(PD).- Pedrojota Ramírez se declara contrario al relativismo. Lo escribe en su homilía dominical en El Mundo: “Como Esperanza Aguirre, yo también me rebelo frente a ese relativismo que en definitiva supedita la valoración de los efectos a una interpretación maniquea de las causas”.
Y escribe El Plural de Enric Sopena:
Este periodista, maestro en el arte de relativizarlo todo o casi todo en función de sus intereses -desde los públicos a los privados- sostiene sin complejos lo siguiente: “Siempre he pensado que existe una ética de la objetividad como baremo para interpretar lo que nos pasa”.
De modo que ello le lleva a señalar que “distinguir entre un asesino malo (Franco) y un asesino bueno (la República), entre una recesión originada por el capitalismo salvaje norteamericano y una recesión fruto del empeño de un Gobierno de izquierdas en fomentar el acceso del mayor número posible de españoles a la propiedad de la vivienda, linda entre lo patético y lo estéril”.
En el fondo, da lo mismo
Quien –alineándose con la lideresa de las privatizaciones a mansalva- se proclama opuesto al relativismo demuestra que le da en el fondo lo mismo, Francisco Franco que Manuel Azaña. O que le da lo mismo “el capitalismo salvaje” –según su propia expresión- que un Gobierno cuyo propósito es que todos los españoles puedan acceder a la vivienda.
Populismo
Trata de redondear sus teorías, el director de El Mundo, recurriendo al populismo. Y dice exactamente esto: “A quienes han perdido su empleo, a quienes no pueden pagar la hipoteca y llegar a fin de mes, a quienes han visto volatizarse una parte importante de sus ahorros invertidos en Bolsa, les importa bien poco que la culpa sea de Bush, de Trichet o de Solbes. Lo que quieren es recuperar cuanto antes su situación anterior y no pueden mirar hacia otro sitio sino al Gobierno del país en el que viven y pagan impuestos”.
Los autores del 11-M
¿Qué le parecería a Ramírez, y de acuerdo con su lógica, una reflexión como la que sigue, puesta como ejemplo? “A quienes perdieron a sus familiares y a sus amigos en los atentados del 11-M, les importa bien poco que los autores de la masacre hayan sido Ben Laden y sus sicarios, ETA y sus terroristas o la conjunción de ambas atrocidades. O incluso tramas de policías, guardias civiles y los servicios secretos para facilitar que Zapatero ganara las elecciones del 14-M de 2004.
A los muertos no los resucitará que se conozca que hayan sido éstos o aquellos los autores del 11-M. A los más cercanos a las víctimas mortales -o a los que no han podido todavía restañar las heridas, físicas y psicológicas de aquella barbarie- quienes hayan sido no les importa. Quieren ser indemnizados al máximo posible, como es lógico y natural, y claro está que nunca más se repitan hechos como esos”.
Exactamente, y como se ve a primera vista, esta reflexión se halla en las antípodas de las coartadas utilizadas por el citado periodista para justificar su obsesión por desvelar su supuesta verdad sobre el 11-M. Lo que prueba la calidad del relativismo del personaje en cuestión.