(PD).- El director de cine tomó el micrófono y se destacó por encima de sus compañeros. José Luis Cuerda llamó «imbéciles» a los dirigentes y a los votantes del PP. Y el resto, entre ellos Boris Izaguirre, aplaudían a rabiar. Varias personas del mundo de la farándula ya han dejado plasmada su discrepancia. Incluso lo hace la televisiva Pilar Rahola.
El akelarre de los «untados» del canon fue sonado. A menos de un mes de las elecciones generales, los artistas «de siempre» (Víctor Manuel, Ana Belén, Serrat, Sabina,…) han salido al rescate de Zapatero. Las encuestas no pintan claras y si hace falta un empujoncito, ahí están ellos.
A Pilar Rahola, no obstante, no le agradó demasiado el espectáculo. Y así lo escribe en La Vanguardia.
«La verdad, no me gustó nada lo del otro día. Esa foto couché con todos los progres del artisteo, donde no faltaba ninguno de los previsibles, y sumaba alguno de los incomprensibles (¿a qué disciplina artística se dedica el doctor Montes?), me pareció un forzado ejercicio de exhibicionismo elitista, un algo desmelenado y un mucho impertinente».
«En esas, llegó José Luis Cuerda y habló de la «turba mentirosa», los llamó imbéciles, clamó al cielo contra la «teocracia humillante y estúpida» y de milagro no chilló «a las barricadas». El tipo se quedó a gusto, como si hubiera evacuado después de una larga temporada de estreñimiento, y el resto de acompañantes hicisteis bueno el principio del buen figurante. Reír, aplaudir, callar. Ji, ji, ja, ja. Ya hemos hecho el progre. Ya hemos insultado un poco a los peperos, hemos puesto cara de elite artística enrollada, riquísimos todos pero del pueblo, y le hemos dicho al mundanal ruido que somos de ZP hasta la muerte. Bien. ¿Y?»
«Estoy en contra de crear estos discursos demonizadores, que excluyen a millones de votantes de la cordura y el sentido común, que desprecian a los otros, que se elevan como si tuvieran la verdad universal y que respiran un cierto tufillo de despotismo ilustrado. Las palabras de Cuerda son propias de un pequeño déspota, y lo siento, porque me gusta Cuerda. Pero ¿es necesario despreciar hasta ese nivel a los votantes de otro partido para ganar la razón? ¿Qué pensamiento libre, crítico, razonable, existe detrás de una pendejada como esa?»
Y concluye su carta, que personaliza en Boris Izaguirre:
«En fin, querido. Perdona el atrevimiento. Pero te vi ahí en medio, al ladito del bellezón de Judith Mascó – otra peculiar disciplina artística, la suya-, con cara de chico bueno, y pensé que Sarkozy y Ségolène me daban mucha envidia. Mientras ellos juegan a seducir a grandes intelectuales y se pelean por un Glucksmann, aquí sacamos a gritar a José Luis Cuerda. No, si quedar, queda bien. Pero ¿es lo mismo?»