Las manías de la Vice, las tribulaciones de Rajoy y el converso del PP

(PD).- Empieza Manuel R. Ortega su Brújula de los medios en Elsemaldigital con la rabieta de Níger y acabamos metiéndole el dedo en el ojo a los italianos mientras en las praderas genovesas de Madrid Saulo se cae de culo del caballo.

Pensaba uno que estaba curado de espanto pero esos maravillosos políticos que nos han tocado en suerte se esfuerzan por superarse a sí mismos. No sé ustedes, pero a servidor, lo de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega me deja de pasta boniato. Y eso que la dama despuntaba por ser la que le apagaba los fuegos a su jefe. No somos nadie…

Porque, ya ven, comenzamos la semana con un presunto «escándalo» –pues sí, entre comillas– y la terminamos dando por saco al Gobierno italiano. Y todo por la miserable imagen de la señorita Pepis. Lo primero lo recordarán: ese viaje africano, que ya parece ser una costumbre, a Níger en este caso, con los negritos de color, en plan baño popular con los desheredados de la tierra, enseñándoles y organizándoles la vida mientras las damas –no saquen lo de machismo, tanto daría que fueran señores– se pasean con sus modelos de sport.

Arreglás pero informales, vaya. Y esa foto con el empresario chufero del país, y esas mujeres alrededor que resultan ser sus esposas. Y esa reacción de nuestra vice, indignada ella por haber posado con semejante monstruo. El acabóse, fíjense. ¡Menuda Alianza de Civilizaciones! Así se respetan los usos y costumbres de esas sociedades. Con un par, sí señor. De ovarios. Y al que no le guste, que apenque. ¡Faltaría más!

No estuvo doña María Teresa sembrada, porque parece que, de Níger a Italia, se empeña en meter el dedo en el ojo con actitudes que, al final, ponen de mala leche a todo hijo de vecino más allá de los palmatorios de servicio. Los mismos que se agarraron un rebote del quince cuando media Europa les apuntó con el dedo por la macroregularización masiva (¡viva el efecto llamada!) ahora ponen verde a los italianos por expulsar irregulares.

Que sí, que muy triste, pero si en La Moncloa alguien se leyese la prensa internacional (Cierco, a ver si les pones firmes) se enteraría, por ejemplo, de que todos esos expulsados no son precisamente hermanitas de la caridad. Y, por cierto, la deslenguada vice olvida que la ciudadanía de Italia ha votado por ello, por los desmanes de una inmigración masiva.

Al final, da la sensación de que doña María Teresa se empeña en meterse en charcos por pura pose.

De simple pijerío, además. Oiga, señora vice, cuéntele todas sus milongas a los habitantes del Napolitano, con 35 muertos en dos años por peleas, atracos y demás de los pobrecitos rumanos ilegales. Aunque, claro, a usted desde el coche oficial y en su casita de buen barrio, con escolta de por medio, esas cosas, en Italia o en Madrid, le salpican poco.

A todo esto, seguimos de sorpresa en sorpresa. Con la boca abierta se ha quedado más de uno tras ver que el nuevo Mesías reside en la séptima planta de Génova.

No puede ser de otra forma. Bastó una conversación y Saulo de Arístegui, o Gustavo de Tarso, se cayó de culo del caballo de las primarias, de las candidaturas y del autobombo en Público, periódico zapateril puro y duro por excelencia, para convertirse al discurso de la «unidad, unidad, unidad».

Al margen del milagro, resulta muy llamativo. Ilustrativo, más bien, de cómo andan las cosas por el PP. Rajoy, perdiendo las faldas por un simple diputado por Zamora, portavoz de una Comisión y con pocos amigos en el partido; y el susodicho, tan protestón, convencido a cambio de a saber qué.

Pero no se preocupen, que ya nos enteraremos. ¡Qué tropa!

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