LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

El País entra en pánico ante la posible nueva derrota de Sánchez en su investidura y ahora reclama responsabilidad a Ciudadanos y al PP

Antonio Martín Beaumont: "Vistos los acontecimientos de las últimas horas, haciéndose a un lado, Pablo Iglesias logró levantar cabeza y, en cambio, Pedro Sánchez empezó a perder pie"

El País entra en pánico ante la posible nueva derrota de Sánchez en su investidura y ahora reclama responsabilidad a Ciudadanos y al PP
Soledad Gallego-Díaz (El País) pone el acento en PP y Ciudadanos como 'responsables' de que España pueda volver en noviembre de 2019 a una repetición electoral.

A pocas horas de que tenga lugar en el Congreso de los Diputados la segunda votación para ver si Pedro Sánchez sale investido este 25 de julio de 2019 como presidente del Gobierno, tribunas y editoriales de la prensa de papel dan por hecho que el socialista se verá obligado a seguir negociando en las próximas semanas y hasta desde el diario de PRISA ya conjugan la posibilidad de una repetición electoral. Eso sí, ahora se echa la ‘culpa’ a Ciudadanos y PP de que se pueda llegar a ese escenario:

El editorial de ABC es claro y contundente, lo vivido en la tarde noche del 24 de julio de 2019 entre Podemos y PSOE fue un esperpento:

Es indigno el espectáculo de oscurantismo mostrado por Sánchez e Iglesias –cuya transparencia se ha limitado a desafiarse en público y a filtrar documentos y conversaciones de manera sesgada y hostil–, una opacidad basada en el reparto de cargos y no en un proyecto acorde con las necesidades sociales, económicas y de estabilidad de España. Nada queda de aquel Iglesias que iba a revolucionar la política sin negociar en «despachos con moqueta o en los reservados de los restaurantes». Iglesias es un conspirador nato y el instigador de este juego de intrigas y obsesiones personales, carente de la transparencia y el respeto que merecen los españoles. Todo ello, con la complicidad de un Sánchez superado por las circunstancias y debilitado. Anoche, la cerrazón entre ambos provocó la ruptura.

Isabel San Sebastián tiembla ante los diferentes escenarios ante los que nos puede poner Sánchez, bien ir a repetición de elecciones o bien compadrear con proetarras y gente de mal vivir:

En el caso de que fracase la actual ronda de contactos mantenidos, hay que denunciarlo, en el más ominoso secreto, el candidato podría volver a intentarlo en las próximas semanas o bien tirar la toalla y fiarlo todo a una nueva convocatoria electoral en noviembre, lo que abriría un período de incertidumbre terriblemente negativo para la economía y la creación de empleo, por no mencionar la debilidad nacional e internacional en la que situaría esa prolongada interinidad a un presidente que, de facto, lleva en funciones desde que ocupó la poltrona, desalojando de ella a su ocupante anterior a través de una moción de censura. Claro que, siendo sombrío, ese panorama parece soleado y esperanzador en comparación con el que cabe esperar a tenor de lo sucedido durante el debate celebrado a comienzos de semana. Porque lo que vimos en el Congreso fue a un Sánchez solo, desarbolado, impostando seguridad a base de prepotencia, incapaz de reaccionar a la ofensiva dialéctica hábilmente orquestada por Pablo Iglesias y obsequioso hasta la náusea con los herederos de ETA, cuyo «nihil obstat», conseguido a costa de tanta indignidad, es un respaldo que avergonzaría a cualquier persona provista de conciencia.

El editorial de La Razón culpa a la cabezonaría y obcecación de Sánchez la parálisis existente para su investidura:

Sánchez no tiene mayoría suficiente y la que puede conseguir no la quiere. Ya se sabe que el candidato socialista vino a decir en la primera sesión que todos estaban obligados, invocando un peculiar sentido de Estado –que él no se aplica–, a votarle para desbloquear la situación: Podemos, PP, Cs, PNV, independentistas catalanes y los abertzales proetarras. Esa anormalidad es lo que define su candidatura, porque todo hubiera sido diferente si por lo menos se hubiera esforzado en llevar unas negociaciones serias y claras. Por contra, Sánchez ha demostrado que ha actuado con soberbia, obcecado con un objetivo que no podía cumplirse según sus deseos –que le apoyen a cambio de nada– y mucha irresponsabilidad porque el gran causante de esta parálisis institucional es él.

Antonio Martín Beaumont apunta que Pablo Iglesias ha sabido reponerse al desdén de Sánchez con una jugada maestra:

Vistos los acontecimientos de las últimas horas, haciéndose a un lado, Pablo Iglesias logró levantar cabeza y, en cambio, Pedro Sánchez empezó a perder pie. En román paladino, el secretario general de Podemos le achicó el espacio de golpe al presidente del Gobierno. Y eso descolocó al núcleo duro del PSOE –Iván Redondo, incluido– hasta el punto de obligarle a mover ficha y aparcar su convencimiento de que lograrían gratis et amore los votos de quienes tiene a su izquierda. El desdén con el que Pedro Sánchez trató a Pablo Iglesias en el arranque del debate de investidura marcó el duelo y fue contraatacado por el líder de Unidas Podemos, quien en su fuero interno siente igualmente un enorme desprecio por el jefe de filas socialista, al que ve «carente de férreos principios» y como una suerte de «arribista». «Si Sánchez creía ir a un paseo triunfal», han repetido una y otra vez dirigentes morados, «se equivocó de parte a parte».

David Jiménez Torres, en El Mundo, responsabiliza al PSOE de los acuerdos que ha establecido con podemitas, golpistas y filoterroristas:

Los socialistas son responsables de incluir a ERC, a Puigdemont y a Bildu en su lista de apoyos tolerables. Son responsables de no haber hecho una oferta a PP o a Cs que los animara a abandonar su veto, cuando era Sánchez quien debía buscar apoyos para formar Gobierno. Son responsables de demonizar a las derechas, dinamitando cualquier posible coalición que no fuese la de las izquierdas con los nacionalistas. Son responsables de designar a Podemos como socio preferente, lo que por lógica debía culminar en un Gobierno con ministros que recurrieron la aplicación del 155, que dicen que en España hay presos políticos, y ese largo y bien publicitado etcétera que tanto vértigo parece provocar ahora. Son responsables de seguir normalizando los acuerdos con los nacionalistas tanto a nivel nacional como autonómico. Y así con tantas decisiones que definen al PSOE en 2019; porque, como suelen repetir en otro contexto, solo sí es sí. Y hoy todos los diputados socialistas votarán sí.

El editorial de El Mundo es firme a la hora de acusar a Sánchez de cruzar las líneas rojas que le marcaron en el año 2016 para poder quedarse en La Moncloa:

Más allá de camuflajes y evoluciones impuestas por el pragmatismo, hoy Podemos puede ver franqueado su acceso al Consejo de Ministros. Sánchez pasaría a la historia por convertir las líneas rojas que motivaron su defenestración en 2016 en las líneas programáticas de 2019. Que se sirviera de partidos golpistas para ganar una censura le define. Que hoy pueda estrenar un Gobierno frentepopulista, también. Es un presidente que se muestra acomodaticio con los testaferros de ETA e implacable con los constitucionalistas. Si al volante va un superviviente sin escrúpulos con Podemos de copiloto, nada puede salir bien.

Javier Redondo tiene claro que Sánchez quiere presentarse ante Europa como un líder moderado que no permite un Gobierno que caiga en el populismo:

El duelo entre Sánchez e Iglesias se reduce a endosarse mutuamente la responsabilidad de no cerrar un acuerdo. Sánchez no lo quiere e Iglesias ha conseguido que así lo parezca. La duda de Sánchez consiste en salir investido hoy y durar lo que quieran sus socios (Podemos, ERC-Bildu y otros…) o convocar nuevas elecciones, cargadas por el diablo del hartazgo, y cruzar los dedos, porque invocar a Vox, a Colón y a las derechas desmontables en una, dos o tres piezas, podría no funcionar esta vez. Sánchez no pretende reformar el artículo 99 de la Constitución sino por la vía de los hechos. Si hoy fracasa su investidura, propondrá a PP y Cs un compromiso para facilitar la investidura del candidato más votado. Habrá demostrado a Europa que no cede a chantajes populistas y aireará con brío y donaire su porte reformista en «armonía con la naturaleza» y en su propia paz. Sánchez supo siempre que no la obtendría junto a Iglesias, pero necesitó envolverse con la fragancia que desprendía su adversario para asaltar su fortaleza.

El País, ¡¡¡oh milagro!!! ahora se acuerda de que en el Congreso existen partidos como Ciudadanos o el PP a los que, visto que puede quedarse Sánchez sin investidura, reclama ahora altura de miras y eviten la convocatoria de una repetición electoral:

La eventualidad de un Brexit sin acuerdo el próximo 31 de octubre, en el plano internacional, así como las sentencias en el juicio contra los dirigentes secesionistas catalanes, en el interno, deberían ser motivo más que suficiente para que los principales partidos no dejen pasar el tiempo en vano. No deberían hacerlo Ciudadanos ni Unidas Podemos, pero tampoco el Partido Popular, si estas dos fuerzas le colocan ante la tesitura de comportarse como un partido de Estado. Lo de ayer, si hoy no se da un paso atrás, llevaría más fácilmente a una nueva convocatoria electoral. Lo que debe evitarse.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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