Dragó vuelve al columnismo «bromeando viperinamente» sobre Germán Yanke

Juan Cruz Osta (PD).- Desde que Umbral dejara este mundo, Pedrojota sigue atando cabos para dejar niquelada la sección de opinión de su diario. A Raúl del Pozo lo colocó para tapar la espalda, pegado a la columna vertebral. Y para rellenar su hueco, se trae de nuevo al columnismo al «joven» Sánchez Dragó. Y se estrena con un repaso a su vida como columnista y otro repaso a su antecesor en Diario de la Noche, Germán Yanke. «¡Qué morbo que yo, inocente, lo diga

«Umbral -¿Umbral?- de 2008: regreso al columnismo. No es éste sacerdocio, sino militancia y, en mi caso, disidencia. Nací lobezno, como Mowgli».

El propio Fernando Sánchez Dragó recuerda su idas y venidas de la columna. Y sale a relucir Germán Yanke:

«Desde el 2000 no lo ejercía. Fue entonces cuando mi predecesor en Diario de la Noche, que lo hacía muy bien, desembarcó en la revista Epoca y, en sucesivas oleadas, nos fue echando a todos. Todos éramos Jaime Campmany, Jiménez Losantos, Alfonso Ussía, Juan Velarde, Manolo Alcántara… Bien hecho. Akela, el capo de la jauría lobuna en El libro de la selva, siempre marca territorio. Por eso seré yo aquí el Lobo Feroz».

«Luego le aplicarían a él, a Germán Yanke, una dosis de caballo de la misma medicina. ¡Qué morbo que yo, inocente, lo diga! ¿Karma? Hoy somos, y mañana, estatuas. Fue, precisamente, el maestro Campmany quien me enseñó ese dictum».

«No es vendetta, Germán, trinchada en plato frío, sino broma viperina sin veneno de tertulia del Gijón. La vida entera lo es: broma. De cuanto en la Historia universal se ha escrito me quedaría con la frase de un filósofo presocrático que enseñó la pata, pero ocultó su nombre: Nada importa nada. Su aliento está en mi coronilla: la trasladé hace ya muchos años a un baldosín y colgué éste detrás de la mesa en la que escribo. Lo releo todas las mañanas. Es mi padrenuestro, mi avemaría y mi gloria in excelsis del sentido del humor».

No defrauda Sánchez Dragó.

«La columna de Epoca que derribó Yanke se llamaba La Dragontea, y fue Paco quien me sugirió tan atinado epígrafe. Para entonces ya había dicho de mí que soy disidente de todo y militante de mí mismo. Le di la razón en ambas cosas. La disidencia es mi yo y la militancia, amigo Ortega, mi circunstancia».

Vuelve el escritor y viajero al columnismo y lo hace con espíritu de «disidencia y militancia«:

«2008… Vuelvo, pues, al columnismo, y lo hago de la mano que en 1980 me condujo a él: la de Pedro Jota. ¿Con idéntico ímpetu, con igual espíritu? La duda ofende: disidencia y militancia. Dijo Stevenson a su médico que siempre se muere joven -dictando, por ejemplo, una columna- y añadió Jung que la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir. Umbral no murió de eso».

«Aquí estoy otra vez. ¡Centinela alerta! ¡Negritas a mí! Me gustan el mundo y EL MUNDO. El rey ha muerto. ¡Viva Umbral!»

¡Viva Dragó!

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