Intelectuales en contra de la Ley de la Memoria Histórica del PSOE

(PD).- Con el empeño personal de José Luis Rodríguez Zapatero de sacar a la luz lo más negro de nuestra reciente Historia ha proclamado el año 2006 el año de la Memoria Histórica, al cumplirse el 75 aniversario de la proclamación de la II Republica. Además, ha prometido que llevará al Parlamento una Ley de la Memoria Histórica. Varios intelectuales ya se han declarado contrarios a la propuesta del Presidente del Gobierno.

«Mal asunto es que a los historiadores se nos requiera para las páginas de política nacional de los periódicos», reflexiona el catedrático de Historia Contemporánea José Varela Ortega, para quien la ley de Memoria Histórica que está ultimando el Gobierno parte de un concepto «disparatado y metafísico» porque «la Historia no tiene memoria. Memoria no tienen más que los individuos, y yo, después de cuarenta años en esta profesión, aún no conozco a Doña Historia», según informa Blanca Torquemada en el diario ABC.

Una vez establecido el punto de partida, el profesor Varela argumenta que el interés en poner en marcha esa normativa

«responde exclusivamente a un proyecto político actual, consistente en romper el vigente pacto constituyente con el principal rival del partido gobernante, que tiene el 40 por ciento de los votos, y sustituirlo por otro con los grupos nacionalistas, que cosechan un 8 por ciento de respaldo electoral y que no están interesados en constituir nada, sino que aspiran a «decontracté» todo. Se quiere expulsar al centro-derecha, no ya del poder -que es lo que todos le pedimos al centro izquierda, cuando le votamos mayoritariamente- sino del sistema, algo muy grave y que no estaba en el guión constituyente original. En este guión de ruptura y marginación, se entiende que la Transición sea el enemigo histórico a batir y la «memoria histórica» -valga el anacronismo- de la República, la Guerra y la represión franquista, los episodios a deformar, en la medida que un ajuste de cuentas anacrónico coadyuva al objetivo señalado: la satanización y marginación del centro-derecha como reo de franquismo. La transición fue precisamente lo contrario: consistió en la «aceptación del adversario». No hubo ocultación o amnesia, sino la decisión, pienso que muy sensata, de no utilizar la historia con propósitos políticos. Pero conocer, se conocía muy bien el periodo. Existe un material historiográfico ingente sobre nuestra Guerra Civil. Otro problema es que algunos no lo hayan leído hasta ahora y de pronto descubran «mediterráneos»».

Al tiempo, el ex ministro de Defensa, José Bono, criticaba este martes veladamente las celebraciones con motivo del 70 aniversario del comienzo de la Guerra Civil, mostrando su extrañeza por el hecho de que «se recuerde esa efeméride ahora, y no se hiciera cuando se cumplió el 50 aniversario, que es una cifra más redonda», informa Jesús Bastante.

El que fue presidente del Gobierno de Castilla-La Mancha apuntó que «el recuerdo de este tipo de efemérides no siempre se hace con buena intención». Aprovechó también su intervención para recordar cómo, durante sus años al frente del Gobierno castellano-manchego, acudió a varias ceremonias de beatificación de mártires de la Guerra Civil, así como a un recibimiento a las Brigadas Internacionales.

El catedrático de Sociología Emilio Lamo de Espinosa no comparte el espíritu que anima esta ley de Memoria Histórica:

«No es tarea de los políticos reescribir la historia y el pasado sino construir el futuro, que es lo que une a los pueblos: la ilusión colectiva de un futuro mejor. Para construir la historia están los historiadores, y esos llevan ya muchas décadas haciéndolo. Los españoles no han necesitado de un nuevo socialismo para recobrar la memoria. Sin ir más lejos, yo publiqué mi tesis doctoral sobre Julián Besteiro en 1972, en pleno franquismo. Y no fue un hecho aislado. Y no digamos durante y después de la transición. Por lo demás, ¿se imagina alguien a las Cortes de la II República discutiendo sobre la memoria de las guerras carlistas?».

También para el historiador Ricardo García-Cárcel la proyectada Ley es ajena a un afán limpio de reparación porque «la instrumentalización política de la memoria histórica es tan vieja como la propia historia. El problema, desde mi punto de vista, es que esa memoria se fundamenta en el adanismo, como si el propio concepto de memoria histórica se acabara de inventar, como si no hubiera existido ya una memoria histórica de la República y la Guerra Civil beligerantemente antifranquista. ¿Por qué este adanismo ahora? Quizás porque tanta inflación de retórica memorialística hace imposible la auténtica historia real».

Otro historiador, Enrique Moradiellos, confluye con Varela en la idea de reivindicar la «discriminación entre la memoria, que es emotiva e individual, y la Historia». Moradiellos ve razones de orden sociológico, además de las estrictamente políticas, en el hecho de que ahora el Gobierno plantee esta ley: «Las sociedades como la nuestra, pasadas dos o tres generaciones de un trauma colectivo, vuelven a planteárselo sin hipotecas». Aduce que no es algo exclusivo de la España de 2006:

«Ya se vivió, por ejemplo, con la visión que Francia ha venido aplicando a la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial».

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