El olor a combustible y sangre inunda sus sentidos. A su alrededor, solo escucha el llanto desesperado de sus tres hermanos menores.
Así comienza la odisea de 40 días que mantuvo en vilo a Colombia y al mundo entero. Cuatro niños indígenas, solos en una de las selvas más peligrosas del planeta, luchando por sobrevivir contra todo pronóstico.
Lesly, la mayor, asume el papel de protectora. Con una herida en la pierna que la obliga a arrastrarse, guía a Soleiny de 9 años, a Tien de 4 y a la pequeña Cristin de apenas 1 año, lejos de los restos del avión. Su madre y los otros dos adultos que viajaban con ellos han fallecido en el accidente.
En la inmensidad verde, Lesly pone en práctica todo lo que su madre le enseñó sobre la selva. Identifica frutas comestibles como la «mil pesos», improvisa una caña de pescar y alimenta a sus hermanos con peces crudos. «Sabían horrible», recuerda la joven.
Las noches son especialmente duras
Lesly no puede dormir, vigilante ante los peligros que acechan en la oscuridad. Jaguares, serpientes y otros depredadores rondan cerca. La adolescente intenta que sus hermanos descansen, consciente de que necesitan fuerzas para seguir adelante.
A medida que pasan los días, el cansancio y la desnutrición hacen mella en los pequeños. Tien, de 4 años, apenas puede mantenerse en pie. La bebé Cristin se debate entre la vida y la muerte. Lesly confiesa que hubo un momento en que pensó en abandonarlos, pero a los 20 minutos se arrepintió. «Sabía que tenía que protegerlos», afirma.
Mientras tanto, en tierra y aire, se despliega una de las operaciones de búsqueda más complejas de la historia colombiana. La «Operación Esperanza» une a militares e indígenas en un esfuerzo sin precedentes. Más de 100 soldados de fuerzas especiales y 70 rastreadores nativos peinen la zona, considerada una de las más inhóspitas del país.
Los días se convierten en semanas. La esperanza de encontrarlos con vida se desvanece. Pero Lesly y sus hermanos siguen luchando. En ocasiones escuchan las voces de los rescatistas, pero no logran ubicarlos en la densidad de la selva.
Finalmente, el 9 de junio, 40 días después del accidente, un grupo de rescatistas indígenas encuentra a los cuatro hermanos. Están débiles, desnutridos, pero vivos.
Lesly, exhausta, se derrumba al ver a sus salvadores. «Ya no tenía que mantener vivos a mis hermanitos. Estábamos a salvo», recuerda con alivio.
La noticia del rescate recorre el mundo. Colombia celebra lo que muchos califican de «milagro». Sin embargo, expertos como Alex Rufino, indígena ticuna, señalan que más que perdidos, los niños «estaban en su entorno, bajo el cuidado de la selva y la sabiduría de años de poblaciones indígenas».
Hoy, más de un año después, la historia de los «niños perdidos» sigue cautivando. Un nuevo documental de Netflix, dirigido por el ganador del Oscar Orlando von Einsiedel, reconstruye la hazaña.
A través de testimonios de rescatistas, familiares y de la propia Lesly, la película no solo narra una increíble historia de supervivencia, sino que también pone en valor la sabiduría ancestral indígena y la unión de un país en torno a una causa común.
La odisea de Lesly, Soleiny, Tien y Cristin en la Amazonía colombiana quedará grabada en la memoria colectiva como un testimonio de resiliencia, coraje y el poder del conocimiento tradicional frente a la adversidad más extrema.