La «zeja» y poco más

(PD).- De Zapatero tuvieron anoche más presencia sus cejas que su discurso. Porque se perdió en mil jardines dialécticos y porque la señal de la Academia de Televisión lo mostró más circunflejo que nunca, con aristas que dificultaron la empatía en los cuartos de estar.

Como subraya Blanca Torquedama en ABC, no pocos espectadores se quedaron con ganas de cotejar si esas cejas oscurísimas y tupidas, además de angulosas como suelen, llevaban anoche algún subrayado subliminal, a base de maquillaje o por el efecto de algún foco.

El caso es que el guiño de campaña puesto en órbita desde Gobelas se convirtió en categoría visual que no realzó al aspirante socialista, sino todo lo contrario.

Mariano Rajoy fue otra cosa. Tampoco enamora a la cámara, pero midió bien sus fuerzas en el pulso y logró que el discurso se sobrepusiera a la imagen, y no al contrario.

El aspirante echó finalmente mano de la corbata granate del «Tengo una pregunta para usted», la que aquella vez le dio suerte.

No se privó así de resabios supersticiosos y, aun condicionado por la pauta indumentaria convencional, introdujo sus propios códigos incluso en lo que llevaba puesto, para propiciar una atmósfera favorable.

O, al menos, para sentirse más cómodo y suelto. Optó por un traje azulón intenso, casi primaveral, como primer indicio de que estaba dispuesto a asumir riesgos. Y ganó en la apuesta, pues si lo de la vestimenta lo tenía decidido de antemano (con la conformidad de Viri, su esposa), menos previsible era el repaso que infligió al presuntamente «más televisivo» Zapatero.

La chaqueta
En su llegada a Ifema, con un minuto de adelanto, las manos del candidato de la oposición jugueteaban insistentemente con los dos botones de su chaqueta, en un dilema de abrocharla o no hacerlo que denotó nerviosismo, antes de posar con la directiva de la Academia de Televisión y de pasar al «backstage» para los últimos toques de maquillaje.

Zapatero fue más convencional a la hora de rebuscar en su fondo de armario. Premeditadamente institucional, enfundado en azul marino, irrumpió en el recinto con cuatro minutos de retraso sobre la hora fijada en las encorsetadas condiciones del cara a cara.

A diferencia de Rajoy, el aspirante socialista llegó abrochado, pero con la corbata bastante torcida. Un desajuste en su imagen, siempre algo desgarbada, que ya se había subsanado cuando los contendientes posaron para cámaras flanqueando al omnipresente moderador.

Introducción prolija
Tras la prolija introducción de Manuel Campo Vidal, a Rajoy le correspondió abrir fuego, y lo hizo con algún asomo de inseguridad, aferrado a un bolígrafo. Detalle no demasiado sintomático, pues, también con un boli entre las manos terminó dando Sarkozy un repaso a Ségolenè Royal.

De hecho, el líder del PP se creció enseguida y se asentó en el plató de Ifema. Zapatero no resbaló en un primer momento, y en las réplicas y contrarréplicas del bloque de arrancada pareció que se iba a escenificar un duelo equilibrado.

Impresión fallida, pues a Rajoy sólo le faltó fumarse un puro, en algunos momentos del debate. En el castigo de los primeros planos (¿quién los resiste, incólume?) quedaron al descubierto flancos débiles, en uno y otro contendiente.

En el líder del PP, una mirada errática, a veces, que no se centraba ni en su adversario ni en la cámara, y en Zapatero, cabeceos de autómata, nada convincentes.

Tanto la escenografía como la realización se había calcado de las presidenciales francesas («plagio» de la mesa incluido), así que se fueron alternando sopesadamente los planos cortos de los dos candidatos, con omnipresencia de quien estaba en el uso de la palabra.

Afortunadamente, el combustible aportado por Rajoy ayudó a que prendiera la chispa y lo que a priori podría haberse convertido en una sucesión de consignas contrapuestas abrasó a Zapatero, que se quedó inerme y sin capacidad de réplica, ya al cierre del cuarto bloque.

Se notó en las manos del candidato socialista, que a esas alturas se habían quedado alicaídas sobre la mesa, sin dibujar en el aire los clásicos aspavientos de karateca.

Así el líder popular salió casi en volandas, entre la euforia de los suyos, mientras Zapatero comentó que tendrá que ver el duelo tal cual se ha emitido, pasado por el filtro de la realización, para sacar sus conclusiones. Todo un síntoma.

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