Felipe González dejó morir a un grapo de hambre

Ni uno sólo de los responsables socialistas del plan viejo se han descolgado de la medida de ZP con De Juana. Todos hubieran hecho lo mismo. Ibarra, Bono y el míster. Todos. Una oyente de la COPE duda de tanta humanidad. «Felipe González dejó morir a un terrorista de GRAPO que se había puesto en huelga de hambre«. Indago, y efectivamente. ¡Qué poca «humanidad» con los etarras de entonces!, ¡qué falta de «humanidad» con los grapos!, ¡ay, y cuánta sospechosa «humanidad» con De Juana!

«No dejemos que este cabrón se convierta en un héroe«. Rodríguez Ibarra calentaba las orejas a las bases de Zapatero. A posteriori, José Bono y Felipe González aseguraban que ellos también hubieran mandado al sanguinario a su casita y que Zapatero de cobardía, nada monada.

Una oyente llama a la cadena COPE porque tiene la mosca detrás de la oreja. «Felipe González no mostró tanta humanidad en el año 90. Dejó morir a un grapo que se había puesto en huelga de hambre«. Me lanzo como loco al Google. Efectivamene. José Manuel Sevillano.

Fue el 25 de mayo de 1990. José Manuel Sevillano dejó de respirar en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

«Fue el último de sus 175 días en huelga de hambre como respuesta al trato recibido por una compañera de los Grapo en una prisión de Sevilla y a la dispersión de los presos de la banda.»

Rafael J. Álvarez informaba de ello en el diario El Mundo.

«Su ayuno fue el que peor terminó. Otros 67 integrantes de la organización terrorista habían iniciado, junto a él, una huelga de hambre en diciembre de 1989, un ayuno de combate que los más convencidos prolongaron durante 18 meses. Todos sobrevivieron, aunque algunos llegaron a situaciones de gravedad extrema y otros sufrieron secuelas para el resto de su vida.»

Era la época de Corcuera, uno de los que terminó con sus huesos en la cárcel por corrupción. No trataba entonces Felipe González a los etarras precisamente con guante de seda. Tampoco, como vemos, les temblaban las rodillas tratando a los grapos chantajistas. Pero eran otros tiempos. Tiempos con mucha menos «humanidad«. Tiempos, unos y otros, de Alfredo Pérez Rubalcaba.

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