La agonía de una lengua

(PD/Agencias).- El idioma de los ixcateco, uno de los 62 que quedan en México, está condenado a extinguirse. Solo lo hablan ya cuatro ancianos en un valle del estado de Oaxaca.

El ixcateco está agonizando. Apenas puede ya decir «tami» («buenos días»). Se muere.

Explica Toni Cano en El Periódico que el ixcateco es una lengua que se muere con los últimos cuatro ancianos que la hablan, en un valle perdido de la árida y mágica serranía del estado mexicano de Oaxaca. «Cuando una lengua muere, parte del mundo nombrable desaparece y eso es terrible», llora Miguel León-Portilla, el gran experto en idiomas indígenas de América.

Si, como dice León-Portilla, «las lenguas son atalayas distintas para ver el mundo, cauces para acercarse a la realidad», la cuna y el lecho de muerte del ixcateco es un territorio antaño inaccesible que permitió a los lugareños mantener su independencia durante siglos.

La mengua del agua fue dejando lo que los indígenas llaman «pueblos despoblados», todos con nombres de santo. La etnia acabó por concentrarse en la localidad de Santa María Ixcatlán y sobrevivió tejiendo sombreros de palma.

Un lugar en las nubes
Su atalaya es privilegiada y maldita: la Mixteca Alta, el llamado lugar de las nubes, donde viven los hijos de la lluvia, en lo alto de la inhóspita Sierra Madre. En Ixcatlán, el clima es aún más seco, el arroyo que lleva ese nombre solo fluye en la época de lluvias.

La alta mortalidad infantil y la emigración han mantenido una población escasa. Pese a los intentos de recuperarlo, el ixcateco se ha dejado de hablar. Aunque en internet aún aparece una leyenda que parece una ironía:

«Aprende Ixcateco de Santa María Ixcatlán».

Solo el lingüista estadounidense Michael Swanton se ha afanado a reunir los últimos vestigios de esa lengua, ha hablado con los ancianos y grabado horas y horas de conversación. Ha hecho un archivo digital, quizás porque cree que «cuando una lengua desparece es como un archivo que se quema».

El escritor Carlos Montemayor recuerda: «Hacia el siglo XVI se hablaban en México alrededor de 170 lenguas; a principios del siglo XX solo 110 y en lo que va del XXI aproximadamente 62, de manera que en 500 años se han perdido más de 100 lenguas». Como otros estudiosos, el novelista calcula que «en los próximos 20 o 40 años van a desaparecer 19 y así, en poco tiempo, tendremos como mucho 40».

Es cierto que en el mundo «de promedio desaparece una lengua cada dos semanas», como dice el director general de la Unesco, Koichiri Matsura, en el informe Hacia las sociedades del conocimiento. Y también lo es que «cada vez que un pueblo deja de hablar una lengua se empobrece toda la humanidad», como advierte el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.

Ahora la toca al ixcateco, mañana al chococholteca y así hasta que, de las 6.700 lenguas que se hablan en el mundo, solo queden unas pocas.
Según la ONU, 2.500 lenguas indígenas, similares a estas de Oaxaca, «corren peligro de extinción inmediata».

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) traza un paralelo con la disminución de diversidad de los cultivos: «También los cultivos de espárragos o zanahorias han disminuido en un 90%». El director del PNUMA, Klauz Toepfer, dice: «Si estas culturas desaparecen, ellas y su íntima relación con la naturaleza se perderán para siempre. Debemos hacer lo posible para proteger a estos pueblos. Sin ellos, el mundo será un lugar más pobre».

Acciones urgentes

Un exdiputado mexicano de la etnia trique, Rufino Merino, opina: «Es urgente rescatar y crear formas de preservación, promoción, desarrollo y enseñanza de las 62 lenguas que aún nos quedan en México». Merino llegó a pedirlo en el Congreso, pero, como asegura el escritor Montemayor, «lo que los indígenas no consigan por su propia fuerza, nadie se lo dará por misericordia o solidaridad».

De momento, la alta marginalidad ha llevado a un 80% de los habitantes de la Mixteca a EEUU. Como en el futuro el propio mixteco, ahora el ixcateco agoniza. Ya solo lo hablan con fluidez dos ancianos, Pedro Salazar y Cipriano Ramírez, mientras que otra vecina de Ixcatlán, Luisa, y su hija, conservan algunas expresiones y palabras.

«X taaku kwanichjama xwjani» («Ya acabaron de hablar nuestro idioma»), dicen los mayores.

Santa María aún es conocida como «un pueblo chico de gran tradición e intenso colorido, donde la vida camina sin prisa y abunda la fiesta y la magia».

Quizá el tiempo seguirá siendo aquí cíclico, pero pronto el ixcateco dirá por última vez adiós:

«Jngu tzexi».

GRAN SELECCIÓN DE OFERTAS MULTI-TIENDA

CONSOLAS

ACTUALIZACIÓN CONTINUA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído