(PD).- «Si el Rey cree en la libertad de expresión no debe usar un almuerzo institucional para borbonear a nadie«. Martín Prieto tercia con una columna en El Mundo que titula directamente con el nombre de su compañero «Jiménez Losantos«. «No invita a sus oyentes a tomar la Bastilla, pero como siempre dice lo que piensa a veces no piensa lo que dice, porque para la abdicación no es el tiempo, ni hay ganas.»
«Es muy saludable que el Rey se cabree mientras no lleve a los hechos sus palabras. El Rey representa El Rey que rabió. Losantos no se desayuna cada mañana pidiendo la abdicación del Monarca; lo ha hecho unas pocas veces, en años y con algún circunloquio. No invita a sus oyentes a tomar la Bastilla, pero como siempre dice lo que piensa a veces no piensa lo que dice, porque para la abdicación no es el tiempo, ni hay ganas, ni sería el Príncipe la mejor solución para los problemas que nos afligen. Empero cualquier ciudadano está en su derecho de pedir la abdicación de Don Juan Carlos y hasta de fundar un partido abdicatorio con ese único fin».
El columnista de El Mundo analiza la situación de la Cope:
«Las jaurías que persiguen a Losantos no van por sus huesos informativos sino por la Conferencia Episcopal. Expulsado Losantos a las tinieblas exteriores le seguirían Ignacio Villa, jefe de los Informativos, y César Vidal, conductor de La Linterna. Tres patas del mismo banco cuya ausencia dejaría la Cope gravemente quebrantada. Si tales sucesos se produjeran, tras el almuerzo real, bien podría repetirse aquello de que el impulso fue soberano. Si el Rey cree en la libertad de expresión no debe usar un almuerzo institucional para borbonear a nadie».
Pero, también, el que fuera subdirector de El País da su punto de vista del diario de PRISA:
«El subtítulo Diario independiente de la mañana, que tantas bromas produjo, cambia por El periódico global en español sin que se sepa bien si alude a la globalización o al globo terráqueo. El auténtico «cambio» del periódico lo simbolizó Jesús de Polanco en su última comparecencia pública anunciando el despido de Hermann Tertsch por su antizapaterismo».
Y el mismo día que Javier Moreno canta la independencia del rotativo que dirige, «un diario que no tiene candidato, ni partido político«, Martín Prieto escribe:
«La alegre «independencia» del diario duró los tres primeros años, los suficientes para que empezara a ganar dinero y Polanco a urdir negocios fraternales con el partido socialista».