MOSCÚ SIN BRÚJULA

KGB, servicio de pulido y limpieza (XVIII)

KGB, servicio de pulido y limpieza (XVIII)
El edificio de la Lubianka, con la estatua de Dzerzhinsky delante, en el centro de Moscú. EP

Después se recuperaron, pero a los aviesos funcionarios de la Lubianka les aleteaba el miedo en el estómago y desde el fracaso de la intentona golpista, preferían utilizar la discreta puerta trasera o los túneles secretos para entrar y salir del edificio.

Al mediodía del 23 de agosto de 1991, cuando subieron peligrosamente de tono los gritos de los manifestantes, congregados en torno al pedestal vacío y pintarrajeado, donde hasta la tarde anterior reposaba la estatua de Dzerzhinski, el KGB evacuó a través de sus misteriosos pasadizos a todo el personal femenino.

Para que los vándalos cesasen de arrancar pedazos de mármol en la base del monumento, varios trataron de formar un cordón agarrándose de las manos, mientras un acalorado policía, armado con un megáfono más voluminoso que él, instaba reiteradamente a la calma.

«¡Esto es del pueblo ruso! ¡Es nuestro patrimonio! ¡No caigamos en el vandalismo! ¡Los bolcheviques destruyeron las iglesias y los monumentos del zar, no caigamos en el mismo error!»

Félix Dzerzhinski y victimas del terror de la CHEKA y el KGB.

Era rechoncho, colorado y con bigote y, cuando se quedó afónico, depositó delicadamente el aparato en el suelo y abrió los brazos en un gesto de súplica. Curiosamente, eso tuvo más efecto que los berridos.

Pasadas las dos de la tarde, un tipo con aspecto de fanático monje decimonónico propuso forzar las puertas de la Lubianka y rescatar a 150 prisioneros políticos que, según él, languidecían en los fríos calabozos de los sótanos.

Un poster comunista de la antigua URSS.

A las tres, roncos de corear eslóganes anticomunistas y de exigir el procesamiento de los implicados en el golpe, los encrespados manifestantes se enzarzaron en discusiones sarracenas.

«Hay que aprovechar este momento, no podemos darles tiempo a que se recuperen. ¡Es ahora o nunca!», argumentaba con furia el de la pinta de monje.

«Siguen teniendo un poder enorme. Cuentan con todos los archivos y con cientos de miles de agentes. Basta ver el trabajo que han hecho esta noche.»

El ruso, inflamado, señalaba con furia las paredes de los edificios adyacentes.

Derribo: La palabra 'Lubianka' se convirtió en un sustantivo tan habitual como 'gulag'. ... En el centro de la plaza se encontraba la estatua de Félix Dzerzhinski .

El jueves, mientras intentaban derruir la estatua de Dzerzhinski, los jóvenes pintaron una cruz gamada roja y tapizaron los muros de la Lubianka con insultos al KGB. El viernes, la pesada estatua negra de Félix de Hierro había desaparecido, pero tanto el rostro de Andropov como los muros de piedra amanecieron limpios como una patena.

«Eso demuestra el inmenso poder de los comunistas», porfiaba el hombre.

«¡La mano del KGB es todavía muy larga!»

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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