El eterno masculino

(PD).- El ateniense llevaba el pelo largo desde niño hasta que alcanzaba la pubertad, momento en el que se confirmaba la edad adulta y por consiguiente cumplían con la tradición de ofrecérselo a los dioses. Y se lo cuidaban con aceite.

Les proporcionaba tersura y elasticidad. Pero no sólo a la cabellera. El aceite servía tanto para masajear el cuerpo como la cara, sobre todo el cuello y el contorno de los ojos, por ser rico en aportes vitamínicos.

Y lo hacían con una mezcla en la que había 3 partes de aceite de oliva, una de aceite de espliego, 1 de tomillo y cinco de germen de trigo.

Tras unir adecuadamente los aceites, se incorporaba a la mezcla una cucharada de glicerina.

El aceite fue la base de una industria cosmética; a través de él se obtenían excelentes bálsamos, y resultaba imprescindible para el pueblo griego no sólo en la higiene, sino también en la belleza y cuidado personal.

Pero aparquemos de momento su uso para continuar con los gustos y preferencias de los hombres griegos, muy presumidos y que hacían todo lo posible para agradar.

Si la sociedad griega se mostraba fundamentalmente patriarcal y los hombres dominaban casi todos sus ámbitos, en lo referente a la cosmética fue más bien un tema femenino, aunque ellos, en su deseo de gustar, recurrían a ejercicios, masajes, aceites o perfumes además de su obsesión por conservar el pelo; lo cuidaban con esmero, aunque de forma distinta según las ciudades. En Esparta y Atenas, dónde los hábitos se oponían por completo, el cabello además de ser un signo que denotaba cierta juventud, limpieza o belleza, se consideraba un símbolo social que marcaba ciertas diferencias entre los ciudadanos.

El ateniense llevaba el pelo largo desde niño hasta que alcanzaba la pubertad, momento en el que se confirmaba la edad adulta y por consiguiente cumplían con la tradición de ofrecérselo a los dioses; los esclavos se rapaban la cabeza para así guardar distancias con las personas libres. En Esparta, por el contrario, los hombres desde niños preferían lucir un pelo corto o rapado.

No obstante, tanto en una ciudad como en otra, hombres y mujeres tuvieron serios problemas con la calvicie debido al uso indiscriminado de productos y ungüentos agresivos que producían una pérdida de pelo. Como consecuencia, ambos sexos tuvieron que usar pelucas y postizos.

La barba fue también otro de los puntos que tuvieron muy en cuenta; les gustaba llevarla muy cuidada dándole forma cuadrada o puntiaguda.

La planta del loto estuvo considerada un potente remedio contra la caída del pelo. La aplicaban dejándola macerar en aceite y después de ser filtrada; seguidamente, se lavaban con agua de loto (siete partes) y agua de rosas (tres partes).

La moda

Alcibíades, uno de los personajes significativos de Grecia y conocido como el príncipe de la elegancia, ponía un especial cuidado en su aspecto físico y en la elección de su vestuario, llegando incluso a crear moda entre sus conciudadanos. Así pues, y retornando el tema, veamos la importancia que tuvo el vestir entre el pueblo griego.

La indumentaria en un principio estuvo confeccionada en lana, luego en lino y posteriormente incorporaron la seda. Las prendas más usuales fueron las túnicas y los mantos, cuyas telas, dependiendo de la estación, serían más o menos ligeras. Así, la clámide era una capa de verano hecha con lana fina y a veces con tejidos más valiosos; se superponía sobre el chitón, un tipo de túnica, y llegó a ser la favorita de la gente rica, pues además de su elegancia servía como protección del viento y la lluvia. El himatión también era utilizado por hombres y mujeres para envolverse el cuerpo; podía usarse de vestido, en cuyo caso cubría un solo hombro y se anudaba a la cintura. Una de las cosas más comunes de aquel vestuario fueron los pliegues, que si bien algunas veces los formaban al colocar la ropa de una manera determinada, otras los realizaban las mujeres mediante técnicas de lavado y secado al sol con almidón.

En lo que respecta al vestuario propiamente masculino, diremos que las túnicas, por lo general cortas, se recogían en ambos hombros y por encima de ellas se echaban, a modo de echarpe, un manto confeccionado en lana y adornado con diversos dibujos, algunas veces bordados en oro, plata y piedras preciosas, como en el caso de los monarcas; en cambio, los de la gente más joven o los soldados solían ser sencillos y de color metálico. Una variante de dicha prenda fue la utilizada por los esclavos, con un hombro descubierto; ejemplo también de que en el campo de la moda era imprescindible marcar ciertas diferencias con el resto de los ciudadanos.

Un complemento habitual entre los griegos era un sombrero llamado petaso, empleado en especial en los viajes, para evitar así las molestias atmosféricas.

Observando la vestimenta griega, comprobamos que una de sus peculiaridades era la falta de hechuras, ya que se trataban de piezas sueltas que al recogerse en la cintura mediante cinturones o prendedores, formaban esa serie de pliegues naturales ya citados. A menudo dichos dobleces las dejaban sueltas sin sujeción de ningún tipo, facilitando que la prenda se abriera al caminar. Estos trajes se denominaban peplo.

Las esclavas, así como las mujeres humildes o las campesinas, al contar con menos recursos económicos, se tejían ellas mismas las telas de sus trajes. y algo que no debemos olvidar, por su originalidad, es esa especie de sujetador llamado bandelette, una banda ancha que se colocaba debajo o sobre el chitón.

El armario de cualquier persona no sólo está formado por la ropa sino que los accesorios son la nota final a la hora de elegir cualquier prenda; en Grecia alcanzaron gran fama por su variedad y elaboración. Destacaban los pendientes, anillos, collares, camafeos y brazaletes realizados con materiales muy diversos, como esmaltes, piedras preciosas, oro y plata; las formas resultaban muy bellas y sumamente originales.

Puede decirse que la joyería griega se vio impulsada con las Guerras Médicas. Si hasta entonces algo tan elemental en los adornos como son los anillos habían sido lisos y sin adornos, desde entonces les incorporaron piedras talladas con forma de sello. En un principio, estas piezas resultaron demasiado caras para los ciudadanos corrientes, pero con el tiempo su uso se extendió a toda la población. El gusto por la pedrería trajo consigo un nuevo oficio, el tallado de gemas; Grecia llegó a tener muy buenos artesanos en la materia. Entre las piedras más utilizadas figuran la calcedonia y la cornalina, aunque el ágata o el jaspe se comercializaron a precios muy asequibles. Posteriormente, se introdujeron variedades como los granates y las perlas.

La moda de las joyas pasó por varias fases, dependiendo de la situación por la que atravesara el pueblo. En época helenística, por ejemplo, cobró mucha importancia y se hicieron grandes obras de arte bajo dicho estilo. También incorporaron motivos egipcios, religiosos e incluso escenas de la vida cotidiana del pueblo que se grababan en camafeos.

El uso de piezas de más o menos valor estuvo muy arraigado entre el colectivo griego. Además de adornarse con pulseras, collares…, las mujeres lucieron unos complementos que se pusieron de moda siglos después en casi todo el mundo para preservar el cutis del sol y mantener una piel blanca: las sombrillas y los abanicos; éstos tenían el mango corto si los utilizaban las señoras o largo cuando lo manejaban las esclavas.

El repaso por la moda no estaría completo si no echásemos un vistazo al calzado que se usaba; todos se ponían zapatos, sandalias o botas, en función de la temperatura. Las sandalias eran planas, de cuero, y anudadas a la pierna mediante cintas. Las botas, por el contrario, podían ser bajas o de media caña y por lo general iban forradas con pieles de animales. También fueron muy frecuentes unos zapatos llamados coturnos, utilizados por los actores; en general, tenían la suela más gruesa en la parte trasera para aumentar la estatura de las personas. Una nota curiosa a destacar es que hubo un tiempo en que los antiguos griegos se descalzaban al entrar en casa.

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