Los obispos tienen un problema

(PD).- Es una declaración de guerra. Tras varios meses de aguantar impasible los ataques y descalificaciones que Federico Jiménez Losantos lanza cada mañana contra el periódico y sus directores -primero Ignacio Camacho y ahora José Antonio Zarzalejos- el siempre reposado ABC responde al fuego. Y lo hace con un editorial incandescente, donde se insta a la Iglesia y a los obispos a abordar de una vez por todas «la desafección manifiesta de determinados comunicadores» al ideario de la COPE.

Los obispos tienen un problema
EDITORIAL / ABC

LA comparación entre las previsiones del ideario de la COPE y el comportamiento profesional de algunos de sus comunicadores arroja tal grado de incongruencia que no es extraño que los propios obispos hayan asumido ya que tienen un serio problema con su cadena de radio. Los denominados «objetivos» de la radio episcopal son la difusión de «la doctrina y actividades de la Iglesia Católica», la orientación «a la opinión pública con criterio cristiano» y la colaboración «en la promoción humana, social y cultural de la sociedad en general». Esos objetivos se corresponden en el ideario de la COPE con unos «compromisos profesionales y éticos» entre los que se encuentran -desarrollados con gran profusión de conceptos- «el rigor y la calidad profesional», además de «el servicio a la verdad con espíritu de convivencia y criterio independiente» y la promoción «de los valores del humanismo cristiano».

Sin embargo, episodios tan graves como la suplantación del presidente del Gobierno en una supuesta e irresponsable conversación telefónica con el jefe del Estado de Bolivia o la infiltración de encuestadores pagados para desacreditar de modo inadmisible, y seguramente ilegal, el Estudio General de Medios, demuestran que algunos de los profesionales al servicio de la COPE no se sienten vinculados al ideario de ese medio, cuyos propósitos editoriales quedan también desmentidos a diario mediante la práctica de un seudoperiodismo en el que impera el exabrupto, el insulto, la descalificación personal y el mayor de los sectarismos.

Desde la COPE no sólo se ha puesto en solfa la proyección exterior de España y se ha tratado de reventar el sistema de medición de audiencias de radios y diarios -que, siendo sin duda mejorable, debe intentarse desde la lealtad y los procedimientos más profesionales y transparentes-, sino que, además, se produce un constate ataque -desmedido e injurioso- a las instituciones del Estado, incluida la Monarquía, sin que de esta lluvia de improperios se libre el líder de la oposición. Tales ataques se perpetran, a mayor abundamiento, en unos términos abusivos y ad hominen, sin el más mínimo reparo para la intimidad, el honor y la imagen pública de los que resultan habitualmente vilipendiados de manera constante en no pocos programas de esta red de emisoras.

Esta situación ha creado, como no podía ser de otra manera, gravísimas contradicciones entre los obispos, pero, especialmente, entre los propios católicos, que no pueden reconocer en un medio eclesial los valores que su religión propugna y que Su Santidad el Papa ha resumido de modo extraordinario en su primera encíclica, la cual, no por casualidad, comienza con la expresión Deus est caritas.

La Iglesia, como editora de la COPE y responsable, por lo tanto, de sus contenidos, deberá abordar la desafección manifiesta de determinados comunicadores al ideario del medio y que a esa incoherencia añaden la infracción habitual de las más elementales normas de la deontología de la profesión periodística; tendrá, también, que responder de sus comportamientos probablemente ilegales y afrontar el hecho incontrovertible de que su radio se haya convertido en una auténtica piedra de escándalo, tanto en términos éticos y cívicos como en los que acotan una razonable convivencia democrática.

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