban a los fenicios, las de ellos y las del pulpo, para que se metieran sus conchas por el epigastrio y así quedarse ellos con el oro y la plata y, además, a muchos de ellos les gusto tanto esto, que fundaron aquí sus ciudades y se quedaron a vivir.
También llegaron por aquel entonces a Iberia los griegos, que eran de carácter apacible y un poco amanerados, eso sí, pero, también, el pueblo más culto de aquel tiempo y de ellos aprendimos a cultivar la viña, a acuñar moneda y un sinfín de cosas que sirvieron para el progreso y perfeccionamiento de la vida de los españoles primitivos.

Y fue entonces cuando llegaron los romanos. Los romanos eran unos chavales que pertenecían al ejercito, el primer ejercito como dios manda que pisó esta tierra, y, aunque su jefe no se llamara Carmen Chacon, sino los hermanos Escipiones, también, como el ejercito actual de España, andaban por el mundo conocido de aquel entonces en acción humanitaria, capturando incultos salvajes de otros pueblos y llevándolos a Roma, donde se convertían en cultos esclavos o expertos gladiadores, para divertir a la gente luchando y matándose entre ellos en el circo romano.
Los romanos ya no nos cambiaban sus túnicas y collares de conchas por nuestro oro y plata como hacían los fenicios, no, estos se lo llevaban por la cara.
No obstante, a los romanos les debemos, además del periodo de paz más largo que España ha conocido en toda su historia, nuestra lengua y nuestra cultura. Ellos construyeron las primeras carreteras, puentes, acueductos y comenzaron la autovía del Cantábrico que se terminará un año de estos.
Con la caída del Imperio Romano, España fue invadida por los Barbaros del Norte. Los primeros fueron los alanos, los vándalos, (mira si serian malos) y los suevos; dicen los nacionalistas gallegos que estos últimos fueron los que se quedaron en Galicia y, también, los gallegos, descendemos de ellos. Estos también eran de origen germánico, ¡“coña, a ver si va a ser que es verdad que los gallegos somos inmigrantes de Alemania y no al revés”!
Y algo más tarde llegaron los visigodos. Los visigodos tenían la sana costumbre de matar al rey para autoproclamarse rey en su lugar y, debido a esto, no dejaron la lista de “reyes godos” más larga y más difícil de recordar que se haya visto.
Y luego llegaron los árabes. ¡La leche, los árabes!
Lo pusieron todo patas arriba.
Lo primero que hicieron fue zurrar de lo lindo a los godos y convertirlos en gente inferior, o sea, hacerles entender que estaban allí para servir a los árabes y que se olvidasen de la religión cristiana, que lo que molaba ahora era el Islam, su profeta Mahoma y su dios Ala y se quedaron a vivir aquí tan anchos.
Los “españoles cristianos”, pues ahora, como nacían en España, también había “españoles árabes”, no llevaron muy bien eso de cambiar de costumbres, religión y cultura, además de servir a los árabes, y empezaron a luchar contra ellos para expulsarlos de aquí casi desde el principio, pero eso les llevó 800 años, ocho siglos que se dice pronto, en conseguirlo.
Aparte de estos, que ya no eran pocos, también anduvieron por aquí los vikingos, y más tarde los franceses, los ingleses y hasta los holandeses.
Y así se forjó el ADN de los españoles.
Los sobresaltos más dramáticos de esta forja, quizás sucedieron durante la romanización y la ocupación árabe. Aunque el mayor numero de inmigrantes ha llegado a España en las últimas décadas. Desde refugiados de revoluciones o guerras o gentes tratando de escapar de hambrunas en sus países de origen, hasta inmigrantes en busca de un trabajo y una vida mejor.

Así que, aquel que se crea con más derechos a habitar un lugar determinado de España, por la simple razón de que él nació allí, que piense antes en toda la gente que nació allí antes que él y fue desplazada del lugar por sus antepasados.
En realidad, cualquiera que acabe de llegar del, digamos, Senegal, con nada más que un chándal y unas zapatillas rotas, que mire a su alrededor, toda la gente que va y viene, que se cruza ante él y se pierde el tumulto, que sepa que, todos, absolutamente todos, son también inmigrantes.
No hay ningún español que sea el resultado de apareamiento tras apareamiento dentro de un mismo pequeño grupo que lo lleve directamente al hombre que habitó la península Ibérica durante el neolítico, aunque, viendo la clase de fauna que anda suelta por nuestras calles, a veces tengo mis sospechas.

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