En el corazón del barrio Las Malvinas, al sur de Guayaquil, el eco de una tragedia sin precedentes llenó el aire este miércoles. Cuatro féretros pequeños, decorados con flores blancas y custodiados por cientos de vecinos, recorrieron las calles que un día fueron testigos de las risas de Josué, Ismael, Steven y Nehemías, los niños cuyos destinos se truncaron el pasado 8 de diciembre tras ser detenidos por militares y hallados calcinados días después en la zona de Taura.
Desde la mañana, la comunidad se congregó para dar el último adiós. Las familias decidieron velar a los menores en sus hogares la noche previa, un gesto que mezclaba tradición y desesperación por mantenerlos cerca un poco más. Al amanecer, el cortejo fúnebre inició su marcha hacia el cementerio ‘Ángel María Canals’, en el suburbio de Guayaquil. Gritos de “¡Queremos justicia!” y “¡No están solos!” rompieron el silencio, acompañados por llantos desgarradores y rezos.
El hallazgo de las osamentas calcinadas, confirmado por la Fiscalía el martes, dejó en shock a una nación entera.
Los cuerpos aparecieron a pocos kilómetros de una base militar, lo que despertó indignación y una ola de preguntas sin respuesta.
Las autoridades judiciales han ordenado la prisión preventiva para 16 soldados implicados en la detención de los niños, mientras el Ministerio de Defensa asegura que trabajará para esclarecer lo ocurrido.
Entre la multitud, se escuchaban relatos de cómo eran en vida los cuatro menores. “Siempre sonrían, siempre juntos”, dijo un compañero de equipo de los hermanos Arroyo, quienes jugaban en el Sub-15 del club Richard Borja.
“Regresa, tenemos que jugar”, se lamentó otro amigo. La cancha donde practicaban fútbol, ubicada en Las Malvinas, parece haber quedado vacía sin ellos.
El dolor era palpable. Las madres abrazaban las cajas funerarias, mientras padres y amigos repetían que no descansarán hasta limpiar los nombres de los niños y obtener justicia. Una tía, con voz quebrada, exigió explicaciones: “¿Qué les hicieron? ¿Por qué destruyeron sus cuerpos de esta forma?”. La procesión avanzó lentamente por la vía Perimetral, mientras activistas de derechos humanos se unieron para apoyar a las familias en su lucha.
En el cementerio, el dolor alcanzó su clímax. Los cuatro ataúdes fueron enterrados juntos, rodeados por una marea humana que no dejaba de repetir el clamor de justicia. Cánticos religiosos, oraciones y gritos de indignación se mezclaban en el ambiente. Uno de los pastores presentes pidió consuelo para las familias y fortaleza para enfrentar los días que vendrán.
El caso no solo ha conmovido a Las Malvinas, sino a todo Ecuador. La Asamblea Nacional y varios municipios han decretado luto oficial, izando banderas a media asta. Grupos de derechos humanos denunciaron que lo sucedido refleja una preocupante práctica de abuso de autoridad y discriminación por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
“Esto no puede quedar en la impunidad”, insistieron activistas, mientras las familias prometían seguir luchando por la memoria de los niños. Por ahora, Las Malvinas se despide entre llantos y promesas de justicia, con la esperanza de que sus voces sean escuchadas y que el peso de esta tragedia no caiga en el olvido.QUE HABR