Descodificando a Dan Brown

Periodista Digital.- El libro de Dan Brown, El Código da Vinci, no sólo le ha supuesto al autor un considerable aumento en su cuenta corriente; también ha conseguido que un libro de ficción se convierta, para muchos, una parte más de la historia.

Javier García publica en la revista Época, un interesante artículo con las claves que han conseguido que un libro con bastantes incorrecciones se convierta en un best-seller.

Si se cumple aquel aforismo que dice que de mala literatura surgen excelentes películas, habrá que esperar que la versión en cine de El Código Da Vinci sea una obra maestra. Pero incluso este extremo es harto improbable. “Que la verdad no arruine la taquilla”, se han debido de decir los productores y mandamases de Sony.

Por las noticias que llegan de Estados Unidos, el filme de Ron Howard calca las mismas patrañas -y las recubre con una pátina de veracidad- que Dan Brown ha colocado con habilidad zorruna en las librerías de todo el mundo.

Lo cierto es que aunque las ventas han sido espectaculares, toda la crítica ha cargado contra la obra de Brown.

“Toda esta colección de disparates, sin ningún fundamento histórico o teológico, se mezcla con una trama saturada de personajes inverosímiles. El peor enemigo de la literatura es la pereza intelectual”, argumenta el crítico Rafael Narbona (El Cultural de El Mundo).

“El bodrio más grande desde las novelas de quiosco de los años setenta. Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine”, declaraba el suplemento literario Babelia del diario El País en enero de 2004.

“Más que un libro o una película, lo que parece que Brown ha compuesto es una ópera de espías. Aquí viene a propósito la frase de Voltaire: ‘Si algo es demasiado tonto para ser dicho, al menos siempre podrá ser cantado” (New York Times).

Pero estas críticas no han conseguido afectar a unas ventas; ¿la clave del éxito?, según García se trata de un «cóctel de aúpa: un mortal Jesucristo que tendría descendencia con María Magdalena -presunto santo grial por alojar “sangre real” del Señor-, quien funda la verdadera Iglesia»

Y como aderezo, una organización secreta de grandes maestres -con Leonardo da Vinci, Newton o Victor Hugo, entre otros- que velaría por esta verdad heterodoxa. A ello le ayudarían la masonería y el Opus Dei en el siglo XX, con todo tipo de crímenes y tropelías. Y sin olvidar que durante siglos, la Iglesia ha asesinado, como todo el mundo da por sentado, a 15 millones de mujeres para liquidar el impuro primado femenino que instauró Sarah, primogénita de Cristo.

En lo único que tanto crítica como público han coincidido ha sido en que El Código Da Vinci está plagado de gazapos e incorrecciones.

(…)los tan cacareados evangelios gnósticos sí son documentos reales, pero nunca tuvieron rango de evangelios a carta cabal y resultan más lejanos en el tiempo que los libros del Nuevo Testamento, que se aproximan más en el calendario a la vida de Jesucristo. Y es absurdo afirmar que el emperador Constantino arrinconó esta herejía oculta, que dispuso de más de 80 evangelios, que sólo escogió cuatro para que engrosaran la Biblia y que encima lo hiciera en el año 365.

El gran Leonardo tuvo problemas con el clero sobre todo por su retraso en las pinturas encargadas. Tampoco enmascaró mensajes cifrados en sus cuadros para mantener entretenido al esoterismo por los siglos de los siglos. Tanto la Mona Lisa como la Virgen de las Rocas o La Última Cena tienen diversas interpretaciones y dosis de misterio por las pocas fuentes que han llegado hasta hoy.

Los ocho errores de Dan Brown

■ El profesor Robert Langdon imparte simbología religiosa en Harvard, asignatura que no existe.
■ El Priorato de Sión no es una sociedad secreta milenaria, sino que fue fundada en 1956 por Pierre Plantard.
■ El asesino de la novela es un monje del Opus Dei, estado religioso que no existe en la prelatura.
■ Andorra no es un país de frecuencia sísmica.
■ La Iglesia no ha ajusticiado a 15 millones de mujeres acusándolas de brujería o heterodoxia.
■ El párroco Sauniere de Rennes Le Châteaux no se habría enriquecido por el tesoro de los cátaros oculto en el lugar, sino con subvenciones de dudosa procedencia.
■ En La fortaleza digital sostiene que la catedral de Sevilla es del siglo XI, pero empezó a construirse en 1401.
■ Para la ambientación, le inspiraron sus años de estudiante en la Universidad de Sevilla, donde nunca estudió.

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