Corresponsales en el extranjero, según Armiñán

Juan C. Osta (Periodista Digital).- Dentro del periodismo, el corresponsal en el extranjero, testigo en en mundo de la realidad, ha disfutado de una imagen mítica, quizá derivada de su asociación casi automática con el corresponsal de guerra.También han hecho su labor la cinematografía de su figura y la literatura autobiográfica de los propios reporteros.Jaime de Armiñán analiza esta figura este martes en «La Primera» de La Razón.

Jaime de Armiñán ve así al corresponsal en el extranjero:

Corresponsales en el extranjero. Periodistas de primera clase, pluma de marca de altos vuelos, admirados, envidiados por sus colegas, viajeros, huéspedes de hoteles de lujo, firma diaria en el periódico, dinero en divisas, prestigio intelectual y social, buen cartel entre las mujeres. En guerra o en paz. La letra impresa existe, el talento literario resulta imprescindible, hay que saber utilizar el cubierto de pescado, moverse en silencio, conocer políticos que mandan y otros que mandarán, tener sentido del humor y desconfiar de todo el mundo, especialmente del director de tu periódico. Por supuesto, la televisión aún no está inventada.

Los corresponsales empiezan en la Primera Guerra Mundial. La edad dorada del periodista enviado a contar in situ los acontecimientos dura hasta la llegada del medio más popular, la televión, en los años cincuenta.

Luego viene la televisión, abre su bocaza de cristal, llega a todas partes, echa colores y anuncios y se traga a nuestro corresponsal en el extranjero. Quedan algunos que cuentan apresuradamente malas noticias, nada más.

En España, la corresponsalía en el exterior se podría decir que empieza con Doña Emilia Pardo Bazán, que mandó sus crónicas desde Roma y París. Jaime de Armiñán recuerda en su columna a grandes glorias del periodismo en el extranjero: Blasco Ibáñez, Alberto Insúa, Enrique Gómez Carrillo, César González Ruano.

Armiñán fue corresponsal en París para la revista Fotos y para Dígame. En 1945 cobró por dos piezas «treinta duros». Pero para Jaime de Armiñán el auténtico corresponsal en el extranjero fue su padre, Luis, que escribía para el ABC y el Diario de Barcelona.

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