Ellos no aman a Laura

(PD).- Los jóvenes peregrinos, que han acudido en tropel a Valencia para ver de cerca al Papa Benedicto XVI, se quejan de la imagen distorsionada que la satírica canción de Happiness da de ellos.

Cuenta Edwin Winkels en El Periódico que, en una sombra de un árbol en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, pocos minutos después del paso fugaz del Papa camino del palacio Arzobispal, el veinteañero Nicolás toca la guitarra.

Delante suyo, un cancionero de un peregrinaje a Santiago, en el que no figura esta letra:

Quisiera besarte, pero sin ensuciarte / quisiera abrazarte, pero sin dejar de respetarte / amar es saber esperar. / Amo a Laura / pero esperaré hasta el matrimonio.

«Sí, yo versionaría esta canción. Cantaría Amo al Papa, amo al Papa», dice Nicolás, algo enojado por el montaje de la cadena MTV, que está detrás de esa canción pegadiza del grupo Happiness y que satiriza algunos valores religiosos:

«Es un argumento absurdo, como si los jóvenes católicos fuéramos todos ñoñas, casposos. No refleja la posición real de la gente que pensamos que estamos pasando por un momento complicado para la familia. Es en días así que nos tenemos que dejar ver, no callarnos, y decir que nos preocupan que haya leyes en España que van en contra de la naturaleza del hombre».

Nicolás aplaude la presencia en Valencia de muchos jóvenes, y de muchos lugares. Él es de Madrid, comunidad que, con diferencia, tiene el mayor número de peregrinos llegados a orillas del Turia.

En las calurosas calles, la ausencia de coches en un centro herméticamente cerrado al tráfico, da cierto un aspecto desértico. Los comercios están prácticamente vacíos, porque «los valencianos han huido de la ciudad y los peregrinos no vienen a hacer compras«, según una dependienta.

Tampoco se llenan todos los restaurantes. Grupos muy grandes como el de unas jóvenes llegadas en tres autocares de Zaragoza, Huesca y Teruel se comen el bocadillo en un pequeño parque. Tienen de 13 a 30 años.

«En estos tiempos es más difícil dar testimonio de tus creencias. Se escucha más la opinión de otros, que no son mayoría. En el colegio incluso se ríen de ti por tus ideales», dice Isabel Morer, indignada también por esa imagen de Amo a Laura:

«¿Nos ves tan rancias, tan catetas? Ya lo dijo Juan Pablo II: ‘Se puede ser moderno y profundamente cristiano a la vez’. Pero ser moderno no quiere decir que hay que llevarle la contraria a lo antiguo».

Pocos extranjeros
Ellas llegaron el jueves por la noche y asistieron el viernes a un multitudinario rosario en la playa de la Malvarrosa. Otros, sobre todo los extranjeros, ya llevan desde el lunes en la ciudad para asistir al quinto Encuentro Mundial de las Familias, que se celebra cada tres años.

Pero tampoco esos forasteros han llegado en masa, sino que solo hay grupitos dispersos de filipinos, mexicanos, hondureños, ecuatorianos –muchos de ellos inmigrantes en España— y unos pocos europeos.

Joseph Suthep ha venido desde Tailandia, con su amigo Fabian Buathong, que según su tarjeta es «coordinador de la vida familiar» de Udon Thani. Forman parte de la minoría de 250.000 católicos en un país de mayoría budista.

«Primero hemos estado en Roma, para visitar el Vaticano. Es importante venir, compartir una experiencia bonita con otra gente. Estamos haciendo muchas fotos para luego poder explicar a nuestra gente qué hemos visto y qué hemos hecho», explica Joseph, que en su camiseta lleva una frase de Jesucristo, en tailandés, del evangelio de San Marcos:

«Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo».

Pero aunque las culturas pueden ser muy diferentes, los problemas de los creyentes no varían mucho, dice Eugenia Gaspar, que forma parte de un grupo de 80 creyentes llegados de Angola:

«Ahí también se están perdiendo los valores, sobre todo entre los jóvenes. Por eso queremos resaltar la importancia de la familia, que al menos en Angola es muy amplia y muy unida».

Familia. Es la palabra que más suena, y que más se ve en la calle, tanto en pancartas y pegatinas como en realidad. La familia, fuente de la solidaridad es el lema.

Familias en las que hasta los más pequeños se ilusionan, bajo un sol de justicia y sobre los hombros de sus padres, con una mirada rápida a ese señor en su papamóvil, un coche de juguete para difundir cosas serias.

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