Los medios de comunicación argentinos son acusados de empobrecer el lenguaje

(PD).- El director de la Academia Argentina de las Letras, Pedro Luis Barcia, responsabiliza a «algunos medios y a la docencia» del empobrecimiento generalizado del uso del idioma español por parte de los jóvenes y los ciudadanos en general.

El académico señala que «lo más preocupante son dos desvíos del idioma muy graves: la vulgaridad y la pobreza lingüística». Además, Barcia señala que «ha habido un empobrecimiento gradual de los comunicadores en el manejo de lo que era el esplendor y la riqueza del léxico que es muy penoso», explica.

El lingüista y profesor argentino recuerda los tiempos en que «los diarios nos enseñaron a escribir y las radios nos enseñaron a hablar», en contraste con el momento actual en el que a su juicio «para los comunicadores de radio y televisión todo es fantástico, lo mismo un cuento de Borges que unas medias caladas».

En su opinión, en este contexto «la preocupación tiene que instalarse principalmente en que los muchachos salen de la universidad con un pésimo manejo de la lengua oral y escrita».

Se trata de «disfunciones graves», incidió el académico argentino, porque si hace 10 años los jóvenes universitarios empleaban una media de 1.200 palabras en su vocabulario hoy utilizan sólo 600 y «el resto son una reiteración de las mismas palabras».

Detrás de todo esto, argumentó el académico, hay un problema de mucho mayor calado, puesto que «el que no tiene posibilidad de hablar con precisión no puede manifestar lo que quiere y es un ciudadano de segunda. No tiene derecho a la libertad de expresión, es cautivo de su propia discapacidad y limitación».

Lleva el asunto a un terreno más pantanoso: «En una democracia no es útil una persona que no es capaz de dialogar, y lo que no sale por la boca, sale por el sopapo, por el palo o por la pedrada», advierte el lingüista.

Pero esto no quiere decir, aclara Barcia, que la Academia argentina vaya a bajar los brazos y expresa su curiosidad por saber «qué nacería de un académico y una periodista, o al revés». Ironiza: «No soy especialista en centauros, pero pienso que podemos tener sorpresas extrañas».

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