El presidente del Gobierno ha respirado aliviado por el final del viaje navideño de su ministro de Defensa, José Bono. Una visita a las tropas españolas desplegadas en Bosnia, Kosovo y Pakistán que ha revelado la nueva estrategia de un destroyer Bono. Primero, la salida de pista; segundo, condiciona la presencia militar española al resultado de la negociación sobre el futuro de Kosovo y; tercero, se pelea públicamente con la OTAN. Sin duda, que en tiempo de sequía informativa el ministro de Defensa despliega todas sus conocidas artes políticas para conseguir titulares. Podríamos añadir un cuarto elemento que ha indignado a más de uno de los periodistas que le han acompañado: favoritismo para El País y la SER.
No se trata de una pataleta porque si el ministro habla y da noticias, debería tratar a todos por igual. Varios ejemplos: en la cena del primer día del viaje, el día de Navidad, su jefe de prensa levantó amablemente de la mesa a un periodista para que a continuación se sentara el ministro y él mismo. En esa mesa estaban los enviados especiales de El País y la SER.
Nada que objetar porque el ministro puede elegir con quién cena, pero el problema surge cuando Bono adelanta a estos medios la investigación sobre la salida de pista del Hércules en Mostar y después Off the record les cuenta informes de inteligencia sobre ETA o su percepción sobre la reforma del estatuto de Cataluña.
El resto de profesionales se enteran cuando la emisora de radio da la noticia. Al día siguiente, el ministro hace un aparte con el enviado especial de El País y en el periódico del día siguiente se publica la noticia de la oferta de Navantia al gobierno de Pakistán de cuatro submarinos.
¿No sería lo más serio y profesional que todos tuvieran las mismas oportunidades? Es un defecto de los políticos en general, porque cuando estaba el PP en el poder hacía lo mismo pero eran otros los medios beneficiados…
Bueno, beneficiados a medias porque su credibilidad y prestigio desaparecían al servicio de un interés político. Como pasa ahora.
