El terrorista yihadista como director de cine

Las nuevas generaciones de yihaidistas ya no necesitan formarse en los países musulmanes. Como demostraron los atentados londinenses del 7-J, la red les permite recibir cursos sobre cómo crear explosivos o cómo actuar si son detenidos. Paradójicamente, Internet, la misma red creada por motivos de seguridad por el Gobierno norteamericano es ahora la principal llave para golpear sus propios cimientos.

Pero quizá el primero en darse cuenta del potencial de estas nuevas tecnologías fue el terrorista sirio español Mustafá Setmarián, alias Abu Musab al Suri, fundador de la primera célula islamista en España en los años noventa. Es uno de los principales ideólogos de la yihad y ha sido identificado como el autor del atentado del Restaurante El Descanso de Madrid, en el que murieron 18 personas en 1985.

En agosto del año 2000 se grababa a sí mismo dando un curso teórico y práctico de 20 horas con todo lo que un joven musulmán debería saber para convertirse en un hábil terrorista. Rodado en Kabul, el curso llevaba por nombre “Brigadas de la resistencia islámica mundial” y recomendaba, un año antes del 11-S, que se atentase contra centrales nucleares “utilizando avionetas kamikazes”. En el vídeo, además, se hacían afirmaciones como estas:

«A lo largo de 30 ó 35 años hemos matado a jefes de Estado, a ministros y a muchos judíos y cruzados. Logramos asesinar al presidente egipcio Anwar Al Sadat y lo intentamos dos veces, sin éxito, con el sirio Hafez el Asad…».

Setmarián ha sido uno de los pioneros de la enseñanza terrorista on-line y del uso propagandístico de la red. Antes de él, ya los terroristas chechenos grababan en vídeo sus ejecuciones y masacres. Pero en el capítulo de los antecedentes propagandísticos del terrorismo, habría que citar también la película “La batalla de Argel”, hecha a instancias de un terrorista, Saadi Yacef, líder de la célula del FLN en la Kasbah de Argel que tras la independencia del país sugirió a Gillo Pontecorvo que rodara un filme basado en la historia de su vida.

Pero hasta hace relativamente poco tiempo los artistas del terror no han descubierto las virtudes del vídeo doméstico mezclado con la universalidad de Internet. Principalmente, la Guerra de Iraq ha servido como punto de inflexión para que los terroristas islámicos difundan sus decapitaciones, secuestros y atentados a través de la red. En su espiral de sofisticación ya difunden hasta sus siniestros “informativos”: “La Voz del Califato”.

En concreto se trata de un vídeo de 16 minutos de duración creado por lo que se denomina el “Global Islamic Media Front”. El presentador es un terrorista enmascarado que tiene sobre la mesa un ejemplar del Corán y un fusil AK-47. En la emisión difundida en septiembre, se mostraban imágenes de Iraq, de Abu Musab al Zarqawi, del desalojo de la Franja de Gaza y del huracán Katrina al que se referían de la siguiente manera:

«Nos alegramos tanto del daño que los soldados el Profeta Mahoma causan en las tropas del Pentágono, como de la destrucción provocada por el huracán en suelo de Estados Unidos».

Otro ejemplo de la efectividad demostrada con los vídeos domésticos de Al Qaeda la demostraron el pasado mes de junio. Una grabación de 46 minutos, bajo el nombre de “Toda la religión será para Alá” y que el “equipo de información” de Abu Musab al Zarqaui, distribuyó a través de una página web en diferentes formatos para que el “usuario” pudiera bajarse la versión más a su gusto.

Los terroristas de Al Qaeda entienden a las mil maravillas los mecanismos emocionales de la sociedad occidental y saben explotar la vulnerabilidad de un sistema en que las noticias circulan con inmediatez y en el que los periodistas compiten por las primicias, las audiencias y las imágenes. Pero a los fines meramente propagandísticos de la red, los asesinos han sabido también unir su capacidad para comunicarse y difundir manuales sobre la Guerra Santa.

Existen multitud de foros, chats y páginas de encuentro en las que las distintas células dispersas por el mundo intercambian consignas y mensajes cifrados. Lo hacen con muchas cautelas para evitar ser detectados por los servicios de inteligencia.

Así, por ejemplo, la mayoría de los correos electrónicos utilizados por los yihadistas pertenecen a servicios gratuitos de correo en Internet, especialmente de Hotmail. Para estas cuentas no es necesario ser fiel al contestar las preguntas para suscribir el contrato, aunque sí queda rastro del ordenador desde la que se ha configurado. Escriben mensajes que no llegan a mandar de una cuenta a otra, les basta con dejarlo en la carpeta de borrador. De esta forma, aunque dos personas estén en distintos continentes, solo necesitan saber la dirección y la clave de acceso para acceder a los mensajes y dejar la contestación también en el borrador.

Todos los suicidas de Leganes eran expertos informáticos. Utilizaron incluso uno de sus ordenadores para editar el vídeo de reivindicación de la matanza de Atocha. Desde una página web israelí obtenía gráficos, esquemas y dibujos para montar explosivos. Y en foros específicos se hacían con manuales sobre la Guerra Santa hasta lapidarias consignas que llamaban a la acción. Los modernos yihadistas han encontarado en la red, la tecnología y la “aldea global” su nueva arma de destrucción masiva.

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