Los virajes de Pedrojota y su obsesión por dirigir el PP

(PD).- La conocida como «homilía» del director de «El Mundo» va dirigida este domingo a los cargos y militantes del PP congregados en Ifema para una importante conferencia política.

El pasado domingo el diario El Mundo publicaba un sondeo de Sigma Dos que atribuye una ventaja de 3,1 puntos al PSOE sobre el PP. Y hoy Pedrojota Ramírez titula su artículo dominical «¿Puede aún ganar el PP las elecciones?».

Una pregunta a la cual ofrece una respuesta condicional: «Sí, si…». Y es en el «si» condicional donde reside la novedad, porque algunas de sus afirmaciones se asemejan mucho a las que viene firmando en los últimos meses su gran rival en ABC, José Antonio Zarzalejos.

Según Ramírez, a los populares se les han esfumado las tres oportunidades de rentabilizar la mala gestión de José Luis Rodríguez Zapatero: una sentencia del 11-M que desmontara la versión oficial (curiosamente, el mismo Pedrojota destacaba hace quince días las contradicciones de la sentencia), la crisis económica («que no adquirirá suficiente consistencia de aquí a marzo») y una ofensiva etarra, que no tendrá lugar, considera, porque «eso requeriría que la banda tuviera el empeño de intentar derribar a Zapatero -lo cual es más que dudoso teniendo en cuenta sus expectativas de reanudar el proceso de negociación política-«.

Por tanto, al PP no le queda más remedio que arrastrar al electorado con su propia oferta, y según Pedrojota «a día de hoy existen más posibilidades de que se agrande la diferencia de aquel 14-M -sin descartar siquiera una mayoría absoluta socialista- que de que se reduzca».

Este mazazo a las expectativas populares tiene una explicación: desde los atentados del 11-S en 2001, José María Aznar «deja de hacer lo que le conviene y empieza a hacer lo que le apetece, dando rienda suelta a sus fantasías sobre cómo ocupar un lugar en la posteridad», y el hundimiento de las Torres Gemelas «sirve de catalizador para su matrimonio político con Bush».

Hasta aquí, el análisis de Ramírez es conocido porque él siempre rechazó la guerra de Irak. Pero saca otras conclusiones que firmaría el mismísmo director de ABC: «El PP continúa siendo rehén de aquellas equivocaciones y la madre de todos sus problemas es la pérdida de los principales atributos que durante la década anterior caracterizaron su centralidad. El PP está dirigido por gente inteligente, atractiva y cargada de ingenio pero vuelve a ser percibido como un partido duro, inflexible, anticuado y antipático que reacciona a golpe de calentón».

Y eso no es sólo culpa de la propaganda adversaria, sino también de «la disposición de la cúpula del partido a dejarse arrinconar, como en los tiempos de Fraga, en posiciones políticas que suscitan el entusiasmo de los incondicionales -y estamos hablando de unos cuantos millones de votantes-, pero difícilmente servirán para atraer en un grado suficiente ni a los moderados indecisos ni a los jóvenes que se incorporan al proceso de participación política».

¿Ejemplos? La «identificación» entre las «agendas» del PP y de la Iglesia Católica, señala el director de El Mundo. Quien se ha mostrado contrario a la ley de matrimonios homosexuales, pero dice que «por muchos reparos que le produjera desde el punto de vista jurídico, el PP no debía haber dado la batalla contra el matrimonio homosexual en términos propios de quien combate un pecado» (el PP tiene presentado un recurso de inconstitucionalidad), ni «tampoco debería oponerse a la investigación con embriones o a cualquier otro avance razonable de la biociencia» ni «ser beligerante contra la existencia de una asignatura que se llame Educación para la Ciudadanía».

Y Ramírez propone también un desmarque respecto a Francisco José Alcaraz: «No es la hora de volver a llenar las calles detrás de las pancartas de la, por tantas razones admirable, pero no pocas veces demasiado radical, Asociación de Víctimas del Terrorismo, pues las negociaciones del mal llamado «proceso de paz» han terminado sin que los peores augurios sobre concesiones a los etarras se hayan consumado».

Es la hora del «programa, programa, programa», para el cual desgrana algunas propuestas. Y remata pidiendo que los populares perseveren «en aquel magnífico invento que fue el centro reformista» y arrumben de una vez «clichés del Pleistoceno que sólo les llevarán a una nueva reedición de la opereta de la honra sin barcos».

Le faltó solamente poner nombres propios.

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