(PD).- Zapatero, que decidió montar un imperio mediático propio apenas ganar las elecciones del 2004, no ha abandonado la idea, aunque se le están complicando las cosas. Basta leer El País estos días y ver como informa sobre esa «crisis económica» que La Moncloa y la Factoría Pepiño han estado negando muchos meses, para concluir que en El Grupo PRISA hay más de uno irritado con las triquiñuelas mediáticas de ZP y los gurús periodísticos del PSOE.
En el origen del plan, que ha incluido desde el lanzamiento de un diario como Público a la puesta en marcha de una cadena de televisión como La Sexta, pasando por la apuesta a favor de Mediapro en la «guerra del fútbol«, latía la idea de que era necesario romper amarras con el PSOE de siempre: «el de la Transición».
El Grupo PRISA, con todo su poder e influencia, aparecía a los ojos de ZP, Pepiño y otros como demasiado pegado a la era de Felipe González.
Querían algo suyo, crerado por ellos, controlado por ellos y planearon una estrategia de medios, tendente a crear otros polos de poder en el mundo del periodismo español.
Esa estrategia todavía no ha pasado factura al PSOE, pero va camino de costarle caro.
La primera decisión clave fue entregar una cadena de televisión en abierto a sus «amigos». La Sexta parecía ideada para el Grupo Zeta y el el joven Antonio Asensio llegó a visitar La Moncloa convencido de que el líder socialista le haría el regalo.
Su sorpresa y la de su entorno fue enterarse, de sopetón y en la antesala del despachop del presidente, que La Sexta iba a ser para Roures y la «Basketball People» zapateril.
A él y a los Zeta sólo les reservaban el papel de segundones. Podían poner dinero, pero como simples comparsas en la operación.
Fue sólo el comeinzo, que marcó también la decisión de dar la primera entrevista de su mandato a Pedrojota, director de El Mundo, y no a El País, con el argumento de que no había que «heredar enemigos del felipismo».
Más adelante, cuando estalló la «guerra del fútbol», con cientos de millones en juego en derechos de retrasnmisión, Zapatero no trató de echar agua al fuego entre Mediapró y PRISA, sino que avivó las llamas decantándose por los «brujos visitadores de la Moncloa«. Y, mientras el nuevo grupo no termina de prosperar, los Polanco hacen carantoñas al nuevo PP de Rajoy.
La debilidad del grupo mediático zapateril es palpable. El grupo mediático de Roures y Compañía no es PRISA. Ni PRISA es lo que era. Quizá el PSOE nunca debía haber permitido la batalla entre ambos medios, y menos todavía haber avivado el fuego de la guerra del fútbol.
PRISA, con sus alarmantes datos económicos -por la loca operación de Sogecable- no termina de superar la muerte de Polanco padre.
Mediapró, a su vez, tampoco terminar de salir del bache, son su estrategia de pagar lo que sea necesario por contenidos que han hecho saltar todas las alarmas de sus cuentas. Y el futuro que se aproxima no parece que sea mejor.
Una guerra a muerte entre los dos grupos mediáticos de izquierdas que no se sabe cómo va a acabar. Y es que, tal y como ha denunciado en diversas ocasiones tanto Cebrián como Gabilondo, la estrategia de comunicación ha sido una de las más negativas del Gobierno de Zapatero. Y la solución al enredo no parece fácil.
Lo cierto es que el cadáver de Jesús de Polanco sigue revolviéndose en su tumba. PRISA no acaba de despegar y su situación económica cada vez es más precaria, no sólo por la recesión actual como por las deudas tremndas a las que les ha llevado su consejero delegado, Juan Luis Cebrián, y sobre todo por las erróneas operaciones financieras efectuadas con Sogecable.
Algo similar ocurre con Mediapro; la gallina de los huevos de oro empieza a descoyuntarse y los beneficios, si hay, son escasos y tardíos.
Locvalia, ya cerrada, es ya el pasado y sólo queda pagar las últimas facturas.
Del papel y la televisión en abierto es mejor no hablar; sólo las ediciones digitales mantienen la compostura mientras los diarios caen en ventas y contenidos. En el caso de la ‘caja tonta’, la implantación de la TDT va a aumentar la competencia mientras la crisis reduce cada día el pastel publicitario. Sólo programas puntuales salvan las vergonzosas cifras de audiencia y los despiadados ‘shares’.
Y aparte de lo económico, ambos grupos están viviendo un momento ideológico a estudiar. El grupo de Roures se ha cogido el brazo y cada vez vuela más a su aire. Críticas al canon digital propuesto por Zapatero o columnistas mostrándose en desacuerdo con la actuación del Gobierno -nunca apartándose de la línea general seguidista- ya se pueden leer en el grupo mediático nacido a la sombra de Zapatero.
Por otro lado, el grupo PRISA -tras la ruptura por el mensaje de Polanco contra un PP guerracivilista- parece mostrarse cada vez más cercano a la oposición que ejerce Mariano Rajoy.