(PD).- María Antonia Iglesias tiene a su «triada capitolina» particular, a los tres en un pedestal: Felipe González, Arzallus y Fraga. Tres personajes que le fascinan. La que fuera directora de TVE en los años más grises del felipismo, asegura que González nunca le presionó, se bastaba solita. «Sólo hablando del 50 aniversario de la guerra civil me aconsejó cuidado. No convenía reabrir heridas«.
María Antonia Iglesias se define ella misma como una socialista «del plan antiguo«. Felipista y más cuando las circunstancias hacían que se te pusiera la cara colorada reconociéndolo, cogió las riendas de la TVE y luchó a capa y espada contra los medios que trataban de esclarecer los robos multimillonarios de cargos públicos y el crimen de Estado perpetrado por el Gobierno que la había puesto.
– ¿Era una televisión de partido?
– Honestamente, no. El gran reto fue aguantar la presión del PP y de los medios afines, que exigían que TVE se sumara al coro mediático que quería demonizar al Gobierno y a Felipe. Pero TVE no estaba para eso. Nunca se dio una información sin contrastar y mucha pretendida noticia era amarillismo, o calumnia.
En una entrevista en el Periódico de Cataluña, la aguerrida socialista cuenta detalles de su gestión:
-¿La presionó Felipe para favorecer al Gobierno?
– Jamás. Mire, el general Sáenz de Santamaría había hecho una declaración sobre los GAL de gobiernos anteriores, y le comenté a Rubalcaba que íbamos a hacer un reportaje a partir del impagable archivo de TVE. Me pidió que no lo hiciera.
– Pero hablaba con Felipe.
-Nunca presionó. Solo hablando del 50 aniversario de la guerra civil me aconsejó cuidado. No convenía reabrir heridas.
La euforia y el gustirrinín que causa Felipe en la entrevistada, le lleva a decir que Felipe en el 96 perdió, simplemente, porque «se dejó ganar«.
«En el terrible 93, salió a ganar y ganó. Luego vino la legislatura del 93 al 96. Y creo que llegó a interiorizar que la derecha no aguantaría cuatro años más sin tocar poder, que podía tomar caminos irresponsables. Que quizá era bueno que gobernara. Y se dejó ganar».
De Arzallus, uno de sus admirados, asegura que «contribuyó al consenso constitucional con la abstención positiva del PNV. Sin ella, todo habría sido más traumático«.