Elena de Regoyos (Periodista Digital).- 
Sería de recibo que un ministro de Exteriores de la Unión Europea conociera mínimamente la situación de los países que le rodean. Si la política fuera seria y esta premisa se cumpliera, el italiano Massimo D’Alema no habría declarado al Corriere della Sera que la banda terrorista ETA es un «movimiento político» que debería servir de ejemplo a los terroristas palestinos. No hay problema, el Gobierno español, comprensivo donde los haya, lo considera un «incidente menor».
Tan tranquilo suelta la burrada uno como tan tranquilos le quitan hierro los otros, y las víctimas, las que lloran a sus esposos, padres, hijos o hermanos, a tragar. La perla de D’Alema podía leerse este martes en el diario italiano, propietario del español El Mundo, Corriere della Sera:
«Hamás y Hezbolá no son Al Qaeda. Además de la responsabilidad en las acciones terroristas, tienen también fines políticos y se ocupan de dar asistencia. El IRA y ETA, de grupos terroristas, se han convertido en movimientos políticos. Debemos empeñarnos en esta metamorfosis en Oriente Medio. Las siglas que se dedican al puro terror, se deben combatir y vencer».
Ante soberana insensatez, el Gobierno español facilitó la «información adecuada sobre ETA y la situación de España» a D’Alema, quien aclaró que lo que quiso decir es que ETA sólo podrá desarrollarse como «formación política» si «renuncia a la violencia» y «acepta las reglas de la democracia en el marco de la legalidad constitucional».
Zanjado el asunto, porque el Ministerio de Asuntos Exteriores español comprendió que este tipo de ignorancia le puede ocurrir a un ministro de Exteriores cualquiera, y justificó unas afirmaciones hechas
«Desde el desconocimiento, pero no desde la mala fe».
Que se lo digan a las víctimas, es lo que plantea ABC este miércoles en su editorial sobre este asunto:
«Más le valdría pedir perdón a las víctimas y reconocer su error. Y eso no lo hizo.
(…) Lo peor de todo es que es probable que la vileza de D´Alema no sea una anécdota. Da escalofríos pensar en cuántas cancillerías estarán manejando la sandez hiriente del «movimiento político», en consonancia con el fracaso exterior del Gobierno para explicar un «proceso» que, en las actuales circunstancias, no tiene explicación.»
