Rafael Nadal, con los pies en la tierra

(PD).- Tiene sólo 20 años, pero con esa edad, la mayoría de jovenzuelos que hubieran cosechado los triunfos y portadas de periódicos que acumula Rafa Nadal se creerían los reyes del universo.

En cambio, el tenista mallorquín se mantiene al fondo de la pista y asume su condición de nuevo ídolo del deporte mundial sin decir una palabra más alta que otra. Incluso cuando es objeto de crueles e injustificados ataques, como los que vomitó parte de la prensa francesa, dolida por su segunda victoria consecutiva en Roland Garros, según escribe F. Cerezo para la revista Época.

Decían que su tenis es poco creativo. Que su hipertrofiado brazo izquierdo -para el resto, ejerce como diestro- es más propio de un obrero. Que sus modales y vestimenta resultan ofensivos para la tradicional sobriedad del deporte de la raqueta… Pero no dijeron la verdad: que en Francia lo de Nadal duele por partida doble. Su aparición ha cercenado cualquier posibilidad de que el país anfitrión recupere un torneo que no gana desde 1983. Además, el culpable es un español que gusta de reconocerse como tal. “Recoger el trofeo y, muy especialmente, ver que la bandera española se izaba mientras sonaba el himno nacional en mi honor resultó ser un momento muy especial para mí”, declaraba al día siguiente de hacerse con su segunda ensaladera.

De poco le sirvió hartarse a decir que Roger Federer es “mejor tenista” que él, lo que todavía repite, aun sabiéndose la bestia negra del suizo -número uno del mundo- y habiendo estado muy cerca de derrotarle también sobre la hierba de Wimbledon, mucho antes de lo que preveían los expertos y los rivales.

André Agassi, Thomas Muster, John McEnroe, Jim Courier o el propio Federer son algunos de los nombres ilustres que auguran a Nadal un futuro largo y profundo, como los golpes que emplea para destrozar a sus competidores y devorar récords. Por ejemplo, el de mayor número de victorias consecutivas sobre tierra (60, por ahora) o haber sido el tenista más joven en alzar la Copa Davis.

Aunque también por precoz –empezó a pelotear con una raqueta a los cuatro años-, ya ha pasado momentos muy amargos. Sobre todo, los meses que estuvo en el dique seco -en la primavera de 2004 y a finales de 2005- por una lesión en el pie izquierdo que le hacía llorar de dolor e impotencia. Entonces, muchos dijeron que su juego era demasiado físico, como queriendo ponerle una fecha de caducidad.

Hoy, en cambio, Nadal está demostrando que cuenta con algo más que un enorme fondo físico y afronta con garantías superficies distintas a la tierra. Y como nunca da por perdida una batalla, incluso intenta recuperar el tiempo en los estudios, que abandonó en 4º de ESO.

Es lógico que los focos se hayan vuelto hacia su figura, lo cual ha creado un enfado muy poco elegante y mal disimulado entre otros tenistas de élite españoles. A lo cual él responde como casi siempre. Es decir, no responde y enseña una de sus habituales sonrisas, ésas que le han valido un premio por parte de los odontólogos españoles. Pero no por “tener una boca bonita, sino por la satisfacción y alegría que despierta en los demás”.

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