Miguel Pato y Ana Avellano (PD)-. Esta es la historia del proyecto antisemita de los frailes dominicos y franciscanos perpetrado en España durante el reinado de Isabel la Católica. De fondo, una sociedad de pasiones intensas, un Estado en formación y una España que recupera la unidad política perdida con la invasión musulmana. Sobresaliendo en el paisaje agitado de ciudades fabriles, aún fresco su espíritu de frontera, el marco incomparable de Segovia. Esta es la historia que narra Enrique de Diego con su nueva novela El último rabino (Ed. Homolegens).
“En Segovia, a la entrada de la judería, todos los días se ponía un monje franciscano con una campanilla predicando el exterminio de los judíos.”
Aquellos religiosos convencieron a la reina de que la expulsión de los judíos era imprescindible para la unidad de la fe y ésta para la unidad política de la nación. En este proyecto, los religiosos “se lían con el voto de pobreza” y queda en entredicho y planteará serios problemas a los católicos.
“Los monjes confiscan los bienes de los judíos con el pretexto de que son riquezas usurpadas al mal, a la pérdida de almas…, y puestas al servicio de Dios, del bien. Los monasterios se convirtieron en la época de Isabel I en emporios de riqueza”.
Con su novela basada en hechos reales, Enrique de Diego quiere vindicar la figura de judíos como Abraham Senior que debería de ocupar un lugar relevante en la Historia de España. Entre otras cosas, con su dinero, financia una buena parte de la conquista de Granada o el descubrimiento de América.
“Pero aparece ese proyecto totalitarios de algunas congregaciones religiosas que escriben una de las páginas más negras de nuestra Historia y de la Historia de la Iglesia Católica con el exterminio y expulsión de los judíos.”
El proyecto de los dominicos y franciscanos, explica Enrique, no llegó a culminar al 100% gracias a la aparición de la imprenta. Pero el daño estaba hecho.
Antes de la persecución sistemática existía en España una fuerte burguesía pero
“Con la expulsión de los judíos se primaron los valores de una nobleza ociosa frente al mérito y el desarrollo de la banca. Aquello fue un drama porque las juderías eran claves como sistema de comercio y eran gentes muy leales a la corona.”
