«La historia es una paparrucha”

Enrique de Diego (Periodista Digital)-. En uno de los libros más visionarios que se han escrito, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, se indica que el primer dogma del nuevo totalitarismo, lo que primero se enseña a los hombres y mujeres aplacados por el soma, sumidos en un hedonismo aletargante, en el que no queda sitio ni para las grandes ni para las pequeñas pasiones. Es que “la historia es una paparrucha”.

He releído la iluminadora novela y este primer dogma ha hecho que un escalofrío recorriera mi espinazo porque está en plena vigencia.

Hemos, al parecer, renunciar al concepto de civilización que, en el sentido ilustrado, es aquello que perfecciona la especie, porque puede resultar (no se sabe por qué) ofensivo. Hemos de confundirnos a nosotros mismos considerando el folclore como cultura y la cultura como civilización y asumir un igualitarismo en las ideas y en las formas de vida.

Y, sin embargo, yo me siento muy orgulloso de la civilización occidental, de los principios que han permitido el desarrollo de una población como nunca antes hubo y, sobre todo, de que haya respondido a la dignidad del hombre, lo haya considerado como un fin y no como un medio (sólo ella lo ha hecho), y haya prohibido la propiedad de unos hombres por otros.

Me siento muy orgulloso de que la civilización occidental se haya basado en la libertad personal y haya permitido su despliegue. Hay en mí orgullos muy intensos de los que, valga la redundancia, me siento muy orgulloso.

EL PELIGRO DE LA NOVELA HISTÓRICA

Como todavía hay suficientes historiadores solventes, ese dogma de que la historia es una paparrucha se está intentando difundir a través de la novela histórica. Ésta tiene unas capacidades sugerentes, interesantes de hacernos revivir el pasado, de encarnarlo, de proyectar, con la fuerza de la literatura, la historia de las mentalidades, la historia de los sentimientos y la historia de los hechos.

Porque para que sea novela histórica es preciso que los personajes históricos actúen tal y como actuaron y los de ficción respondan a los estímulos según las categorías mentales de la época.

De continuo, vemos como en esas novelas que se presentan falsamente como históricas, los personajes en el siglo XI o en el XIII hablan como funcionarios de la ONU o como militantes de Greenpace. Hay mujeres que actúan como feministas descocadas o que se parecen a pijas neoyorquinas de Woody Allen.

Todo esto sería un ejercicio inocente, y en sí mismo estúpido, sino condujera, por acumulación, por torrentera, a ese inquietante dogma de que la historia es una paparrucha.

El ataque pretende demoler los pilares de la civilización occidental. Desea desarmarnos y que estemos todo el día como plañideras llorando por lo malos que fueron nuestros ancestros. Dicen que si no seríamos intolerantes. Pero ellos se muestran muy intolerantes con quien osa llevarles la contraria. Y como ese ataque, desmadrado, pero muy intenso, es para demoler los pilares de la civilización occidental, se ensaña de manera muy especial con el cristianismo.

CRISTO EN EL OJO DEL HURACÁN

Es lícito provocar al cristianismo, porque no representa peligro, pero debemos ser muy respetuosos con el islamismo entre otras cosas porque nos hemos vueltos cobardes. No voy a hacer demasiada referencia al Código da Vinci porque La Lanza Templaria entraña suficiente réplica, pero baste decir que es un paradigma de la frivolidad, ningún dato es cierto, ni por casualidad, ninguna interpretación supera el nivel de “chorrada”, pero contiene suficientes dosis de odio y demolición del cristianismo y abundante adobo de feminismo.

Y, por supuesto, una idealización bastante ridícula del paganismo como una especie de burdel sacralizado. Bien, en el paganismo había esclavitud y sacrificios humanos, y los dioses (y las diosas- eran bastante crueles).

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