Palpito Digital

José Muñoz Clares

Una huelguista profesional

Mi madre crió 9 hijos a mano, siete de ellos en un cuarto piso sin ascensor. Mi padre resultó un inútil vocacional para tareas domésticas, malcriado como fue por mi abuela y mis tías. Por no saber no sabía ni dónde estaban limpios, doblados y apilados los calzoncillos que a diario se ponía, y vivió toda su vida convencido de que el papel higiénico y la pasta dentífrica brotaban naturalmente de la pared. Hasta la tarea naturalmente masculina de conducir lo desbordaba, así que la que tuvo carnet de conducir toda la vida fue mi madre, y dejó de renovarlo a los 80 años, siendo conductora en activo, y pasó a depender de sus 9 hijos para sus traslados. El coche de por entonces, un Golf, se lo regaló a una de sus innumerables nietas, que todavía lo disfruta. Y ya tiene mi madre un bisnieto de 20 años cumplidos y otros de menor edad.

Mis padres, como toda su generación, tenían las tareas divididas por sexos igual que los primeros homínidos que se bajaron de los árboles hace dos millones de años. El hombre sale, consigue comida y defiende la cueva. La mujer se queda criando.

Me casé por primera vez en el año 79 y tenía yo más tiempo y soltura que mi primera ex, así que pasé de golpe de mecerme en los cuidados de mi madre a tener una casa, y me lo tomé por la tremenda. Los sábados por la mañana hacía deshollinos que incluían, todas las semanas, desarmar la cama – era sencilla -, sacarla al salón con colchón y almohadas, deshollinar el dormitorio, volver a meter e instalar todo lo sacado una vez limpio, hacer la cama y luego deshollinar el salón, la cocina, el cuarto de baño y la habitación pequeña. Sólo me permitía tener hecha una leonera un pequeño zulo que me servía de estudio, laboratorio fotográfico y de todo lo imaginable: maquetas, puzzles, revistas… Ese era mi campo y ahí nadie me reñía pero la casa la tenía como un jaspe.

Vinieron los críos – cuatro, tres niñas, un niño –y asumí las visitas al pediatra, las vacunas, el colegio por las mañanas y su cuidado los sábados por la mañana a la vez que limpiaba. También baños, biberones, traqueteos de cuna, etc., etc., etc.

Luego me divorcié. Luego me volví a casar, vinieron dos críos más y ya todo lo fié al sector servicios dado que, como abogado que era, salía por la mañana y era difícil que volviera antes de las diez de la noche. Seguía llevando a los críos al colegio y hacía lo que podía los fines de semana. Así fue hasta que el menor se fue al instituto; con gran dolor de mi corazón dejé verlos a diario porque, excuso decir, me había divorciado otra vez.

He hecho en total ocho traslados y he construido tres casas. Vivo solo desde 2012 y aunque a estas alturas podría, decidí no contratar a más mujeres que me ayudaran en las tareas domésticas. Volví a hacerlas yo con la finalidad de que mi casa fuera mi tamagotchi: cuando está ordenada y limpia me representa tranquilo y sosegado. Cuando se me amontona – todo menos el cuarto de baño y el dormitorio -, es porque ando con la vida revuelta o metido en líos. Tampoco fallo es en el “grupo k”: calzoncillos, camisetas, calcetines y camisas, porque si no me veo sin ropa que ponerme, así que una lavadora cada sábado, tiendo, recojo, doblo y ordeno salvo cuando ando revuelto; entonces la ropa la cojo directamente del tendedero cada mañana. Y todo eso lo hago a título de terapia personal, por no depender más de las mujeres para sobrevivir y para que ninguna se sienta con derecho a reñirme.

Así que ayer día 8 hice huelga como una más. Y me dediqué a leer los memes ultramachos que me enviaban mis amigos. El mejor, el del obispo de Córdoba recordándonos que la mujer tiene como misión dar calor al hogar, y debajo una cría con cara de mala que dice ¡HECHO!, y al fondo se ve un chaletito ardiendo. Estoy por pegarle fuego a mi casa y acogerme a una residencia. Sé que el calor que dan las mujeres en el hogar lo mismo calienta la cama que la máquina de divorciarse, y no estoy yo para dar más tumbos. Por lo menos de momento. Ya veremos cuando me jubile.

En cuanto a mi madre, no está ya para hacer huelgas. De ningún tipo. Pero ella, que dejó su carrera inactiva para criar nueve hijos y atender a mi padre, es la responsable de que todas sus hijas y todas sus nietas sean universitarias y mujeres independientes. ¿Qué más le queda por demostrar?

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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