La tragedia de Venezuela con 20 años a cuestas nunca había recibido un impulso de esta magnitud, pues la parte de la comunidad internacional que nos ha respaldado, no se ha puesto de acuerdo para ir más allá de las declaraciones, posturas y apoyos políticos, que son muy bien recibidos, pero que poco o nulo efecto tienen en la gobernabilidad del país.
Salvo los seis estados parte que denunciaron a Nicolás Maduro en la CPI, la labor del Secretario General de la OEA, los informes de los Altos Comisionados de DD.HH de la ONU y su Misión de determinación de los hechos, las instituciones que velan por los derechos humanos, las ONGs, todo parecía insuficiente, puesto que los demás factores dejaban a las víctimas a la deriva de la actividad de crímenes sistemáticos, generalizados y continuados perpetrados por la organización criminal que secuestró los poderes públicos en Venezuela.
Bastó la decisión de Karim Khan, para que un sólo actor de la comunidad internacional, con las cualidades necesarias para estar en el cargo, en el lugar y momento indicado, para producir el efecto deseado que ha colocado contra las cuerdas a Maduro y sus cómplices.
“El Efecto Khan” es demoledor. Maduro no paraba de revisar el Memorándum que firmó, le pedía una y otra vez a Tarek William Saab que se lo explicara; Cilia Flores su cónyuge le espetó que cómo se le ocurrió invitarlo, y la Vicepresidenta Delcy Rodríguez no paraba de llorar. Ahora mismo, Padrino López está mirando a sus subalternos a ver donde coloca el corta fuegos; la gran mayoría está pensando seriamente a donde huir, y la desconfianza se apodera entre colaboradores y cómplices que comienzan a temblar porque ven venir irremediablemente a la justicia.
El miedo y el desconcierto se apoderan de todos. Diosdado Cabello por su lado anuncia recursos legales y otros conspiran ya contra sus propios jefes. Dentro de las fuerzas armadas hay una situación de expectativa que huele más a tensión y estado de alarma. Tal vez los adornos navideños prematuros en el Palacio de Miraflores fueron premonitorios de que había que adelantar las celebraciones porque igual no llegan a ellas.
En su estrategia pudo más la creencia de que invitando a Khan lo iban a mediatizar presentándole sentencias de 28 y 25 años contra policías y guardias nacionales por terribles actos de represión, como para demostrar que estamos ante una justicia imparcial e independiente, sin percatarse que Khan viene por los que dieron las órdenes y planificaron la política sistemática de ataques contra la población civil.
Viene contra los que planificaron dejar intencionalmente a la población sin alimentos y medicinas para provocar el exterminio por el hambre, la muerte por desnutrición de niños y ancianos, así como la tragedia de no tener los insumos y tratamientos de pacientes con graves enfermedades. Pensaron asimismo, que pintando las cárceles, trasladando a los presos y cerrando temporalmente los centros de tortura iban a engañar a Khan.
También haciéndole creer que vienen unas elecciones regionales que serán limpias y transparentes, para que pensara que estamos en una democracia, o que en México hay un Diálogo de Paz, cuando Venezuela no está ni en guerra ni en un conflicto armado, sólo hay una organización criminal que ataca impunemente a la población, la persigue, la encarcela, la tortura y la mata.
Toda esa estrategia se derrumbó en tres días por el “Efecto Khan”, que tiene un elemento psicológico de derrota y frustración hacia lo interno muy difícil de superar y controlar. Más de uno se mira en el espejo y se pregunta como le sentará el color braga naranja. Pero también muchos de los cómplices de estos crímenes que viven plácidamente en el exterior empezarán a reflexionar en lo ocurrido y se harán idéntica pregunta.
Es que esto va más allá de nuestras fronteras. Algunos de los aliados del régimen se estarán pensando como digerir las nuevas relaciones de colaboración con un presunto y su banda, sin contaminarse en la investigación que se inicia. La comunidad internacional ha girado su mirada hacia Venezuela y hacia la región. El brazo de la justicia se ha extendido ya más allá de África para llegar, y de que forma, a Latinoamérica. Aquello que escuché en una cena en mi primer viaje a La Haya el año 2004, de que la CPI había sido creada sólo para juzgar estos crímenes en países africanos, ya no es tan cierto.
Khan se apunta otro tanto importante, que ha sido hacer entender a los líderes de la región que ellos no están a salvo de la justicia universal, y que sus conductas desviadas, cuando se produzcan, pueden colocarlos frente a la imagen de Maduro. No son pocos, hay algunos como Nayib Bukele en El Salvador, que apoyado por supuestos asesores venezolanos de la “oposición” se aproxima a la deriva del autoritarismo y la reelección indefinida. Otros, como Gustavo Petro en Colombia, cuyas opciones presidenciales son importantes, deben estar siguiendo al dedillo lo sucedido.
Lo cierto es que con el Efecto Khan se impone un nuevo relato en Latinoamérica, que pasa por la defensa de los derechos humanos y especialmente por la condena de los crímenes de lesa humanidad, porque con su visita se acabó la impunidad de este tipo de crímenes en nuestros pueblos. El Si se puede! pasa a ser bandera de las víctimas y de sus defensores en toda la región, sin bandera política o ideológica de ningún signo.
Lo ocurrido en Caracas la pasada semana será recordado por muchos, por mucho tiempo. La CPI salio del armario y un solo hombre puso fin a la política de impunidad que habían practicado sus antecesores. Ha sido Karim Khan quien ha provocado este terremoto, con su inteligencia, elegancia, experiencia, capacidad, saber estar, pero especialmente con su convicción, valor y apego a los principios del Estatuto de Roma.
William Cárdenas Rubio
CONSULTORES CÁRDENAS
