Las claves de la fuga de Rodhe: Partidas de damas con los talibán y una vieja cuerda

Las claves de la fuga de Rodhe: Partidas de damas con los talibán y una vieja cuerda

(PD).- El periodista David Rohde llevaba siete meses preso por los talibán en las montañas que separan Afganistán y Pakistán, pero mantenía su mente intacta. Tanto como para jugar a las damas con sus captores y como para aprovechar los movimientos sobre el tablero para llevar a cabo el golpe maestro que subyacía, su escapada.

Después de infinidad de enfrentamientos a las damas, que sirvieron para que los talibán cogieran sueño, el reportero de ‘The New York Times‘ y su compañero, el periodista local Tahir Ludin, aguantaron en vela hasta que los hombres armados que los vigilaban cayeron profundamente dormidos.

Entonces, con sigilo, escalaron un muro y dieron utilididad a una cuerda que habían ocultado durante varios meses de cautiverio. Deslizándose con esa cuerda alcanzaron el suelo y la libertad.

Ludin ha reconocido a ‘The New York Times’ que, desesperado porque las negociaciones para su liberación no obtenían frutos, barajó suicidarse con un cuchillo. Sin embargo, el ganador de un Premio Pulitzer David Rohde y él, que ejercía de traductor, decidieron estudiar todas las estratagemas para escapar del complejo en el que se encontraban presos.

Por eso, Ludin fingió una enfermedad, lo que le sirvió para salir de esas instalaciones, ver a un doctor y hacerse una idea de las rutas que existían para escapar. Y por eso también se hizo pasar por un gran seguidor del cricket, un deporte que pedía ver a menudo, en una televisión fuera de sus celdas, otro método para contemplar la situación logística en la que se encontraban.

La región en la que trabajaban Rohde y su traductor está considerada «uno de los lugares más peligrosos sobre la faz de la Tierra», según el ejército norteamericano. Los dos habían llegado a una situación límite, así que, a pesar de las dificultades evidentes de este plan, decidieron arriesgarse en una operación a vida o muerte. Ludin ha descrito los hechos como «una misión suicida» que finalmente sí se consumó.

Hubo varios problemas. El principal, que la vieja cuerda que guardaban era demasiado corta. Ludin tuvo que saltar desde una altura considerable. El ruido fue ‘tapado’ por el sonido de un viejo aparato de aire acondicionado, pero el salto lesionó su pie, con lo que apenas pudo caminar para lograr la libertad.

Rhode y Ludin se encontraron entonces con un explorador del Ejército paquistaní, que les llevó a una base cercana desde la que fueron trasladados a la base estadounidense de Bagram, en Afganistán.

El tercer hombre capturado, el conductor Asadullah Mangal, no pudo sumarse a esta escapada, de manera que sigue cautivo en el recinto que los talibán controlan al norte de Waziristán, en Pakistán.

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