Hemos sostenido en nuestras últimas columnas, parte de lo que ayer anunció el Presidente Donald Trump. Es decir, sabíamos que Trump llegó a un callejón en el tema Venezuela.
El coronavirus es el “Alfa y Omega” de todos los cambios, de la dinámica del planeta.
A partir de su aparición, nada será igual. Es la nueva genética política.
Advertimos el peor escenario, el más peligroso contra Nicolás.
El Presidente de Estados Unidos a diferencia de lo que usualmente hace, no puede manipular la pandemia que significa el coronavirus. No lo puede controlar. Él pudo hacerlo con China, con Irán, con Siria, con Corea del Norte, hasta con Cuba. No sucede lo mismo con el coronavirus. Es un enemigo mortal. Demasiado peligroso, demasiado fuerte. En consecuencia, requiere Trump un enemigo visible, a quien vencer y que pueda distraer o intentar desviar la atención de la opinión pública.
Todos sus logros pueden quedar detrás. El enemigo lo demuele sin ser visto, que es lo más doloroso para él.
Lejos de alegrarme me preocupa. La incertidumbre seguirá reinando y los venezolanos de a pie seguiremos siendo víctimas de los interés en pugna de uno y otro lado.
Seguimos en manos de los incapaces políticos y del poderoso mal del COVID-19.
Según la Organización Mundial de la Salud, Venezuela fue calificada como una de las naciones más vulnerables del continente ante la pandemia, en razón de las carencias gravísimas de agua potable, de tener 8 millones en inseguridad alimentaria moderada o severa, sin suficiente personal de salud. Teóricamente toda una tragedia.
Sin embargo, en los hechos, Venezuela está saliendo mucho mejor que otros países desarrollados y otros en ese camino. ¿Cuál es la explicación de esto? Muchas. El sentido de la oportunidad privo y el chavismo jugo posición adelantada y el árbitro no la vio o se hicieron los “locos”. Allí no funciono el sistema de vídeo. La oposición desaparecida, desubicada, fue sorprendida.
Evidentemente que si Donald Trump asume la causa de Venezuela, como la garantía que necesita para anteponer a sus errores con el tratamiento dado a la pandemia, lo cual es válido, el escenario venezolano cambiará. No tengo dudas.
Después de tantos discursos, uno quisiera más acciones y menos palabras.
Entre una “invasión” y una “sanción”, el producto final es bastante verosímil: un país devastado, destruido, incapaz de sostener industrias, comercios, con un sustrato poblacional carcomido. Anímicamente desesperanzado.
Para Maduro la pandemia, más allá de su realidad, es la excusa perfecta para aumentar “lícitamente” su control social. Pudo camuflar una crisis energética y de servicios básicos y al mismo tiempo preparar su mejor defensa. De paso, sus medidas, intencional o accidentalmente, fueron muchos más eficientes para combatir el coronavirus, que el de otras naciones económicamente en mejores condiciones, incluso Estados Unidos.
Tristemente para él, nada de eso obsta para una actuación por conveniencia quizá, de Donald Trump. El maquiavelismo los une a ambos.
Maduro tiene una gran debilidad política y social. Cuando su “show”, en justicia avanzaba, otra obra del circo político mundial prevalecerá, aunque aún no han iniciado formalmente su apertura.
Es deplorable para cualquiera que lo haga, intentar sacar provecho político de la lucha contra una pandemia. La política es así, una ciencia, arte o técnica, usada en el plano terrenal sociológico del aquí y del ahora. El que crea otra cosa, dedíquese a la religión o a la filosofía transcendental.
Trump soslayó el COVID-19. No es una “gripesita”.
Claro ese menosprecio le sumo puntos a su popularidad: ¿Qué sociedad puede estar feliz de que los encierren? Ninguna.
Las encuestas lo siguen mostrando ganador. El asunto es que, el lado oscuro de la fuerza agresora de un enemigo mortal, empieza a aparecer: miles, cientos de muertos, muchos más que la primera y segunda guerra mundial; muchísimos más que Vietnan…
Eso tendrá un efecto y un costo político. Surgirán preguntas y reclamos. Se mostrará la gran debilidad del “imperio”, que muchos pensaban era “indestructible”.
¿Cómo puede suceder esto a la nación más poderosa del mundo y no así a los países más pobres del África? Por ejemplo, se preguntaran muchos. Es una de las reflexiones ciudadanas, cuando lo que más hace fuerte a una nación sobre otra exactamente es el elemento humano, su tratamiento, su capacidad sanitaria. La del Norte es malísima y solo el Presidente Obama se percató en su momento. Por ello, le dio con todo al Jefe de Estado de su nación. Japón, Israel, son buenos ejemplos que grafican esas diferencias. Empero, España e Italia, no pudieron y se jactaban de ser potencias en salud pública. Para mí, lo son. El asunto es de políticas públicas. Fueron desbordados por el llamado “Ébola de los ricos”.
Estados Unidos con sangre está pagando el costo de un desarrollo económico deformado, muchas veces más importante que los valores morales. Una nación que resume lo mejor y lo peor de muchas, porque es una potencia formada de la mezcla, del cruce razas, de credos.
Saldrán adelante. Nadie se equivoque. El coronavirus como a todas las naciones, los obligará a replantearse la forma de lograr el desarrollo. El interés de un país, jamás puede estar por encima del interés de un planeta. Seguramente ahora si firmaran todos los tratados que por las presiones de sus industrias no han hecho.
La naturaleza ha hablado.
En medio de ese debate, de esa polémica, que pudiera iniciarse en los Estados Unidos, ante la inminencia electoral, Maduro solo es un signo de puntuación. El discurso es un tomo, una enciclopedia completa. Pudiera diferirse por primera vez en la historia, la elección presidencial de noviembre en Estados Unidos. Esa es una posibilidad remota o inmediata dependiendo de los daños a posteriori.
Paradójicamente, los estadounidenses se prepararon toda la vida para enfrentar a otras potencias como China, la extinta Unión Soviética, Corea del Norte, etc. Fueron “infalibles”. Ante esta Pandemia, con todo y los discursos, las historias, las películas, pareciera que no.
Donald Trump, salvo que milagrosamente aparezca la “vacuna”, la cura, se juega su futuro político. Un triunfo que lo tenía en el bolsillo.
Por su parte, Maduro creyó que el coronavirus le permitiría alargar el calvario de los venezolanos con su mal gobierno.
Ambos han utilizado el mismo tema. Evidentemente que a la “hora del té”, se impondrá el conductor con menos daño colateral.