(PD).- Los ejecutivos de la prensa escrita están cada vez más convencidos de que dispositivos como el Kindle, el lector de libros electrónico de Amazon, pueden reparar el deteriorado modelo de negocio de su sector.
Esta semana, el New York Times (NYT), el Boston Globe y el Washington Post anunciaron su intención de subvencionar el coste del nuevo modelo Kindle para captar suscriptores electrónicos en algunos mercados.
Incluso Rupert Murdoch, consejero delegado de News Corp, ha hecho alguna alusión a los dispositivos portátiles. Si tuviera suficientes compradores, un periódico como el NYT, que el año pasado registró unos costes operativos de 2.800 millones de dólares (2.098 millones de euros), podría en teoría ahorrar hasta un 35% de esa cantidad si se dedicara a vender exclusivamente suscripciones electrónicas.
La dificultad reside en cómo llegar al punto en el que este tipo de suscripciones compensen el descenso en la venta de periódicos.
Una solución puede ser la subvención del hardware – el del último modelo de Kindle cuesta casi 500 dólares: los móviles no se hicieron omnipresentes hasta que los operadores de móviles comenzaron a repartirlos de forma gratuita a cambio de contratos de varios años de duración. No obstante, aplicar esta estrategia con la prensa escrita no resulta tan sencillo.
En primer lugar, las subvenciones implican adelantar una liquidez que muchos periódicos no tienen. En segundo lugar, los ingresos de las suscripciones de Kindle pueden resultar escasos. El NYT tiene previsto cobrar a los suscriptores unos 170 dólares anuales por leer las noticias en una pantalla de 10 pulgadas.
Aun así, la publicación reconoce que el 70% de esa cantidad se la lleva Amazon, con lo que el periódico sólo se quedaría 50 dólares, sólo suficientes para compensar una pequeña parte del hardware. Los operadores de móviles obtienen más margen cobrando por servicios extraordinarios como el roaming, pero es más difícil que un periódico pueda ofrecer otros servicios.
Además, aunque ahorrarían en impresión y costes de distribución, perderían ingresos derivados de los anuncios, ya que Kindle todavía no dispone de un mercado publicitario.
El futuro sin papel queda, por tanto, algo lejano, aunque los inversores por lo menos pueden extraer una conclusión inmediata de este asunto. Pedir a los consumidores que paguen por una edición electrónica del New York Times no tiene mucho sentido si pueden acceder a los mismos contenidos de forma gratuita desde su ordenador.
Si la prensa escrita se toma en serio el modelo de negocio de los lectores electrónicos, también tendrá que empezar a cobrar por acceder a sus contenidos en Internet.