Enrique de Diego (Periodista Digital).- Se presenta el libro “A tumba abierta” como relacionado con el 11-M. De hecho su subtítulo es “El testigo clave del 11-M: ‘Quiero contarlo todo antes de que me maten’”. Al margen de que la Guardia Civil ha informado que el supuesto intento de asesinato ha sido un montaje, quizás para ganar notoriedad, y de paso justificar tan explícito como falso subtítulo. Falso porque el libro no desvela nada, al 11-M apenas si se dedican unas líneas ya sabidas, y cuyo interés estriba en la cinta grabada por el guardia civil Campillo en 2001.
El libro, y da idea de que algunos, como Lavandera, han considerado que todo vale en torno al 11 M para hacer caja, son, en sentido estricto, las memorias del jefe de seguridad de un puticlub, cuyo amor a los animales está relacionado con los espectáculos de striptease con culebras y que, en varias ocasiones, es una muestra abyecta de lo que ahora se denomina violencia de género, y que siempre se ha conocido como brutalidad.
Es muy dudoso que haya una demanda social para conocer la vida de Lavandera, sus traumas infantiles, su etapa de mercenario en África, matando por dinero, y sus poco heroicas batallas sexuales. Encumbrado por El Mundo y por la cadena católica COPE, que le ha hecho varias entrevistas, el tono del libro es del siguiente cariz:
“-A ver cuando acaba esta guarra, porque estoy ya hasta las narices. A ver si se cansa y me deja en paz.
O a lo mejor tenía que follarme a tres en un mismo día y pensaba:
-¡Qué asco! ¡Pero qué guarro soy!Pero, claro, me daban dinero, me mimaban y me las tiraba. Yo me acuerdo que una vez me follé a una en un coche por detrás mientras hojeaba una revista. En otra ocasión salía con tres y les vino la regla a la vez, y fueron los cinco o seis mejores días de mi vida, porque no tuve que tirármelas. Las muy cerdas. Era horrible, sólo te ofrecían sexo. No había nada más. Hablo con resquemor. No sé. Es probable que me hayan hecho mucho daño. Porque siempre que me enamoré me jodieron la vida. Todas, incluso, Lorena”.
De muestras de este tipo de nuevo periodismo y de existencialismo de club de alterne está lleno “A tumba abierta”, que podría haber buscado otros títulos mucho más ajustados al contenido.
La citada Lorena era su esposa. El diario El Mundo presentó su suicidio en una playa de Gijón como una especie de venganza policial. Informó de que “se la había dejado suicidar”: una manipulación más. Del libro se deducen cosas bien distintas. De hecho, Lorena estuvo toda la mañana intentando suicidarse y la Policía anduvo buscándola para impedirlo. Las relaciones entre Lavandera y Lorena eran, desde luego, muy peculiares. Él culpa a una cuñada, cocainómana.
“- Mira. Estamos separados. Si quieres tirarte a un tío, tirátelo, pero no estés enrollándote en el trabajo donde lo ve todo el mundo.
A ella (Lorena) le gustaba provocarme. Sabía lo violento que podía llegar a ser y eso la excitaba. Me acuerdo que una vez llegó al club un carnicero de por aquí, uno que tiene la misma cara que Fernando Esteso:
-Hombre, Lorena. ¡Vaya buena que estás! ¡Vaya, culo!
Y yo me quedo mirando para él y dice:
-¿Quién es ese payaso que me está mirando?
De la patada que le arree lo lancé hasta la calle como un sapo. Allí quedó redondo. Y mi mujer se enfadó.
-¡Siempre estás igual! ¡Siempre lo quieres arreglar todo pegando!”.
“Si mi mujer hubiera seguido viva, yo ahora estaría muerto o en la cárcel. Porque hubiera acabado matando un día a mi cuñada. O me hubiese suicidado. O hubiese matado a mi mujer. Provocaba situaciones insostenibles. Nunca en la vida nadie me hizo sufrir tanto”.
—
ENLACES RELACIONADOS:
-«García-Abadillo echa por tierra la ‘conspiranoia’ de Pedrojota»
-«Si Pedrojota es el líder mediático de la derecha es que la derecha ha dejado de existir»
