Los periodistas del PSOE se preguntan a qué espera Pedrojota para dimitir

Felipe Valdés (Periodista Digital).- Dentro de la constante e inclemente campaña que los medios afines al Gobierno Zapatero libran contra El Mundo y la COPE, Enric Sopena, director de El Plural y ex director de RTVE con el PSOE, lanza un reto al aire: «¿A qué aguarda Ramírez para dimitir?». Ese Ramírez, cuyo cese exige Sopena, no es otro que Pedrojota Ramírez.

En su artículo de El Plural de este lunes desglosa el patinazo en ácido bórico de Pedrojota Ramírez, a quien denomina «moralista de piscina»:

«¿A qué aguarda Ramírez para dimitir?

“Interior falsificó un documento para ocultar al juez lazos entre el 11-M y ETA”. Éste fue el titular de El Mundo del 21 de septiembre. ¿Titular? No, en absoluto. No era esa frase un titular; parecía una sentencia en apariencia inapelable. Ni una sola sombra de duda acompañaba a semejante exhibición de amarillismo. Incluso el preceptivo beneficio de la duda se lo pasó Ramírez por el arco de triunfo. ¿Pero a qué lazos se refería Ramírez? Sonroja evocar el vínculo que constaba en el documento supuestamente falsificado.

¡Ácido bórico! No hay ningún precedente de que este producto -de múltiples usos en la vida cotidiana- haya sido utilizado jamás por terroristas a la hora de llevar a cabo sus malvadas actividades. El ácido bórico sirve -entre otras muchas finalidades plausibles- para matar cucarachas. No para matar seres humanos.

El invento, hecho añicos
Primero, a Ramírez se le cayó por el suelo el ácido bórico. Se desparramó con estrépito y se hizo añicos el invento -entre el ridículo y la befa- salpicando de lleno a Jiménez Losantos y al resto de los conspiradores. Luego, al justiciero director se le ha caído también su acusación de que el Ministerio de Interior falsificó un documento con el fin de ocultar al juez Del Olmo, instructor del sumario del 11-M, la conexión entre los terroristas de turbante y los terroristas de txapela.

¡Pobre Zola!
Ya puede pontificar cuanto quiera este moralista de piscina, quien de cuando en cuando incluso se compara -impulsado por su sobredosis de soberbia- con el honorable Émile Zola del caso Dreyffus, que es –¡pobre Zola, si levantara la cabeza!- una de sus fijaciones. Baltasar Garzón –al que en tiempos no demasiado lejanos Ramírez admiraba y elogiaba hasta el ditirambo, porque entonces ambos remaban en idéntica dirección- no le ha sacado un naipe falso, como aseguraba ayer el editorial de El Mundo, sino que le ha sacado los colores a la cara.

Darle la vuelta a la realidad
Hasta el momento, hay que convenir que Ramírez ha salido ileso de todos los lances y ha sabido darle la vuelta a la realidad con asombrosa habilidad. El affaire de su piscina, cuyo problema radica en la titularidad pública de la misma, lo ha ido transformando en los últimos tiempos en cuestión de Estado y, en paralelo, en motivo de vigorosa lucha por la libertad de expresión. Este reciente 19 de agosto “miles de personas –afirmaba El Mundo en su portada del día siguiente- se movilizan en Mallorca por la libertad y plantan cara a 300 radicales”. Surrealismo portentoso.

Intereses y épica
Su capacidad para confundir sus intereses personales o profesionales con la épica del idealismo más noble provoca pasmo. Tiene Ramírez, desde luego, una gran facilidad para utilizar la épica con el fin de tapar algunas de las miserias propias de la condición humana: desde su piscina hasta otros sucesos sórdidos del estilo de la conspiración codirigida por él para acabar con González.

El caso GAL
Ahora que la derecha intenta resucitar el caso Gal, ¿por qué Ramírez, férreo abanderado de esta causa, no se atrevió –en su campaña de pretendida regeneración democrática- a dar un simple pasito atrás para investigar también las actuaciones del Batallón Franco-Español o de La Tripe A, por ejemplo? La respuesta es obvia. Agitar los GAL suponía entonces favorecer el acceso de su amigo Aznar a la Moncloa y, por ende, le favorecía a él. En cambio, sacar a la luz los otros crímenes habría perjudicado al PP. Ramírez conoce muy bien los límites de su cacareada independencia, siempre servida a la carta.

Eran días de esperanza
Avisó por escrito en su periódico el 27 de agosto: “Lo “impensable-impensable”, en términos democráticos, es que pueda quedar en evidencia en sede judicial que un alto cargo policial ha facilitado al Parlamento información falsa sobre un asunto clave del 11-M”. Eran días de esperanza. El complot para que los tres peritos avalaran el ácido bórico como prueba de algodón de que ETA sí participó en la masacre del 11-M y así se pusiera al descubierto la falsedad del otro documento, avanzaba con sigilo por aquellas fechas. Esta vez en la yugular y se terminó el zapaterismo.

Ha ocurrido lo contrario
Pero lo que ha ocurrido al respecto en sede judicial ha sido todo lo contrario. Sólo falta, en lo sustantivo, descubrir por la vía de la justicia quiénes instigaron a los tres peritos a falsificar el informe sobre el 11-M. ¿Qué mano meció la cuna de un hecho tipificado en el Código Penal y políticamente tan formidable? Se sabrá pronto y no sería sorprendente que apareciera la mano de Ramírez. O la de Zaplana. O la de Losantos. O la de Díaz de Mera. O todas juntas.

Las cartas, echadas
Las cartas están echadas. Ramírez ha perdido en esta ocasión la partida por mucho que se revuelva El Mundo atrapado por la ira. Si hasta ahora la teoría de la conspiración sobre el 11-M era un puro dislate sin más fundamento que las versiones de unos cuantos delincuentes presentados por Ramírez como caballeros andantes de la verdad y de la transparencia, a partir del auto de Garzón se ha desmoronado el castillo de arena de la invención y el sensacionalismo periodístico. ¿A qué aguarda Pedro J. Ramírez a dimitir? Si lo hiciera, este gesto, al menos, sería un gesto de dignidad. E.S.»

UNA BATALLA QUE VIENE DE LEJOS

No es la primera vez que Enric Sopena arremete contra Pedrojota Ramírez. De hecho, desde que éste comenzara a bombardear a los españoles desde su portada y desde los micrófonos de la COPE con su teoría de la conspiración del 11-M, Sopena analiza con lupa lo dicho por el director de El Mundo, para criticarlo y/o desacreditarlo.

Ya en mayo ironizaba el que fuera director de RTVE en la anterior era socialista con el tipo de periodismo que se practica en El Mundo, del que decía:

«A veces el periodismo de investigación se transforma en periodismo de suposición»

PEDROJOTA, EN SUS TRECE

Sin embargo, el director de El Mundo, fiel seguidor de la máxima de que una mentira repetida muchas veces acaba siendo verdad, actúa en consecuencia. Mentira o no, Pedrojota sabe convencer a sus lectores de aquello en lo que él quiere, o le conviene, creer, y este mismo domingo insistía (€) en aquello con lo que cada día abre su periódico: la «teoría conspiranoica»:

«El mal estilo de la reacción gubernamental ante el descubrimiento de la falsificación del documento policial que establecía vínculos entre el 11-M y ETA indica que Zapatero ha entrado en esa espiral de autocomplacencia que desemboca siempre en la fatídica, funesta y falaz futilidad de hacerse trampas en el solitario. Cuando se ejercen responsabilidades públicas, lo único peor que engañar a los demás es terminar engañándose a sí mismo.»

Y va más allá, insistiendo en su creencia de que mucho esconde el Gobierno sobre la implicación de ETA en el 11-M:

«Algo parecido es lo que habría también que preguntarse con relación a la muy probable implicación del jefe de seguridad del PSOE en el infame episodio del chivatazo a ETA. ¿Qué sabía el presidente, cuánto sabía y desde cuándo lo sabía?»

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