LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

El capricho electoral de Pedro Sánchez resucita viejos fantasmas y provoca el pánico en La Moncloa

"El respeto al votante debería evocar en el PSOE precedentes tan garrafales como los de Artur Mas o Susana Díaz, que pagaron sus excesos de confianza a la hora de forzar elecciones con insospechados batacazos"

El capricho electoral de Pedro Sánchez resucita viejos fantasmas y provoca el pánico en La Moncloa
Pedro Sánchez con cara de pavor ante la que se le puede avecinar.

A falta de la oficialidad de que llegue el 23 de septiembre de 2019 y queden disueltas las Cortes, los partidos ya se han puesto en modo precampaña. Este 19 de septiembre de 2019 las tribunas y editoriales de la prensa de papel no solo reclaman limpieza en estas semanas que quedas hasta el 10 de noviembre de 2019, sino también le recuerdan a Pedro Sánchez que su capricho de hacer volver a los españoles a las urnas le puede salir caro y le recuerdan algún precedente cercano.

El editorial de El Mundo pone sobreaviso a Sánchez de lo que suele pasar cuando se fuerza la convocatoria anticipada de elecciones:

Sánchez no solo ha sido el primer culpable del bloqueo de 2019, sino que ya lo fue del bloqueo de 2016. Tampoco está escrita su mayoría. El respeto al votante debería evocar en el PSOE precedentes tan garrafales como los de Artur Mas o Susana Díaz, que pagaron sus excesos de confianza a la hora de forzar elecciones con insospechados batacazos. Por eso haría bien el líder socialista en ir abandonando su fatua mística de resistente y plantear esta campaña con madurez y humildad, ofreciendo un proyecto de país creíble y dialogante. Si es capaz de ello.

Arcadi Espada vaticina que socialistas y Ciudadanos pagarán en las urnas su infantilismo y su inmadurez:

La renuncia de Psoe y Cs a formar una mayoría parlamentaria que por primera vez anulara la perversa influencia del nacionalismo en los gobiernos minoritarios, modernizara los usos políticos españoles y rebajara el intolerable nivel de sectarismo ambiental, ha sido un error histórico. Mucho más cuando la renuncia ni siquiera ha sido el resultado de la negociación. Resulta asombroso comprobar que la combinación parlamentaria más racional y estable no haya estado en una mesa de las negociaciones, monopolizada por el pueril psicodrama de una negociación entre hermanos que como es de ley solo puede dar hijos tontos. La responsabilidad de esa renuncia corresponde a los dos partidos implicados y que lo pagaran a fondo en las elecciones sería una estimable señal de madurez de los ciudadanos.

David Jiménez Torres (para no confundirle con el que fuera director de El Mundo) cree que Sánchez pretende tapar con las urnas sus propias vergüenzas:

El objetivo socialista es diáfano: que las nuevas urnas tapen las vergüenzas de estos meses mareando la perdiz y contribuyendo al bloqueo que dicen lamentar. Y, de forma más general, que esas nuevas urnas legitimen de una vez la aventura sanchista. Que escondan bajo un rico encaje de escaños todas las claudicaciones morales e intelectuales que ha supuesto la época de Sánchez al frente del PSOE. Que los ciudadanos se convenzan, al fin, de que cuando le miran no están viendo la desnudez de su oportunismo embustero, sino el traje imponente de un gran estadista. Solo hay un problema: las urnas son transparentes.

Javier Redondo apunta que Sánchez, tras las europeas y municipales de mayo de 2019, ya tenía pensado acudir a una nueva cita electoral:

Así que sopesó dos opciones –elecciones anticipadas, a pocos meses vista, con el argumento de la imposibilidad de gobernar con el apoyo de Podemos y separatistas, o disolución automática de las Cortes tras investidura fallida–; despreció la que consideró más humillante e incierta porque no dependía únicamente de él –aproximarse a Rivera, que además estaba en otra cosa– y escogió acabar lo que había empezado: liquidar a Iglesias. La decisión se tomó después de las elecciones de mayo. Sánchez se vio reforzado hacia fuera por las europeas y, hacia dentro, obtuvo el vasallaje de los barones de su partido en las autonómicas y locales.

El editorial del ABC da por hecho de que el resto de partidos que compita con el PSOE de Sánchez lo hará en desigualdad de condiciones:

Las reglas del juego deberían ser idénticas para todos, pero Sánchez las vulnera de modo sistemático. Ahora no es esperable nada distinto de él, aunque un mínimo de lealtad a las instituciones y una dignificación de la clase política exigiría otra cosa. Pero Sánchez no dejará pasar la oportunidad de cambiar las reglas del juego a capricho y de aprovechar todo el potencial que le concede el poder. Los demás partidos competirán en desigualdad, y su obligación es denunciar cualquier abuso que cometa Sánchez con fines partidistas en exclusivo beneficio del PSOE.

Isabel San Sebastián teme que podamos ir a unas quintas elecciones si el 10-N la cosa vuelve a salir tan liada como en la cita electoral del 28-A de 2019:

Sánchez nos lleva por cuarta vez a las urnas en cuatro años. Un récord inigualado en Europa. Se ríe de nosotros. Nos toma por idiotas. Y a lo peor le sale bien. Claro que también es posible lo contrario. Para empezar, la abstención no vota aunque sí decide escaños y amenaza con golpear más duramente a la izquierda. Alguna tripa de ganso demoscópica adelantaba ayer que las expectativas del PSOE bajan y no suman ya ni con los morados ni con los naranjas. Si Casado e Iglesias se mantienen en sus posiciones, como han hecho hasta ahora, el dirigente del PP seguirá firme en la oposición y el de Podemos exigirá un Gabinete de coalición. De los separaristas cabe esperar poco o nada, después de la sentencia por el golpe de Estado, y la disponibilidad del PNV resultará un poco más cara, si es que sirve de algo. En cuanto a Cs, ¿quién sabe? Tal vez acabemos yendo a por las quintas…

Ignacio Camacho compara a Sánchez con un yonqui, pero en este caso adicto al poder y un ludópata de las urnas:

Como no tiene ideas, ni luces largas, ni proyecto, vive en una campaña eterna bajo la que camufla sus defectos. Se ha convertido en un yonqui electoral –un lúdopata, lo llama Rafa Latorre– que siente ante las urnas un hechizo magnético, ese pellizco que se apodera de los adictos al juego cuando apuestan al rojo y la bolita empieza a girar alrededor del negro. Desde que está en La Moncloa, sin embargo, se ha acostumbrado a minimizar contingencias guardando en la manga bazas de fullero. Las encuestas trucadas, los viajes oficiales, los recursos del Estado, la influencia omnipresente del Gobierno: todo el aparato público a su servicio para calmar su vértigo. El resultado de abril no le dejó satisfecho y desde entonces ha estado buscando la manera de envidar de nuevo. Ya la tiene pero a veces los dioses juegan a los dados con el universo y para divertirse castigan a los mortales cumpliéndoles sus deseos.

Pedro Narváez, en La Razón, propone una curiosa idea para el día de las elecciones del 10-N:

El bombo de la suerte se pone en marcha. Faltan los friquis que van donde el sorteo cada Navidad. La izquierda, cornuda y cabreada, y la derecha con tantos padres como para un especial de «Lazos de sangre», así que, entre indignados y dolientes, los españoles regresarán al lugar del crimen con pistola cerebral. Si cada uno de nosotros les dejara un mensaje, el voto sería nulo, pero se compondría el verdadero relato de los ciudadanos. Tenemos que hacérselo saber para que sepan que realmente mandamos nosotros.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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