Paracuellos, la verdad enterrada

(PD).- Sieta de noviembre de 1936: autobuses urbanos escoltados por varios coches balilla llegaban a un lugar conocido como el Arroyo de San José, junto a Paracuellos. Decenas de hombres atados de dos en dos por sus muñecas eran obligados a descender de los autobuses por milicianos e iban siendo fusilados.

Todos los presos formaban parte de una selección que figuraba en listas elaboradas
que acompañaban a una notificación con membrete de la Dirección General de Seguridad y, en ocasiones, añadido, del delegado de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, Segundo Serrano Poncela. Lo cuenta así la revista Época.

La excusa que se alegaba para requerir a los presos era que iban a ser puestos en libertad o trasladados a otra prisión.

En los casos en que se anunciaba un “traslado”, realmente muy pocos, los internos efectivamente llegaron a su punto de destino declarado: Alcalá. En suma, a los asesinados se les comunicaba que iban a ser liberados, aunque lo más probable es que pocos lo creyeran.

En ese contexto es lugar común caer en una guerra de cifras. Aunque resultar complicado precisar el número total de víctimas, sí conocemos, con certeza, algunas cantidades parciales: Por ejemplo, en la expedición del día 8 se asesinó a 414 personas cuyos nombres y apellidos conocemos.

Personalmente, hace años dediqué mucho tiempo a examinar concienzudamente las listas parciales de cada saca. Me desplacé al camposanto de Paracuellos, sito en elmismo lugar donde se produjeron los asesinatos, y tuve la paciencia de cotejar lápida por lápida los nombres de los asesinados con esas listas que existen.

Éstas, a su vez, las he cotejado con la documentación original de la Dirección de Seguridad republicana. Y siempre he aplicado el sentido común.

Con frecuencia se manipula al alza el número total de los asesinados en estas sacas de presos. Se escribe que hubo 8.000 víctimas (algún osado habla de 12.000). Son cantidades imposibles de aceptar desde un análisis razonable.

Pero hay un dato mucho más contundente: sabemos por muchas fuentes que la población penitenciaria en Madrid estaba en torno a las 8.000 personas. ¿Alguien puede creer que los asesinos mataron a todos los presos? Es más, si las víctimas en Madrid de toda la guerra asciende a algo más de 16.000 muertos, ¿vamos a creer que nada menos que la mitad de todos los muertos en Madrid durante la guerra murió asesinada en Paracuellos y la otra mitad se la reparten los bombardeos, los caídos en combate, etc.?

Considero que la cifra de asesinados en este genocidio de Paracuellos del Jarama (más una matanza en Torrejón) hay que situarla en torno a 2.200 ó 2.400 muertos que ya es una cantidad inmensa, en mi opinión.

Y queda el peliagudo aspecto de las responsabilidades. En este terreno hay que diferenciar facetas. Por un lado, quiénes organizaron estas matanzas de presos. Y, por otra parte, quiénes las conocieron y las toleraron o, cuando menos, no pusieron el interés necesario en ponerles fin. Estas expediciones masivas de presos no podían obedecer a la iniciativa de individuos aislados, o de un comité, que actuaran por razones personales, de venganza, o llevadas a cabo por esos grupos de los llamados incontrolados.

Es lógico pensar que se tratase de acciones planificadas en las que sabemos que se seleccionaba a las víctimas y, además, partieron de instituciones dependientes del Gobierno y no clandestinas: las cárceles de Madrid.

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