II República: ¿hay algo de lo que enorgullecerse?

(Periodista Digital).- «La España de hoy mira con orgullo y satisfacción a la II República», decía hace unos días Zapatero. Los datos históricos ponen en evidencia la frase con la que el Presidente dle Gobierno pretende conmemorar el 75 aniversario de aquel Régimen. Una aventura fallida, antesala del enfrentamiento cainita.

Además de ser un desaire a la actual monarquía constitucional y a la figura del rey Don Juan Carlos, la frase de Zapatero se ha revelado como una ensoñación. ¿Realmente existen razones objetivas para mostrar orgullo y satisfacción por la II República?

Historiadores y ensayistas reconocen algunos aspectos positivos en el proyecto republicano. Era un plan ambicioso para regenerar España, mediante un régimen liberal y democrático que afrontara los problemas reales del país, según escribe Vicente García para la revista Época.

Manuel Azaña, en concreto, pretendía que la República fuera el vehículo para efectuar esas transformaciones.

Pero la esperanza se frustró muy pronto, como apuntaron Marañón, Ortega y Gasset y Pérez de Ayala. En buena medida, se debió a los graves errores de quienes impulsaron la aventura. Soliviantaron a las masas, atizaron la mecha del anticlericalismo, acometieron reformas con un tono antidemocrático y atropellaron los derechos y libertades.

Recopilamos algunos de los principales puntos negros de la II República.

1. Leyes antidemocráticas.

El presidente tira de la Constitución del 31 como referente jurídico de convivencia, pero la realidad fue bien distinta. La Ley de la Defensa de la República, que pretendía consolidar el nuevo sistema liberal a costa de los derechos individuales, resultó una ley mordaza: suspensión de periódicos, multas, confinamientos y sanciones de hasta 10.000 pesetas para todo aquel que mancillara o criticara al nuevo régimen o hiciera apología de la monarquía.

Por no hablar de la restitución de la pena de muerte en el año 1934 ante la ola de crímenes e inseguridad ciudadana que atenazaba España. Ni siquiera para este extremo hubo que tocar la Constitución. Bastó con reformar el Código Civil.

2. Ataques a la Iglesia.

Apenas un mes después de la proclamación de la República, una turbamulta prendió fuego a 11 edificios de Madrid, entre ellos varios conventos, ante la pasividad de las fuerzas de orden público.

«He oído decir a mucha gente que se había acabado la luna de miel de la República. Esta historia de los conventos ha hecho reflexionar a mucha gente. ¿Dónde va la República?», se preguntaba Josep Pla.

En este clima fue disuelta la Compañía de Jesús y sus miembros expulsados de España apelando al artículo 26 de la Constitución que prohibía la enseñanza religiosa.

3. Gobiernos totalitarios.

El socialista Largo Caballero, que fue presidente hasta de UGT y que anteriormente se postuló indisimuladamente en el golpe de Primo de Rivera, estuvo detrás de la Revolución de Asturias, con el propósito de reeditar una aventura similar a la soviética de 1917.

Indalecio Prieto, también socialista, planeó el asesinato de Franco y de su alto mando aprovechando el funeral del general Mola, en 1937. Prieto, ministro de Defensa, contactó con Alexander Orlov, agente de Stalin en España, para que la aviación soviética bombardeara el cortejo fúnebre. El proyecto fue abortado, porque Azaña se enteró y lo evitó.

4. Gobernantes corruptos.

Zapatero parece obviar, entre otros, el escándalo del estraperlo que salpicó a Lerroux (su Gobierno fue derribado por este affaire de ruletas y casinos) y a varios altos cargos de su confianza. Y en 1935 el Gobierno de Chapapietra degeneró en una crisis tremenda por culpa de unas comisiones bajo cuerda.

Por no hablar de Juan Negrín, jefe de Gobierno, que se lucró con dinero público y evadió divisas durante la Guerra Civil, siendo titular de una cuenta con un saldo de 370 millones de francos. Y fue cómplice de la desaparición, tortura y muerte del líder del POUM, Andreu Nin, a manos de agentes soviéticos.

5. La matanza de Casas Viejas.

Miles de campesinos andaluces salieron a calle, no por entusiasmo hacia el nuevo régimen, sino porque no tenían nada que echar a la cazuela. Los jornaleros pagaron caro su atrevimiento. El episodio más escandaloso fue el acontecido en Casas Viejas, un pueblo de Cádiz: 23 campesinos muertos, algunos de ellos maniatados y fusilados, por movilizarse en pos de una mejora del sector agrario. La noticia menoscabó la imagen de Manuel Azaña y Casares Quiroga, que aplicaron métodos expeditivos para hostigar a los levantiscos.

6. Grave inestabilidad política.

El país vivió brotes de anarquía en Sevilla y Valencia, así como sabotajes a infraestructuras y tiroteos en las calles. Se sucedieron hasta cuatro Gobiernos y presidentes diferentes en sólo unos meses: Azaña, Alcalá Zamora, Lerroux y finalmente Martínez Barrio.

7. Revolución de Asturias.

La llegada de tres nuevos miembros de la coalición derechista CEDA al Ejecutivo, en 1934, desembocó en una huelga en Asturias convocada por la izquierda sindicalista.

Como ha afirmado el filósofo Gustavo Bueno, 70 años después, «la guerra preventiva comenzó con la revolución del 34«, liderada por el PSOE. Largo Caballero, significativamente apodado el Lenin español, quería acabar con la República burguesa e imponer un régimen revolucionario, de cuño marxista. La Revolución de Asturias se saldó con 1.300 muertos y 3.000 heridos. Y también con una dura represión, cuyas consecuencias se prolongarían hasta la Guerra Civil.

La revolución sirvió, además, para dejar en evidencia la complicidad de parte del PSOE y de ERC en la ruptura de España. Ya que, aprovechando el estallido, Lluis Companys, presidente de la Generalitat, proclamó «el Estado catalán dentro de la República federal española«.

8. Antesala de la Guerra Civil.

Con una escena política decrépita, el izquierdista Frente Popular ganó las elecciones del 36. La crispación se extendió a todos los sectores: huelga general en Madrid el 17 de abril, otra minera en Asturias, conflictos en la construcción y en el sector eléctrico… La ola de violencia se propagó como un virus imparable.

El presidente, Casares Quiroga, no supo atajar la peligrosa deriva. Conocemos el desenlace. Y sus palabras «de cualquier cosa que pudiera ocurrir haré responsable ante el país a Su Señoría» dirigidas a José Calvo Sotelo el 16 de junio de 1936 se pueden interpretar como una amenaza. Sólo un mes más tarde pistoleros derechistas mataban a un guardia de asalto; y al día siguiente, guardias de asalto detuvieron ilegalmente y asesinaron de un tiro a Calvo Sotelo.

Era el prólogo de la guerra. El 18 de julio se producía el Alzamiento.

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