Zarzalejos se recrea ante el comunicador «paródico»

Zarzalejos se recrea ante el comunicador "paródico"

(PD).- Zarzalejos no cabe en sí. Después de aguantar innumerables insultos y descalificaciones, la Justicia ha condenado a Jiménez Losantos a pagar 100.000 euros al ex director de ABC. Con esta decisión, Zarzalejos considera que la Justicia «proclama con razonabilidad y sensatez que lo que hace el condenado no es informar, ni opinar. Es, simplemente, difamar».

En su columna de Estrella Digital, el ex director de ABC carga sin miramientos contra el locutor de la COPE. Según Zarzalejos, «el periodismo no necesita de insultos ni descalificaciones en contexto alguno para mantener incólume la libertad de expresión, información y opinión».

La “parodia” informativa de Jiménez Losantos se jibariza en una banalidad huera si se le desposee de la verbalización, a veces brutal y siempre hiriente, de la injuria y el vilipendio. Y eso no le podía salir gratis a un individuo que, garañón ante el micrófono, resultó patético en la sala de vistas del juzgado.

Zarzalejos se recrea en la vergonzosa declaración de Losantos ante la juez:

Contextos justificativos, tonos irónicos, naturaleza especifíca (“paródica”) del programa, evasivas… Federico Jiménez iba disminuyéndose en el interrogatorio de mi letrado, desposeído de esa prepotencia emocional y chulesca con la que conduce su programa entre las sonrisas —a veces carcajadas— de los que le ríen las gracias y hasta las celebran como grandes hallazgos semánticos de un filólogo que, sin embargo, declaró en la vista oral que apenas si él era más competente que la media de los humanos en el conocimiento del contenido conceptual de las palabras.

Los periodistas nos distinguimos de los que no lo son —y Federico Jiménez no lo es ni quiere serlo para alivio de la profesión— en que no precisamos ni de la injuria ni de la difamación, de tal modo que el nuestro es un oficio digno y respetable porque lo ejercemos con respetabilidad y dignidad, dirimiendo nuestras diferencias, incluso en la bronca, con una reglas de compromiso que este individuo, amparado en la irresponsabilidad episcopal —que hace a los prelados corresponsables de ésta y otras resoluciones judiciales condenatorias y echa por tierra el ya decaído pabellón de Alfonso Coronel de Palma, presidente de la COPE—, desconoce no tanto por ignorancia cuanto por soberbia.

Esta sentencia, por eso, es importante: porque proclama con razonabilidad y sensatez que lo que hace el condenado no es informar, ni opinar. Es, simplemente, difamar. En ese sentido, la resolución dictada trasciende el caso personal y se proyecta sobre el ejercicio profesional del periodismo, y, más allá aún, reivindica, no sólo mi honor sino también la labor profesional de la redacción del diario ABC que, pese al vendaval denigratorio desatado contra ella por el ahora condenado, cumplió con su obligación y con su convicción ofreciendo, antes que conveniencias de mercado, rigor y veracidad en la información.

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