A mi hermano Julián Lago

A mi hermano Julián Lago

Mi queridísimo hermano: En estas horas tan tristes para mí, después de tu muerte, tengo necesidad de enviarte a la otra dimensión, donde ahora te encuentras, este mensaje de amor que me sale de lo más profundo del alma.

Profesionalmente -y tú lo sabes- has sido un reconocido maestro del periodismo, en todas sus facetas. Cuando estabas arriba, quizá demasiado arriba, tenías -como les sucede a todos los triunfadores- amigos, muy amigos, que siempre lo han seguido siendo, y enemigos envidiosos que lo disimulaban cuando estaban contigo. Pero tú has sabido distinguir a los unos de los otros, en todo momento, pues así me lo contabas a mí.

Luego la vida, me sigo refiriendo a tu actividad profesional, te ha sonreído menos, como nos ocurre a muchos humanos. Y te decepcionó tu oficio y te asqueó tanta mentira.

Personalmente, has tenido rachas buenas y rachas malas con los que siempre has querido.
Por todo ello, un día me dijiste, cuando estabas escribiendo tu último libro, «Un hombre solo», que era como una catarsis que necesitabas. Y acto seguido me comentaste que te ibas a Paraguay, donde podías hacer mucho bien, e ibas a comprar una finca y unas vacas.

Todo ello lo has hecho en el tiempo que Dios te ha dado vida en ese país. Yo te advertí de los peligros que para tu quebrantada salud tal decisión representaba y me contestaste: «Pienso que allí voy a encontrar la felicidad que necesito buscar y lo demás no me importa».

Y te fuiste, de manera silente, quizá para que nadie pudiera cambiar tu decisión, al lado de Yolanda, tu última compañera.
No me cabe duda de que en Paraguay fuiste feliz, porque me lo decías cuando hablábamos. Recuerda que en la última Navidad me enviaste un mensaje que decía: «Desde esta selva, donde me encuentro más cerca de Dios que de los hombres, feliz Navidad».

Y yo te respondí con otro mensaje que decía: «Desde esta otra selva, también para ti feliz Navidad».

Luego, el 14 de mayo, me avisaron de que una motocicleta te había atropellado al bajar del coche que conducías; que era un accidente grave, que yo no creí que lo fuera tanto, pero me equivoqué, porque de ese accidente has pasado a la otra dimensión, donde ahora estás, pienso que sin enterarte.

Muchos de tus amigos y muchos de los míos me han preguntado por ti y yo les he respondido que estabas luchando por vivir y que lo conseguirías. Desgraciadamente, no ha sido así. Te has ido de mi vida y de la de cuantos te queremos sin un lamento. Pero te has ido. Y me duele saber que no voy a volver a verte ni a charlar contigo de tantas y tantas cosas de las que hemos hablado.
Que Dios te bendiga.
Tu hermano, Jesús

VÍA ABC

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído