Pacos

Paco Sande

La Represión en la Zona Republicana

El otro día un amigo me comentaba lo siguiente: Estoy hasta la bisectriz de oír, Franco hizo esto, Franco hizo lo otro, Franco fue terrible. Bueno, ¿Y los otros?

¿No mataron a nadie los otros?  ¿Es qué los otros eran todos unos santos?

Bien amigo, aquí ve una pequeña síntesis de lo que fue aquello.

 

LA REPRESIÓN EN LA ZONA REPUBLICANA

 

Tras la sublevación militar, la zona republicana se sumergió en un caos revolucionario y por todas partes surgieron nuevos organismos que detentaron el poder real durante los primeros meses de la guerra.

Los primeros asesinatos en esta zona se produjeron en Barcelona y Madrid, donde la masa incontrolable se adueño de las calles.

En ambas ciudades las fuerzas de seguridad leales a la República intentaron, -sin mucho interés-, evitar las matanzas, pero fueron desbordados por la multitud armada – Aunque este acontecimiento resulta todavía hoy históricamente confuso, no cabe duda de la responsabilidad en él de los aparatos policiales, cuyos dirigentes, mayoritariamente comunistas, estaban muy influenciados por asesores soviéticos-.

Allí donde el Alzamiento Nacional había fracasado o no se había producido, le represión “republicana” se caracterizó por su feroz brutalidad, dando rienda suelta al terror más desenfrenado. Imperan el asesinato y el robo.

Quien no poseía un carnet sindical o de algún partido del Frente Popular, anterior al dieciocho de julio, carecía de cualquier defensa jurídica o de derecho a la vida y podía ser impunemente asesinado por cualquier miliciano.

Especialmente brutal fue la represión en la Ciudad Condal donde la CNT y la FAI tomaron parte muy activa. La propia Generalitat se diluyó en el caos y el presidente Companys tuvo que pactar con los dirigentes anarcosindicalistas para poder conservar, al menos sobre el papel, el poder.

En algunas familias fueron asesinados todos sus miembros varones y, en muchos casos, también las mujeres sufrieron la misma a suerte.

La venganza personal y el ánimo de rapiña por parte de una turba de criminales y delincuentes comunes, en cuyas manos había puesto el Frente Popular las armas, son también motivo muy frecuente de crímenes cometidos unas veces por las checas y otras directamente por cualquier grupo de milicianos.

El paseo alcanzó a políticos de derecha, caciques, terratenientes, empresarios, burgueses y, especialmente, a los sacerdotes.

Pero tal vez, las prácticas más aterradoras fueron las llamadas sacas de las cárceles que culminaron con lo sucedido en Madrid durante el mes de Noviembre de 1936.

Ante el temor de la caída de Madrid, “se decide trasladar a Valencia” a los miles de detenidos que permanecían encerrados en las cárceles madrileñas. Pero este traslado se convierte en una orden de ejecución.

La primera saca se produce el 7 de noviembre: el convoy se desvía a Paracuellos de Jarama, donde se consuman las matanzas.

Tal y como indican las actas, la Junta de Defensa de Madrid tiene conocimiento oficial de estos hechos el día 11 y determina delegar en el consejero de Orden Público (Santiago Carrillo) la misión de garantizar la seguridad de los detenidos. Sin embargo, los fusilamientos siguieron produciéndose.

Sobre esto Escribía Félix Schlayer: El miliciano me explico lo de Paracuellos: los autobuses se estacionaban arriba en la pradera. Cada diez hombres atados entre si, de dos en dos, eran desnudados –es decir, les robaban sus pertenencias- y les hacían bajar a la fosa, donde caían tan pronto como recibían los disparos, después de lo cual tenían que bajar los otros diez siguientes, mientras los milicianos echaban tierra a los anteriores. No cabe duda alguna de que, con este bestial procedimiento asesino, quedaron sepultados gran número de heridos graves, que aun no estaban muertos, por más que en muchos casos les dieran el tiro de gracia.

Ruego al lector que se detenga unos minutos procurando concentrarse en la imagen del tremendo suceso que acaba de leer: una mayoría de hombres jóvenes, en la flor de la vida, unos hombres que no habían infringido ninguna ley humana se veían arrancados de una vida honrada, asesinados por sus compatriotas, aquí, al borde de una fosa, a pleno sol, sin haber visto nunca antes a sus verdugos y tras haber sido robados y, después, fusilados y enterrados, en tanto veían correr la misma suerte a sus amigos, parientes o camaradas; y todo esto únicamente, por pertenecer a otra “clase”

                                                      

                                                                                          Félix Schlayer.

                                                      Matanzas en el Madrid republicano.         Pág. 150

 

 

Hasta el nombramiento del anarquista Melchor Rodríguez (4 de diciembre) como delegado especial de prisiones no pararon de cometerse estos crímenes.

-Éste hombre, denominado “El Ángel Rojo”, consiguió poner fin a las sacas por un tiempo, desgraciadamente fue cesado de su puesto a los pocos meses y las sacas, aunque no con la intensidad anterior, continuaron.

 

No fue  hasta la primavera de 1937 cuando realmente se con siguió restablecer, más o menos, el Estado de Derecho y asegurar un relativo orden.
Con la llegada de Negrín al gobierno (mayo de 1937), el estado se afianza definitivamente  y se consigue “garantizar los derechos de defensa”.

Pero el avance de los nacionales propicia una creciente militarización de la justicia y del aparato policial y los asesinatos y el terror resurgen de nuevo.

Cuando el gobierno central se traslada a Cataluña (noviembre de 1937), la policía “política” (SIM, controlada por los comunistas, obtiene nuevas competencias y la represión, la violencia y los paseos se extendieron no sólo contra las derechas sino también contra la disidencia interna.

Sirva de muestra el proceso contra el POUM, y la “desaparición” de su presidente, Andreu Nin, que fue torturado y desollado vivo.

Todas las  “heroicidades” arriba expuestas fueron perpetradas por el bando de los “buenos”, las izquierdas, y por eso sus crímenes nunca saldrán a relucir en la desMEMORIA HISTORICA.

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