La hora del cubalibre

A las diez menos algo se prende la lumbre. Ya se oyen sus voces; son viejos amigos, se creen en casa. Han ido vagando toda la semana, pero hoy ya es domingo. Se sientan calientes en torno a la hoguera. Aunque suenan risas, voces plañideras comienzan la fiesta. Se acercan al fuego y Julio lo intenta: «Que esto no decaiga, aquí nuestra diosa siempre es la esperanza«. Y cantan. Saben cantar; saben hacerlo. En esta tertulia no existe quimera. Pasen y vean.

Talante y más talante. Julio Ariza es el anfitrión de esta reunión. Una tertulia con mucho de eso, de talante. En todo jocoso sobrevuelan, caen, torpedean, ironizan, se carcajean del tema que se tercie, de lo que les parece. Eso sí, al menos un libro sobre el personaje Zetapé es necesario tener en las librerías para formar parte del club “Más se perdió en Cuba”. Se exige ser zapaterólogo, o algo así. Un espacio en Intereconomia pensado para todo áquel que crea que la noche del domingo está para algo más que conocerlo todo sobre un penalti o diseccionar una media verónica. Si ustedes todavía no sufren de derechitis, apúntense, se van a divertir.

NOTA: Escribo estas líneas unos minutos antes de que comience a sonar el entrañable “Cuando salí de Cuba…”. Hoy, más que otras semanas, espero el programa con ansia. Llevo unas horas con la cabeza turbia. No es fácil escuchar a dos metros a una víctima del terrorismo clamando, bramando a un presidente del Gobierno: “Si quiere le mando a mis sobrinos a La Moncloa y les explica por qué está siendo tan complaciente con quienes ordenaron la muerte de sus padres”. Se llama Teresa Jiménez-Becerril. Tenía la voz encogida, rota y un cuerpo diminuto. Se transformó en inmensa. Consiguió que ese océano de palomas blancas aliatadas por los últimos acontecimientos se agitara, se removiera con fuerza hasta volver a batir las alas como hacía tiempo no se veía. «¿Qué bando? ¿qué conflicto? Y sobre todo ¿qué paz? No señor Zapatero, no tiene usted mi bendición para buscar una paz que yo no puedo explicar a los hijos de mi hermano.» (Alberto Jiménez-Becerril, asesinado por ETA junto a su mujer, Ascensión, cuando tenían 37 años. Sus hijos de 4, 7 y 8 años les esperaban en casa.)

Empieza. Ya suena Luis Aguilé. Me chifla. Se escuchan las voces graves de los tertulianos acompañando al maestro. Son las diez y dos minutos de la noche, la hora del cubalibre. Julio Ariza, presidente del Grupo Intereconomía saluda a un grupo de fans de Barbastro. Luego a los demás. Está Carlos Esteban, Alberto de la Hera, Hermenegildo Altozano y Enrique de Diego. Don Pedro Juan Viladrich saluda desde “una cuneta perdida de Castilla”. Hoy no llega al zafarrancho. De Vidal-Quadras no hay noticias. Estará de más campaña todavía. Como invitado especial don Luis del Pino, la mosca cojonera del juez del Olmo.

En este programa y en esta casa miramos para atrás, al presente y hacia adelante. Creemos que es muy importante seguir mirando hacia atrás porque cuando uno va en su barca y va viendo la estela que va dejando en toda la travesía le lleva a intuir donde va a ir.

Tras estas palabras, han estado casi un cuarto de hora hablando de sus cosas. Es la única tertulia de la radio donde las veces que se interrumpen, o incluso las que se birlan el turno, es para hacer una broma, contar una anécdota y rebajar el tono del interlocutor que antecede. Quince minutos hablando de sus temas.

Da comienzo la cena, hoy al ritmo de los compases del himno de España. Hay concentración de plato único. O casi. El dabete se torna grave. Más hondo de lo cotidanio. Enrique de Diego : «No sólo hay que estar en contra de la negociación del Gobierno con ETA porque estén en contra las víctimas…» De nuevo me retumba Teresa. Ariza me rescata.

Todo esto está muy bien, pero que suene “Paquito el chocolatero”.

Es hora de bajar el volumen de la radio. Hablen, hablen ustedes pero bajito. Oigo el susurro de sus voces, pero yo me dejo perder. Todas mis neuronas se transforman en Los Cinco Latinos.

Eres diferente, diferente a todo, diferente al mundo, diferente a mí…
Eres diferente, diferente,
al resto de la gente que siempre conocí.
Eres diferente, diferente,
por eso al conocerte
me enamoré de ti.

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