LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Meritxell Batet es la ‘Paz Padilla’ del Congreso: su labor se reduce únicamente, como en ‘Got Talent’, a valorar las intervenciones de los golpistas

Ignacio Camacho: "El espectáculo de ayer, tan cansino por reiterado, es el resultado de lo que votamos: una mezcla de incompetentes, exaltados, irresponsables y gamberros, que a su vez son el reflejo de la sagrada voluntad del pueblo"

Meritxell Batet es la 'Paz Padilla' del Congreso: su labor se reduce únicamente, como en 'Got Talent', a valorar las intervenciones de los golpistas
Meritxell Batet y Paz Padilla.

El circo del Congreso de los Diputados es la cuestión que domina este 4 de diciembre de 2019 en las tribunas y editoriales de la prensa de papel. Los palos principales se los lleva la presidenta del hemiciclo, Meritxell Batet, por permitir un espectáculo bochornoso.

Jesús Lillo, en las páginas de ABC, hace una divertida comparación (posiblemente lo único que arranque la sonrisa del lector después de ver el esperpento vivido en el Congreso de los Diputados) con la presidenta de la Cámara Baja buscándole una analogía con una conocida presentadora:

Calificar de esperpento lo sucedido ayer en el Congreso y el Senado es tanto como conformarse con la teoría de la ensoñación que el Supremo estableció para explicar el golpe de Estado de Junqueras y Puigdemont, una vía que conduce directamente a la desdramatización de la cosa pública, que es el paso previo a la normalización que receta el Gobierno en funciones. En palabras de Meritxell Batet, que en la Cámara Baja hace las veces de Paz Padilla en «Got Talent», se trata de dejar a un lado «una interpretación excluyente de la Constitución frente a otra integradora». Batet aprieta el botón dorado, dale que te pego, hasta que le sale un callo en el dedo índice. Todos aprobados, aunque juren en arameo.

Luis Ventoso cuenta que Batet permitió esos juramentos a todas luces ilegales porque ahora hay que negociar el Gobierno con los separatistas:

Si en el momento en que en teoría está acatando la Carta Magna un diputado mete la morcilla de su «lealtad al mandato democrático del 1-O», o invoca la «república vasca», es evidente que en realidad lo que está haciendo es ciscarse en la Constitución del 78, esa que en teoría está prometiendo observar. Pero mediaban dos detalles que hicieron que todo se diese por bueno: 1) El PSOE está negociando estos días con esos separatistas antiespañoles para que Sánchez pueda seguir durmiendo un poco más en La Moncloa. 2) La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, es una de esas socialistas catalanas de corazón nacionalista (por eso permitió también juramentos en catalán y vasco, cuando la única lengua oficial de la Cámara es el español). Batet transigió con todo tipo de desbarres, en nombre de una «interpretación flexible» de las sentencias del TC sobre los acatamientos.

Ignacio Camacho es contundente a la hora de expresar que lo preocupante no es que haya exaltados en el Congreso, sino que con esos quiere asentar Sánchez su mandato:

A tal sociedad, tales políticos y a tales políticos, tal Parlamento. El espectáculo de ayer, tan cansino por reiterado, es el resultado de lo que votamos: una mezcla de incompetentes, exaltados, irresponsables y gamberros, que a su vez son el reflejo de la sagrada voluntad del pueblo. Ese campo de Agramante, esa amalgama de agitadores sediciosos y tribunos populistas tiene pinta de ser la base sobre la que el presidente Sánchez se afana en asentar una mayoría. Y que esa inclinación desestabilizadora achica el territorio constitucionalista convirtiéndolo en una parcela cada vez más exigua. Más de una democracia se ha autodestruido cuando sus élites políticas y su ciudadanía banalizaron sus reglas de convivencia creyendo vivir una liberación festiva.

La Razón avisa de que no se puede reducir a un mero folclore provocativo lo vivido en el pleno de constitución de las Cortes:

Que en la sede de la soberanía nacional, que es el fundamento de la Constitución, quede explícita la voluntad de no respetarla tiene toda la consideración de un fraude de ley y como tal debiera afrontarse. Pero, en cualquier caso, sirve de aviso a navegantes de lo que puede esperar la ciudadanía de una parte de sus representantes –porque no conviene olvidar que los diputados representan al conjunto del pueblo español, con independencia de la lista política por la que hayan sido elegidos– a la hora de defender los intereses generales de la nación. Sin duda, habrá quien considere que se trata de un mero folclore que se pretende provocativo y del que no hay que hacer mayor caso. Pero no es así. El Congreso de los Diputados, como el Senado, forman parte, con la Monarquía, de las máximas instituciones del Estado. Ignorarlo es parte de esa estrategia de deslegitimación de la democracia española en la que están empeñados los nacionalistas y los antisistema de extrema izquierda.

El editorial de El Mundo acusa a Batet de abdicar de sus responsabilidades:

Batet autorizó fórmulas de acatamiento constitucional humillantes por parte de los aliados de Sánchez. Y ello pese a que Cayetana Álvarez de Toledo recordó a la presidenta las sentencias del TC que delimitan la liturgia de este acto. Resulta indignante la abdicación de Batet a la hora de frenar a los parlamentarios que confunden las Cortes con un plató. Tanto la madeja de negociaciones sobre los puestos de la Mesa como el barullo de las fórmulas de acatamiento de la Constitución preludian una legislatura de inestabilidad y zafarrancho.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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