La historia, los secretos, los vicios y las virtudes de los corresponsales

REPORTERO DE GUERRA: La verdad sobre todo lo que veas (XI)

La historia, los secretos, los vicios y las virtudes de los corresponsales

REPORTERO DE GUERRA: La verdad sobre todo lo que veas (XI)
Un marine norteamericano pide ayuda, rodeado de heridos, en Panamá. PN

La experiencia, sentir los balazos de la Guardia somocista a un palmo y emerger intacto del coche junto a la fotógrafa Susan Meiselas, fue para mi el equivalente del lance por el que pasó William Howard Russell en las escaramuzadas de Schleswig-Holstein.

En 1850, cuando resultó herido y sobrevivió, Russell llevaba más de un decenio al servicio del Times y parecía en la cresta de la profesión, aunque todavía le quedaba mucho que ascender.

Una fría noche de febrero de 1854 Delane le hizo llamar y le notificó que había pensado en él para que acompañase a una fuerza expedicionaria que se dirigía al Mar Negro.
Estaba a punto de empezar la Guerra de Crimea.

En teoría todo se presentaba como una disputa de Francia, Gran Bretaña y Turquía con Rusia sobre la custodia de los Santos Lugares.

En realidad, franceses y británicos intentaban impedir que las tropas zaristas pulverizaran el tambaleante Imperio Otomano.

Las instrucciones que Delane impartió a Russell fueron simples, directas y un sueldo para todo corresponsal de guerra digno de tal nombre: «La verdad sobre todo lo que veas.»

Aunque la historia oficial del Times describe a Russell como «un irlandés genial y fanfarrón, grande, bon vivant, desorganizado pero resuelto en el trabajo y con una infinita capacidad para hacer amigos», las evidencias indican que también era un duro y coriáceo competidor.

Apenas desembarcar en Gallipoli, se vio abordado por un oficial y conducido expeditivamente a presencia de lord Raglan.

«¿Qué conoce usted de este tipo de trabajo y que hará cuando entremos en acción?», le espetó con voz tronante el general, quien compartía el mando de la expedición con el mariscal francés Saint-Arnaud.

Sin alterarse un ápice, Russell replicó:

«Es cierto que tengo escaso conocimiento de este negocio, pero sospecho que les ocurre lo mismo a muchos de los que están aquí.»

Al general le hizo gracia la salida del periodista y fue así como Russell consiguió hacerse un hueco y asistir desde primera fila a las sucesivas escaramuzas.

Lo de los militares tanto o más despistados que los periodistas encargados de cubrir sus peripecias ha sido bastante corriente a lo largo de la historia bélica.

El 21 de diciembre de 1989, durante la invasión de Panamá, varios reporteros quedaron atrapados en un violento fuego cruzado en las cercanías del hotel Marriot.

Patrick Chauvel

Entre los fotógrafos estaba el experimentado Patrick Chauvel, quien, al comprobar que los soldados norteamericanos apostados frente al hotel abrían fuego a discreción contra un convoy, sin darse cuenta de que los recién llegados eran también estadounidenses, se encaró con uno de los militares y le solicitó cobertura para tener una oportunidad, aunque fuera mínima, de cobijarse en el edificio.

El soldado, presa del pánico al igual que sus compañeros, respondió a voces que él se había alistado en el ejercito «para poder estudiar gratis», que los panameños estaban atacándolos, que nunca había pensado que terminaría envuelto en semejante ensalada de tiros y que se fuera al diablo.

Al francés Chauvel le metieron aquel día dos balazos en la barriga y se salvó porque tuvo la entereza de mojar sus dedos en la herida y garabatear con sangre, sobre su propia frente, su grupo sanguíneo.

Fruto horrendo del susto de algunos rasos inexpertos y de oficiales poco curtidos fue, en el Panamá del general Noriega, la muerte del fotógrafo español Juantxu Rodríguez, quien tenía treinta y dos años, estaba allí con la insufrible Maruja Torres y trabajaba para El País.

Noriega

Juantxu Rodríguez Moreno nació para ser periodista. Cuando apenas tenía 20 años y el firmamento mediático ya estaba poblado de buenos fotógrafos, él se empeñó en estar entre los mejores.

Había nacido en Casillas de Coria (Cáceres) en 1957 y en 1981 dividió su vida profesional entre Bilbao y Madrid.

Trabajaba entonces para el diario Hierro, de Bilbao, y pronto se incorporó al gabinete de prensa de la Universidad Intemacional Menéndez Pelayo.

En 1983 entró a formar parte de la Agencia Cover y desde aquel momento intensificó su colaboración en distintos medios internacionales, como Newsweek, The New York Times, Liberátion, y españoles, como La Vanguardia, Tribuna Vasca y El País.

Juantxu Rodríguez Moreno

Fruto de su trabajo, y de su vocación, fueron también algunos libros, como el volumen en el que recopiló sus retratos de españoles en Nueva York.

El 21 de diciembre de 1990, Juantxu retornaba al hotel Marriott para recoger sus pertenencias. El edificio, que se hallaba en poder de los norieguistas cuando lo había abandonado por la mañana, ya estaba bajo control de tropas estadounidenses.

Al ver llegar a Juantxu y otros periodistas, los novicios soldados norteamericanos les conminaron a voces a marcharse. Justo en ese instante, se acercó un convoy de los marines por la avenida que bordea el mar, y giró en dirección al Marriott, y a los periodistas que montaban guardia enfrente.

Fotógrafos en la guerra

Alguien abrió fuego, probablemente entre los que llegaban, incapaces de distinguir a los suyos, entre otras cosas porque Estados Unidos había proporcionado los uniformes del Ejército panameño.

Empezó un tiroteo, sin tino ni objetivo claro. El blanco más sencillo eran los periodistas y en la distancia, atenazado por los nervios y el pánico, una cámara con teleobjetivo le puede parecer un arma a un tipo novato, a uno de esos que se enrola creyendo que jamás tendrá que mirar de frente a la muerte.

Junatxu y los que estaban con él no tenían donde cubrirse. Una bala atravesó el ojo izquierdo del reportero español, matándole en el instante.

Alfonso Rojo

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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