Una web islamista radical pone a Albiac y a Juaristi en el punto de mira

Juan C. Osta (Periodista Digital).- Al primero que pusieron en la diana fue a Gustavo de Arístegui. Le acusaban de ser «uno de los personajes más representativos de la islamofobia en España». Declaraban así al diputado popular «enemigo del Islam», lo que significa para los radicales una invitación a atentar contra su persona. En la misma web donde aparecían estas acusaciones son ahora tachados de anti-musulmanes e islamófobos diez escritores más, entre los que se encuentran Jon Juaristi, Gabriel Albiac y un blogero de Periodista Digital. No es broma.

Las palabras de Yusuf Fernández, portavoz de la Federación Islámica de España, publicadas en www.webislam.com fueron recogidas por Mohamed Al Moaddem en la página web www.elaph.com. En un artículo, haciéndose eco de la «denuncia» de Yusuf Fernández, Al Moaddem llama al dirigente popular «enemigo del Islam«, haciendo referencia a su obra «La Yihad en España» como una “herejía”. Al Moaddem llega a pedir «derramamiento de sangre«. Estas acusaciones fueron recogidas por un comunicado de un grupo yihadista internacional. En este comunicado se llama al atentado contra la vida del dirigente popular.

De la caracterización como «islamófobo» a la más descarnada amenaza. Así se las gastan los islamistas radicales. Ahora le toca el turno a otros diez articulistas. En la misma web donde empezó todo, webislam, en un artículo titulado «anti-judio o anti-musulmán, ¿acaso no es lo mismo?» se trasladan textos de diez autores para concluir tachando a los articulistas de anti-musulmanes y de padecer «islamofobia». Entre ellos se encuentran Gabriel Albiac, Jon Juaristi y un blogero que tiene su espacio en Periodista Digital.

Comparando textos «anti-judios» con otros escritos por estos autores el texto, firmado por Abdennur Prado, Presidente de Junta Islámica Catalana, termina caracterizandoles de «anti-musulmanes«.

Por su interés, reproducimos la parte concluyente del texto aparecido en webislam:

Espero que este experimento sea ilustrativo sobre el tipo de calumnias a las que estamos acostumbrados los musulmanes: los textos son una muestra entre cientos del mismo tipo. La imagen que se pretende divulgar es la de que el islam es una religión fanática y que todo musulmán es un asesino en potencia. Para lograr este objetivo, toda mentira se considera válida, sin importar su desmesura. Dado que existen numerosos medios de comunicación repitiendo estas consignas, los musulmanes nos vemos desbordados, incapaces de responder a la avalancha. Cuando queremos hacerlo, los medios de comunicación que han publicado las calumnias nos niegan el acceso.

Mediante este ‘juego de las sustituciones’, hemos tratado de poner de manifiesto lo siguiente:

1. En las sociedades occidentales de principios del siglo XXI, se está propagando a gran escala un mensaje de odio hacia el islam, que se difunde con total impunidad en todo tipo de medios de comunicación.

2. Existe una segregación del odio. Las mismas palabras que en relación al judaísmo serían consideradas como racismo anti-judío, si se dirigen contra el islam no despiertan ninguna indignación.

3. Este tipo de odio religioso es habitual en numerosos autores y medios de comunicación judíos (en realidad, debería decir ‘sionistas’: esta islamofobia está relacionada con la demonización de la resistencia palestina, la defensa de la invasión de Iraq, la apología del neoliberalismo y los ataques a la izquierda democrática).

4. La islamofobia repite todos los argumentos utilizados por el antisemitismo clásico europeo, que condujeron a la Shoá. Es un discurso esencialmente antisemita, con la idea de ‘Eurabia’ (el complot para una ‘invasión islámica de Europa’) como equivalente de los ‘Protocolos de los sabios de Sión’.

Al escribir este artículo, mi intención es poner de manifiesto como muchas veces en nuestro afán de defender ‘lo propio’ caemos en el odio ‘al otro’, sin apenas darnos cuenta. Los que hayan juzgado como judeofobos o antisemitas los textos iniciales, se verán en la obligación de reconocer que también los originales constituyen muestras de propagación de odio por motivos religiosos, en este caso hacia el islam. De igual modo, los musulmanes que no haya visto nada ilícito en los textos iniciales, no tendrán derecho a quejarse ante los originales. Dicho de otro modo: también hay musulmanes que se rasgan las vestiduras por la islamofobia, y sin embargo apenas se preocupan de la judeofobia. Esto también es evidente en el caso de muchos judíos (la mayoría de los autores citados son judíos), para los cuales la judeofobia es el gran mal, mientras la islamofobia es algo perfectamente aceptable.

Pero, ¿acaso el odio no es el mismo? ¿Es lícito el odio hacia al judaísmo y no lo hacia el islam, o viceversa? En un artículo sobre el antisemitismo europeo, titulado ‘Viaje al infierno’, la periodista Pilar Rahola escribe: “Y recordemos lo básico: enseñar a odiar a los judíos es, lisa y llanamente, enseñar a odiar.” No podemos estar más de acuerdo: enseñar a odiar a los musulmanes es, lisa y llanamente, enseñar a odiar. En este punto, solo un racista establecería diferencias.

Y sin embargo, lo que parece una aberración en el caso de los judíos, es justificado en el caso de los musulmanes. A pesar de los informes elaborados por la Unión Europea, y de las recomendaciones de Naciones Unidas para luchar contra esta lacra, asistimos a un discurso que trata de justificar el odio. Como ejemplo, queremos fijarnos en una frase del ‘manifiesto anti-islamista’, publicado hace unos meses por Ayaan Hirsi Ali, Salman Rushdie, Bernard-Henri Lévy, y otros. Resulta reveladora la siguiente frase:

«Rechazamos renunciar a nuestro espíritu crítico por miedo a ser acusados de «islamofobia», un concepto desafortunado que confunde la crítica del Islam como religión con la estigmatización de sus creyentes.»

Apliquemos el ‘juego de las equivalencias’:

«Rechazamos renunciar a nuestro espíritu crítico por miedo a ser acusados de «judeofobia», un concepto desafortunado que confunde la crítica del Judaísmo como religión con la estigmatización de sus creyentes.»

¿Se imagina alguien lo que se nos diría si publicásemos un manifiesto donde se justifica la judeofobia, bajo el argumento de que se trata de una crítica del Judaísmo y no una estigmatización de los judíos? Y sin embargo el manifiesto en cuestión es presentado como un manifiesto por la democracia y por la libertad. Entonces, ¿también lo es su traslación? Esto pone de manifiesto lo que nos quieren inculcar: mientras la incitación al odio al judaísmo es considerado como un delito, la incitación al odio hacia el islam es presentada como una muestra lícita de libertad de expresión, en aras de la ‘defensa de occidente ante la invasión islámica’.

En España, el diputado del PP Gustavo de Aristegui ha llegado al extremo de negar la existencia de la islamofobia: “El portavoz de la mezquita de Madrid está declarando en la prensa que hay islamofobia, cuando esta afirmación es absolutamente falsa”.

¿No hay islamofobia? ¿Qué decir entonces de los ataques a mezquitas recogidos en los informes oficiales, de las campañas contra la apertura de mezquitas? ¿Qué decir del discurso que trata de generar el rechazo a todo lo islámico alimentando el mito de la ‘invasión islámica de Europa’? ¿Se trata invenciones creadas pare eludir cualquier crítica al islam? Los musulmanes europeos sabemos lo que es vivir bajo sospecha, mientras se difunde toda clase de calumnias. No estamos contra la crítica hacia nuestra religión. La crítica constructiva y documentada es sana, incluso positiva para los creyentes, ya que nos ayuda a revisar nuestra tradición y a repensar el islam aquí y ahora. Estamos contra la propagación del odio mediante la repetición mediática de toda clase de mentiras. Puede decirse impunemente que el deber de un musulmán es matar al que no lo sea, y a continuación tachar nuestra indignación de ‘victimismo’ y de falta de sentido crítico.

Los musulmanes occidentales vivimos bajo un clima de terror intelectual constante, que afecta y mucho a nuestra vida cotidiana. Hablamos de discursos que nos presentan sospechosos ante nuestros vecinos. Las llamadas a ‘pasar a la acción’ en internet son constantes, lo cual pone en conexión a estos ‘defensores de la democracia’ con los movimientos neonazis. Cada día recibimos correos insultantes, amenazas de ciudadanos contaminados por discursos como los citados. Leemos en un blog: “Cada musulmán que nace en Europa es una bomba de relojería”. Tengo dos hijas pequeñas, y lo único que puedo hacer es estrecharlas. ¿Qué pensaría cualquier lector judío si leyese la misma frase cambiando la palabra ‘musulmán’ por ‘judío’? ¿Son los recién nacidos bombas de relojería? Supongo que el judío que leyese algo semejante se sentiría estremecido, como el cristiano que leyese eso sobre los bebés cristianos en un periódico pakistaní. Debemos ser conscientes de lo que está sucediendo entre nosotros. Se están estableciendo las bases ideológicas para justificar el genocidio de los musulmanes europeos. Dios no lo quiera.

Quiero pedir un mínimo de reflexión a mis hermanos judíos y cristianos, musulmanes o ateos, así como al conjunto de la ciudadanía. La demonización del islam en su conjunto constituye una ofensa hacia millones de personas que nada tienen que ver con las desviaciones políticas que tanto nos preocupan. Buscar en el islam la explicación al terrorismo o a las tiranías del mundo árabe es tan equivocado como buscar las bases de las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado en el cristianismo. Tan equivocado como pensar que los asesinatos selectivos de Israel tienen que ver con la religión judía. Las religiones son caminos de salvación, de liberación personal y colectiva. Debemos colaborar en la preservación de lo más noble de nuestras tradiciones, trabajar en el camino del encuentro frente a todos aquellos que tienen intereses (muy poco espirituales) en que el enfrentamiento prevalezca.

Exigimos la equiparación de la islamofobia con el antisemitismo. Segregar entre los diferentes odios por motivos religiosos es una forma perversa de racismo. Como no nos cansaremos de repetir, no se trata de algo diferente, sino del mismo fenómeno con rostro nuevo. La islamofobia es una amenaza para la democracia en Europa. La islamofobia es el fascismo del siglo XXI.

¡No es broma!

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