Susana Mendoza (Periodista Digital).-Según desveló la cadena estadounidense NBC en sus noticias de la noche, Naji Sabri, ministro de Exteriores y hombre de confianza de Sadam Hussein era en realidad una fuente que servía para informar a los servicios de inteligencia sobre los movimientos del ex dictador.
Además, según el antiguo colaborador de la CIA, avisó de que en Iraq no había nada parecido a armas de destrucción masiva; el contacto con Sabri se hizo, según la NBC, en la habitación del hotel donde se hospedaba Sabri mientras asistía a un congreso de la ONU en 2002. Allí, según relataron fuentes francesas relacionadas con el caso a los investigadores de la cadena norteamericana, se le ofreció al ministro colaborar con el gobierno estadounidense previo pago de 100 mil dólares, como «buena voluntad».
Entre las cosas que Sabri relató a los agentes, estaba el tema de las armas; repetidamente afirmó que Sadam no tenía nada parecido a ántrax ni energía atómica, y sus informes han demostrado ser totalmente ciertos. Esto no sólo ha sorprendido a la opinión pública, sino que ha abierto aún más el debate en torno al funcionamiento de las organizaciones de inteligencia y la distorsión de la información.
Además a esto se suma el hecho de que los ciudadanos estadounidenses han podido ver, a pesar de la censura en los grandes medios, las fotos de los mutilados iraquíes en la prensa local. Ahora mismo el presidente Bush está atravesando los momentos más bajos de su mandato, con sólo un treinta por ciento del apoyo popular.
La noticia del ministro espía se ha unido al resto de historias de espionaje que están salpicando los medios norteamericanos, donde se entremezclan, como si de una novela de Ian Fleming se tratase, los ingredientes perfectos para que cualquier escritor avispado
saque un buen libro de acción.
